En el debate político español impera un fenómeno que moldea los movimientos del tablero partidista: la ceguera selectiva. Desde la irrupción de Vox en la escena pública, la izquierda mediática y sectores afines se propusieron presentar a sus dirigentes como discípulos de Nerón. Durante años la creación del estigma funcionó a la perfección para controlar a parte de la opinión pública, pero también para controlar al principal partido de la oposición. Operando a través de sus múltiples satélites mediáticos – públicos y privados – lograron marcar distancias políticas, e incluso personales, entre el Partido Popular y Vox.
La asimetría mediática entre el bloque del Gobierno y sus socios respecto a la oposición le ha permitido a la izquierda fijar el ritmo de la agenda política y señalar en qué ojo debe la opinión pública ver la viga.
No es casualidad que una mayoría de los medios sienta una profunda ceguera selectiva a la hora de valorar los pactos de la coalición de Gobierno PSOE–Unidas Podemos con los partidos que perpetraron el golpe a la democracia en Cataluña o con los herederos del terrorismo en el País Vasco.
La semana pasada, un vehemente Eduardo Madina atacó los pactos del PP con Vox señalando que no se puede pactar con un partido al que le sobran las personas con la piel de color negro. Sin entrar a discutir el racismo de una formación política cuyo líder en Cataluña es negro, sí habría que valorar el encomiable esfuerzo de del exdiputado socialista por ejercer a la perfección la ceguera selectiva.
No importa que sigan sin condenar los asesinatos de tantos ciudadanos españoles, entre los que se incluyen miembros del PSOE que lucharon por defender la libertad en el País Vasco
Nada dijo del pacto del Gobierno con partidos como ERC y Bildu para los que sí sobran los no nacionalistas de Cataluña y el País Vasco, respectivamente. Para poder pactar con los herederos de la banda terrorista ETA y con aquellos que liquidaron los derechos civiles y las libertades públicas de los catalanes en 2017, es necesario que primero se proceda al proceso de blanqueamiento de ambas formaciones políticas.
La clave para identificar la ceguera selectiva radica en la diferencia en la intensidad y vehemencia con la que se critica los pactos de la oposición frente a los del Gobierno así como en la frecuencia con la que se realizan las críticas. No importa que Bildu negocie los presupuestos a cambio de la excarcelación de terroristas. No importa que voten en contra de seguir realizando los ‘ongi etorri’ a sus héroes del crimen. No importa que sigan sin condenar los asesinatos de tantos ciudadanos españoles, entre los que se incluyen miembros del PSOE que lucharon por defender la libertad en el País Vasco.
No parece relevante que algunos socios del Gobierno reconozcan abiertamente que “les importa un comino la gobernabilidad de España”
Tampoco genera críticas que tu otro socio principal proclame que va a volver a dar un golpe de Estado cuando estén preparados. No hay incomodidad con el hecho de que el gobierno de ERC comunique que no va a cumplir la sentencia judicial del TSJC que garantiza un 25% de enseñanza en español en la escuela catalana y presione a los centros educativos para que impartan todas las clases en catalán. No parece relevante que reconozcan abiertamente que “les importa un comino la gobernabilidad de España”. Porque como todo -en política y en la vida– nunca se trata del qué sino del quién. O del contra quién.
La ceguera selectiva ha impuesto su rodillo en platós y columnas. “Haréis y diréis cosas que nos helarán la sangre” dijo como un preludio Pilar Ruiz a Patxi López tras el asesinato de su hijo Joseba Pagazaurtundúa. Cada vez más políticos, periodistas, comunicadores o analistas legitiman los pactos con Bildu y ERC en aras de la gobernabilidad de España, gobernabilidad que ya nos han dejado claro lo que les importa.
Decía George Orwell que “el poder no es un medio sino un fin en sí mismo” y es quizás la frase que mejor define los pactos del Gobierno de la nación con los nacionalistas vascos y catalanes. No existe un proyecto para España. No hay un plan de futuro compartido. El Gobierno pacta únicamente mantenerse en la Moncloa. El proyecto es el poder.
Por mucha ceguera selectiva que se ejerza, la historia no puede reescribirse. El respeto a la memoria de aquellos que dieron su vida por la libertad, mientras unos mecían el árbol y otros recogían las nueces, exige abrir los ojos.