El primero de mis deseos es el primigenio sin el cual no caben el resto, ese que suena cursi pero es condición sine qua non para que quizás se cumplan esos que de verdad queremos: que sigamos vivos y sigan vivos nuestros seres queridos o aquellos que pueden llegar a serlo; al fin y al cabo, es un misterio quién podría cruzarse en nuestro camino y cambiar a mejor nuestra vida; que tire la primera piedra quien esté libre de culpa y no haya experimentado un terremoto que lo haya sacado del letargo. Y el que no arriesga no gana, cosa que nos ha demostrado la experiencia: es la primera tesis o proposición, también llamada Teorema: "Proposición demostrable lógicamente partiendo de axiomas, postulados u otras proposiciones ya demostradas".
Y ya puestos, dado que nos toca vivir y convivir con los restantes seres vivos de nuestro planeta que en nuestro Estado de Derecho se denominan ciudadanos, que todo aquel que quiera expresar una opinión pueda hacerlo, sin que tal cosa implique que vaya a obtener lo que desea, porque la libertad de uno acaba donde empieza la del otro, porque las opiniones son diversas y a veces contradictorias, y porque la ley común rige para todos y debe respetarse: son los límites de la vida y del Estado de Derecho. Así que mi segundo deseo es que los que sienten miedo de mostrar su opinión, lo pierdan cuanto antes, y que podamos no solo pensarla sino verbalizarla aunque sea minoritaria, especialmente ahora que la política de la cancelación nos amenaza y el Gobierno de España pretende coartar el pensamiento libre y la crítica periodística que pone en cuestión la acción de los que mueven los hilos y del Poder establecido; para los que residen en comunidades autónomas donde rige el pensamiento único, ración doble y taza y media: que no se dejen amilanar por los que quieren imponer su concepto rancio de patria y su nacionalismo excluyente e identitario que limita la acción libérrima de los individuos.
Necesitamos gobiernos limpios y políticos decentes, condición primera para que las decisiones que se tomen puedan llegar a ser, si no acertadas, al menos aceptadas por los ciudadanos corrientes que cumplen las leyes y pagan religiosamente sus impuestos
Mi tercer deseo es que la Justicia y los jueces puedan seguir haciendo su trabajo, a pesar de los frenos que tratan de imponerles los que quieren tapar su corrupción y sus miserias, bien sea por ser los delincuentes que quieren salir impunes o por ser los políticos beneficiarios de sus fechorías. Necesitamos gobiernos limpios y políticos decentes, condición primera para que las decisiones que se tomen puedan llegar a ser, si no acertadas, al menos aceptadas por los ciudadanos corrientes que cumplen las leyes y pagan religiosamente sus impuestos. Lo contrario es burlarse de la gente. Y para que ello sea posible la Justicia debe ser independiente y actuar sin la presión del poder político contra los excesos de los poderosos y la acción de los delincuentes y corruptos. Y deben disponer de los recursos suficientes para llevar a cabo un trabajo que nos beneficia a todos. Porque sin Justicia independiente no hay democracia plena. Quién iba a decirlo, en 2024 y deseando cosas tan básicas.
Mejor vivir juntos que separados
Deseo que el nacionalismo y el independentismo, sean de izquierdas o de derechas, no cumplan los objetivos para los que fueron fundados: partir las sociedades, levantar una nueva frontera y crear un Estado independiente para convertir a millones de ciudadanos en extranjeros en su propia tierra. Porque es mejor vivir juntos que separados y porque la unión hace la fuerza. Ellos pueden defender sus ideas, por muy rancias y reaccionarias que sean, pero lo que no pueden es imponerlas al resto ni hacerlas pasar por progresistas, por mucho que algunos no cejen en su empeño y pretendan colarnos su mercancía averiada. Dado que cambiarlos es imposible, al menos que no nos cambien al resto. Y que quien sea nacionalista pueda seguir siéndolo pero que no nos haga comulgar con ruedas de molino. Para ello es indispensable disponer cuanto antes de un Gobierno que no se venda a sus deseos solo para mantenerse en la Moncloa sino que defienda más igualdad y más bienestar para todos, o sea, lo contrario de lo que dice su praxis política. Y ya de paso, que dispongamos de una propuesta progresista que sea capaz de combinar las políticas sociales y el Estado del Bienestar con la defensa de los más desfavorecidos y, a la vez, la unidad del Estado, condición indispensable para lo primero. Es mi cuarto deseo pero va unido al segundo: puesto que nos quieren callados o domesticados, toca, como siempre, levantar la voz y el vuelo, cosa que en última instancia depende de nosotros.
Por lo demás, que caigan los sátrapas del mundo, bien sea en Venezuela, Corea del Norte, Marruecos, Irán o Rusia, y en tantos otros lugares donde la democracia no existe o está amenazada. Y que se haga la paz en Gaza, con el respeto escrupuloso de los derechos humanos y de sus fronteras, para lo que debe acabarse antes con el terrorismo de Hamás, cuyas primeras víctimas son los gazatíes, y democratizarse el territorio. Y que se haga la paz en Ucrania, que no es la negociación entre agresores y agredidos sino la derrota implacable de Rusia y la salida de los invasores, la detención de Putin por criminal de guerra y el pago de las indemnizaciones que correspondan por las atrocidades cometidas.
Compromiso personal y político
Podría enunciar más deseos pero no es cuestión de abusar de la suerte ni ser excesivamente ambicioso: virgencita, virgencita…; debemos ser exigentes pero sin pasarnos de la raya, porque además no basta el deseo ocioso para que nuestros sueños u objetivos se cumplan, sino que debemos comprometernos personal y políticamente para que se lleven a efecto; o sea, caer en la cuenta de que la resolución de los problemas nos concierne a todos.
El agradecimiento es para ti, que me sigues leyendo. Y especialmente para ti, que comenzaste a leerme ayer mismo y te conocí en el aniversario de la caída del Muro de Berlín, ese 9 de noviembre, dos días antes de ser un año más viejo.