Algunos pacientes con “ojo seco” necesitan tratarse con lágrimas fabricadas a partir de su propia sangre. Así es el proceso de fabricación de este suero y el día a día de estos pacientes.
Cuando Paula Hernández extrae la sangre de Nuria sabe que esos 72 mililitros de líquido son un pequeño tesoro. De esta pequeña muestra saldrán 32 frasquitos con las lágrimas que esta paciente se llevará a casa y se echará en los ojos durante las próximas semanas para tratar su xeroftalmia u “ojo seco”, un problema que afecta a buena parte de la población, especialmente a las mujeres de más edad.
Paula es miembro del Área Pruebas Diagnósticas del Instituto de Microcirugía Ocular de Barcelona (IMO) y es la persona que asume esta labor con reminiscencias poéticas de “fabricante de lágrimas”. El tratamiento con suero autólogo se lleva haciendo muchos años, pero desde hace seis meses aquí se aplica una nueva tecnología - llamada ENDORET - que aporta una ventaja esencial: las lágrimas aguantan sin frío hasta 72 horas, lo que facilita la vida del paciente cuando se tiene que desplazar.
“Las lágrimas que obtenemos son de color amarillento, más claras que el plasma sanguíneo”, explica a Next. “Lo que hacemos es una extracción sanguínea y centrifugamos esa sangre hasta que obtenemos el plasma”, relata. “Lo recogemos, lo mezclamos con una dosis de calcio y lo introducimos en el horno a 36-37 grados, donde el calcio aglutina las impurezas”. Al terminar este proceso, Paula recoge una hebra que se queda flotando en el líquido “como la ceniza de un cigarro”, la retira y con esos dos botes de líquido rellena los frasquitos que el paciente se llevará a casa. “Lo que obtenemos es un líquido parecido a la lágrima, con características de factores de crecimiento, vitamina A y sustancias que regeneran tejidos de la córnea”, explica.
El paciente se lleva a casa esos 32 frasquitos y los tiene que conservar en el congelador durante el tratamiento. Cuando se acaba un frasco saca otro del frigorífico para descongelarlo y este puede aguantar sin frío dos o tres días, lo que evita que el paciente deba depender de una nevera para viajar de un lado a otro, como sucedía antes. Todo el proceso de fabricación dura alrededor de tres horas y se hace en estrictas condiciones de esterilidad. De hecho, el laboratorio se queda una muestra de las lágrimas que envía a analizar y cuando tiene el resultado, una semana después, llama al paciente para avisarle de que las lágrimas ya se pueden utilizar y no hay ningún tipo de contaminación.
“Yo me echo las gotas entre cuatro y cinco veces al día, cada vez una gota en cada ojo”, explica Nuria. “Bueno, me las pone mi marido, porque es más fácil y porque así no perdemos ninguna, ¡que valen un pastón!”, exclama mientras se ríe. En concreto, el tratamiento cuesta 550 euros por cada remesa de lágrimas y solo está indicado para los casos más extremos como el suyo, en que las lágrimas artificiales convencionales no son suficientes. Nuria tiene 64 años y sufre síndrome de Sjögren derivado de un problema en el hígado que afectó a su sistema inmune y que al inflamar las glándulas lagrimales (y también las salivares) las deja inservibles. “Con las lágrimas nuevas ya no me escuecen tanto los ojos”, explica. “Antes la luz que me molestaba mucho y ahora no, tenía que ir todo el día con gafas oscuras y ahora ya no”.
“El caso ce Nuria es muy extremo y no es lo más frecuente”, explica la doctora Mercè Morral, especialista en ojo seco del IMO que lleva su tratamiento. “Su problema deriva de una cirrosis biliar primaria, una enfermedad en la que el sistema inmune reacciona de forma exagerada y como consecuencia tiene inflamación crónica en la superficie del ojo”. Lo más frecuente, sin embargo, es que el ojo seco afecte a mujeres después de la menopausia que por desequilibrios hormonales ven disminuida la secreción de la lágrima. “El ojo seco parece sencillo pero es una de las enfermedades más complejas”, advierte. “Se ha visto que tiene diferentes causas y que pueden coincidir en un mismo paciente”. El problema no es que la glándula esté vacía, como si fuera el depósito del limpiaparabrisas, sino que a veces la propia composición de la lágrima la convierte en efímera. “Y en cualquier caso no tiene cura, solo se pueden tomar medidas paliativas”, precisa.
Mucho más que agua con sal
Durante mucho tiempo los científicos tardaron en darse cuenta de que la lágrima es mucho más que simple agua con un poco de sal. En su interior hay cientos de sustancias, incluyendo más de 1.500 proteínas que alcanzan un delicado equilibrio sobre la superficie del ojo. Su complejidad comenzó a ser atisbada por el propio Alexander Fleming, quien puso nombre a la lisozima en 1922 tras descubrir que esta enzima teníia una acción antibacteriana esencial en el ojo. “Es muy importante factor inmunológico, porque después de los párpados es la pantalla protectora de nuestro ojo, las inmunoglobulinas atacan a los microorganismos y evitan enfermedades y ataques al globo ocular”, explica la doctora Morral. “Además”, añade, “una lágrima tiene un montón de componentes, desde inmunoglobulinas, a electrolitos, lípidos, lactoferrinas…”. Estos lípidos, por ejemplo, juegan un papel fundamental en la tensión superficial, y cuando no son de buena calidad es ojo se produce lo que se llama ojo seco evaporativo. En estos casos se da una especie de paradoja, pues el ojo lagrimea constantemente pero como es una lágrima que no se sujeta el cerebro recibe la señal de enviar más lágrimas que se desechan sin que el ojo mantenga el grado de humedad constante que necesita.
En general el ojo seco se puede tratar con lágrimas artificiales que se vende en la farmacia sin receta y que tienen una base hidratante y algunos electrolitos para mantener el pH. Pero lo que hace diferentes a las lágrimas elaboradas a partir de la sangre es que contienen factores de crecimiento que ayudan a tratar las laceraciones que tienen en la córnea estos pacientes. “Tiene muchas moléculas que ayudan a regenerar la superficie de la córnea”, explica la especialista. “ Y por tanto es mucho mejor que las lágrimas artificiales que solo hidratan”. Aún así, pacientes como Nuria siguen necesitando echarse lágrimas artificiales cada vez que notan molestias, como tratamiento complementario a sus lágrimas personalizadas. “Cuantas más me ponga, mejor”, asegura. En su día a día, de hecho, casi nunca pasa más de media hora sin ponerse algún tipo de colirio que humedezca el ojo y evite las molestias. “Es duro, pero te vas acostumbrando, tienes que vivir con ello”.
En otros casos de ojo seco existe una posibilidad de intervenir quirúrgicamente, aunque lo único que se hace es un poner unos tapones en los lagrimales como solución temporal para ayudar al ojo a acumular suficiente lágrima y evitar las molestias. Como si se estuviera colocando un retén y haciendo una presa de lágrimas en el ojo para que el líquido aguante más. “También hay pacientes que tienen ojo seco neurotrófico, es decir, que presentan una falta de enervación de la córnea”, explica la doctora. “Para regenerarse, esta lente tiene que tener unos nervios en buenas condiciones. Si estos fallan por la causa que sea - por un herpes, por uso de lentes o por una intervención de cirugía ocular - se producen incluso úlceras en la córnea que hay que tratar”. Y por último, aunque no se le dé la importancia que realmente tiene, es muy importante la dieta en la aparición del ojo seco. “En la consulta siempre preguntamos por por los hábitos dietéticos de la persona”, asegura la doctora. “Tengo vegetarianos estrictos que tienen ojo seco, y es por déficit de vitamina D o E, o del grupo B. Es importante llevar una alimentación equilibrada, así como no fumar y no beber, por más evidente que parezca. La dieta es más importante para nuestros ojos de lo que nos pensamos”.