En la victoria de Aitor Elizegi en la carrera por la presidencia del Athletic de Bilbao hay un perdedor extradeportivo: el PNV. De manera recurrente se dice que no hay que mezclar política con deporte, e igual le habría ido mejor al ala continuista del club deportivo si hubiese seguido esta máxima.
Cuando se presentó la candidatura de Alberto Uribe-Echevarría, pupilo del hasta quien fuese presidente del equipo hasta el pasado jueves Josu Urrutia, no faltó nadie. Ni si quiera la presidenta de la ejecutiva del partido nacionalista de Vizcaya, Itxaso Atutxa. Aquí no está la noticia: la dirección política del partido ya estuvo presente en la puesta de largo de Urrutia en 2011.
Lo novedoso es que en esta ocasión los nacionalistas han apostado por un caballo ganador que ha quedado segundo al cruzar la línea de meta. La maquinaria oficialista del club no ha funcionado en esta ocasión, quizás porque el flamante presidente es también un 'jeltzale' reconocido, lo que a bien seguro ha polarizado el voto.
Con la victoria de Elizegi entra aire nuevo a San Mamés. El cocinero de Santutxu representa el cambio con la etapa anterior frente a Uribe-Echevarría, señalado para continuar la senda recorrida por Urrutia.
Los dos candidatos son dos conocidos conservadores. Aquí estriba una de las razones, aparte del momento deportivo del equipo, por las que el voto se ha dividido y ha ganado la opción rupturista por la mínima (85 votos tras el recuento final).
El jueves 27 de diciembre no será un día más en Bilbao. Sobre todo para los aficionados del Athletic. Los 'leones' eligieron, una vez más, al nuevo presidente del club. Sin junta de accionistas, sin que lo comprase un magnate extranjero. Por sufragio directo y en plena Navidad. Es cierto que la participación (votaron algo más de 18.000 socios de los 44.500 que tiene el equipo) fue menor a la deseada, pero la democracia es lo que tiene. Gana quien gana. Y esta vez perdió el PNV.
