Opinión

Al final, todos tenían miedo

La noticia acerca de que la ex diputada de las CUP Anna Gabriel podría estar en Venezuela ha saltado a todos los medios. Unos dicen que es cierta, otros la

  • Mireia Boya y Anna Gabriel, ambas dirigentes de la CUP

La noticia acerca de que la ex diputada de las CUP Anna Gabriel podría estar en Venezuela ha saltado a todos los medios. Unos dicen que es cierta, otros la desmienten. Algo está claro: su lema “No tenemos miedo” era tan falso como su República.

Caracas y Bruselas no son Estremera

Lo sustancial de este tema no es si Gabriel se ha ido a las tierras dictatoriales de Maduro que conoce muy bien, porque no sería la primera vez que las visita. Tampoco es relevante que la acompañase su correligionaria Mireia Boya, la que tenía una casa rural, porque estas gentes solo ocupan las propiedades de los demás, mientras que defienden a sangre y fuego las suyas. Y no sería nada del otro mundo porque este proceso de opereta ha demostrado que los tan cacareados lemas del no tenemos miedo son agua de borrajas, pura filfa, carnaza para la masa ávida de soflamas patrióticas.

Aquí, el que más y el que menos, ha procurado librarse de la justicia que ha empezado a exigir responsabilidades entre los orates que lideraban el separatismo. Lo que han hecho Puigdemont, Comín y otros es sobradamente conocido. Su mezquina cobardía les hace urdir todo tipo de tejemanejes menos venir a España y dar la cara, que sería lo propio entre gentes de bien. Lo que han hecho todos los que han pasado por delante del juez ha sido rilarse, a saber, desdecirse de cuanto habían jurado defender. Escuchar el audio de sus declaraciones produce vergüenza ajena. Todo son excusas, todo es decir que acatan la Constitución, el 155, todas sus palabras suenan a las de unos niños malcriados a los que se ha pillado copiando en el examen. Ni la declaración de independencia era nada más que simbólica ni creen ya en la vía unilateral. Han sido cobardes ante la justicia, han negado tres, diez, cien veces su profesión de fe independentista. Si éstos tenían que ser los padres fundadores de una República catalana, lo que nos hemos ahorrado es un mundo.

Los cupaires no están exentos de acobardarse ante la ley. Recuerden cuando la alcaldesa de Berga de las CUP, la que decía que habría unas hostias que parirían terror, aducía que no iría a declarar jamás de la vida hasta que la fuerza pública la fue a buscar, invitándola amablemente a que la acompañase a deponer ante el juez. Fue, claro, y no se conoce que ni siquiera se tirase por el suelo para luego decir que le habían roto no sé cuántos dedos o la habían metido mano.

Todos estos revolucionarios de salón no han tenido que correr jamás de una fuerza policial represiva en serio como eran los grises de Franco, ni mucho menos ser sometidos a los durísimos interrogatorios que en la Jefatura de Vía Layetana llevaban a cabo individuos como el tristemente famoso Creix. Tampoco se lo deseo, porque con que sus padres y abuelos hayamos pasado por eso es más que suficiente. Ahora bien, que pretendan hacernos ver la situación actual, que es la de un estado de derecho, con la de aquellos tiempos es inadmisible y una afrenta hacia los que pasaron, pasamos, por aquellas terribles situaciones.

A éstos, con solo tener que declarar ante un magistrado y exponerse a pasar un tiempo a la sombra, les entra lo que por entonces se denominaba entre los boxeadores “la cagada del terror”, es decir, el miedo que te coge justo antes de subir al ring. Son revolucionarios de boquilla.

Relaciones entre la extrema izquierda sudamericana y la de aquí

En los años ochenta tuve que acudir en nombre del PSC a no pocas reuniones a las que asistían representantes de partidos de extrema izquierda sudamericana y sus homónimos, es un decir, de aquí. Desde el Frente Sandinista de Liberación Nacional pasando por el Frente Farabundo Martí o la Plataforma de Solidaridad Cataluña-Líbano, en todas se reproducía el mismo patrón. Los de allí buscaban apoyo institucional – recuérdese que entonces el PSC era omnipotente en el ayuntamiento de Barcelona, así como en el gobierno de la nación – y hacerse propaganda; los de aquí también, solo que aprovechaban para insultar y vilipendiar a los partidos constitucionales. Bajo el paraguas del PSUC, todos los extremistas del continente iberoamericano acudían a los socialistas a buscar dinero para actos, panfletos, conferencias, conciertos, incluso barcos que llevasen vayan ustedes a saber qué.

Siempre mantuve la misma postura: a los terroristas, ni agua. Cuando algunos de los MSC, PORE, incluso PSUC, se ponía gallito y sacaba el tema etarra presentándolos como víctimas y como sus verdugos a las fuerzas de orden público, servidor se levantaba y decía que no estaba dispuesto a debatir con los apologistas de la violencia y el terror. Eso me costó bastantes disgustos con mis compañeros de aquel entonces, pero creía, y sigo creyendo, que ninguna revolución en la historia ha causado más que la miseria justamente en aquellos a los que pretendía sacar de ella.

Ahí pude comprobar como gentes del PSAN y otros radicales independentistas flirteaban, más bien chicoleaban, con aquellos sudamericanos que cantaban canciones en las que se explicaba cómo era el fusil de asalto belga FAL o como fabricar bombas caseras. Si no lo creen, busquen el casete “Guitarra armada”, de Carlos Mejía Godoy, editado por el Frente Sandinista. Se admiraba al Che, a Fidel, a Sandino, a Camilo Torres. A ninguno de ellos se les ocurría irse a vivir a Cuba, claro, pero todos tenían en sus casas posters y llevaban camisetas en las que se glosaba a aquella tropa de anti demócratas y asesinos.

Algún día habrá que hablar del papel de los comunistas en todo aquel periodo. Recuerdo en especial a Jordi Borja, todopoderoso ex Bandera roja que, bajo la protección de Pascual Maragall, hizo y deshizo desde el ayuntamiento lo que le dio la gana en este y en otros temas. Por cierto, en una de sus innumerables creaciones, un observatorio de no sé qué, trabajó, cobró e hizo sus primeras armas Ada Colau y muchos de sus actuales compañeros de viaje. Ahí dejo el dato.

Así pues, es lógico que las CUP, herederas de todo aquel mejunje, mantengan relaciones con los chavistas, hayan visitado aquel paraíso socialista y puedan pensar en el como refugio si llega el caso. Venezuela es, incluso antes de que Chávez llegase al poder, santuario para ese tipo de gentes, recuerden a De Juana Chaos y la numerosa colonia de compañeros etarras suyos que se instalaron cómodamente en el país caribeño con total aquiescencia del gobierno venezolano.

Como las CUP se compadrean con Arnaldo Otegui, al que definen como un hombre de paz, no sería nada inusual que Gabriel y otros de los suyos acabasen recalando en Caracas, esa capital que ve como la población carece absolutamente de todo, teniendo que exiliarse, estos sí, a la vecina Colombia para intentar no ya conseguir no sé qué quimeras sino simplemente comer a diario.
No es el caso de estas ex diputadas. Con sus buenos sueldos y sus patrimonios no se van para comer, sino por cobardía. Ese es el fuste de su catadura revolucionaria. Cuando Durruti se fue a Argentina lo hizo para asaltar bancos y conseguir dinero para el movimiento anarquista, ya que el leonés jamás cobró sueldo ni subvención de un Estado del que abominaba y no se permitió nunca chaquetear con el poder. Que en la Cataluña del proceso los burgueses señoritos de Convergencia hayan alternado con estos pseudo revolucionarios de opereta lo dice todo de ambos.
En el fondo, ya les digo, lo de menos es que se vayan a Venezuela, a Bruselas o a Groenlandia. Hagan lo que hagan siempre será en su propio provecho. Jamás en el de ese pueblo al que tanto dicen defender.
Con miedo es difícil hacer nada. Y una revolución, menos.

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