Opinión

En defensa propia

En España, cada vez quedan menos cosas que conformen un suelo común, una unidad de sentimiento o una coincidencia mayoritaria de pareceres. Creí haber encontrado por fin algo que todos compartiésemos, el pánico terrible que tendríamos al despertar en

En España, cada vez quedan menos cosas que conformen un suelo común, una unidad de sentimiento o una coincidencia mayoritaria de pareceres. Creí haber encontrado por fin algo que todos compartiésemos, el pánico terrible que tendríamos al despertar en mitad de la noche y encontrar a un intruso en nuestra casa con una motosierra en la mano y el derecho a defendernos. Claro que siempre pensé en gente relativamente normal, ni siquiera especialmente cabal. El resto, creí que estaban acomodados como guionistas de terror en Hollywood o legislando en el Gobierno, pero ahora descubro que también pueden ser fiscales o miembros de un jurado en un tribunal penal de Ciudad Real ¡Cuidado! El problema no son algunos sujetos descarriados, sino un Estado en guerra contra el ciudadano.

Don José Lomas, un librero de 80 años que dormía en su finca de Ciudad Real, vivió esa pesadilla en 2021 cuando descubrió a un intruso de 35 años, de origen hondureño, que había entrado a robar en su casa y llevaba su motosierra en la mano. El octogenario cogió una de sus escopetas y disparó dos veces, lo que acabó con la vida de Nelson, el asaltante. Luego llamó a la policía para comunicar lo ocurrido. Ha pasado 10 meses en prisión provisional y finalmente ha sido condenado. El fiscal pedía 12 años de cárcel para el anciano. Sus preguntas en el juicio parecían encaminadas a que el librero declarase que daba prioridad a los bienes materiales sobre las personas. No creyó que la acción fuese en legítima defensa y siete de los nueve miembros del jurado no creyeron que su acción fuese “proporcional”, término democrático que anula el derecho existencial a la supervivencia, a la legítima defensa. ¿Cuál es la proporcionalidad ante una motosierra?

En Chiloeches, dos personas entraron de noche en casa de una conocida de 22 años y la asesinaron a ella y a sus padres. Las investigaciones hablan de “un robo que salió mal”. Entendemos que porque el padre carecía de escopetas. En este caso, los fallecidos actuaron con proporcionalidad democrática, de una forma moderada y aceptable en este estado de hediondo de derecho.

No hay nada como una motosierra en medio de la noche para que se te aclaren los conceptos sobre proporcionalidad y democracia frente a la propia vida

Entiendo que nadie otorgue ya ningún valor a la inviolabilidad del domicilio. Es algo que fue arrebatado a los españoles, primero con la impunidad de la okupación, y luego con la pandemia, escenario del nuevo régimen de libertades. No pude evitar recordar un libro que me regaló un amigo sabio que me conoce, de Ernest Jünger, La emboscadura, que hace referencia a un bosque en sentido existencial. Sus reflexiones sobre la democracia, las libertades y el Estado resultan atemporales. “Los períodos prolongados de calma favorecen ciertas ilusiones ópticas. Una de ellas es la suposición de que la inviolabilidad del domicilio se funda en la Constitución, se encuentra asegurada por ella. En realidad, la inviolabilidad del domicilio se basa en el padre de familia que aparece en la puerta de la casa, acompañado de sus hijos y empuñando un hacha en la mano”. No hay nada como una motosierra en medio de la noche para que se te aclaren los conceptos sobre proporcionalidad y democracia frente a la propia vida.

“Nos salvará Europa” es lo que atisban a pronunciar las víctimas paralizadas, domadas,. Es un mantra que les escuda en la queja, en la inactividad ante la injusticia. No les importa desaparecer, sino creer que no son responsables de ello. “Esto va contra la Constitución”. ¿Y qué demonios es una Constitución sin un grupo de personas dispuestas y conscientes a defender sus derechos frente al Estado, derechos indelegables, existenciales puestos en peligro por quien dicta la ley? La violación de los derechos en la democracia moderna requiere que tenga una apariencia de legalidad reivindicada por un juez, un fiscal o la Unión Europea.

El Estado depredador

El emboscado, (el que se embosca) es una persona singular que se resiste a ser pisado por el Leviatán, consciente aún de lo que es la libertad, gracias a la cual el pueblo cobra consciencia de su propia fuerza frente al tirano. Aquí está la debilidad de éste. Sabe que existe el peligro de que los emboscados contagien sus atributos de lucidez y valentía a la masa, y el rebaño se convierta en horda.

Cuando la autoridad se vuelve criminal, para no acabar en sus manos son los hombres los que deben resistirse a ella. No esperen a que venga a salvarles el Estado, no lo hará, será quien les persiga. La Europa del siglo XXI no es un bosque donde el hombre es consciente de su libertad, sino a una jungla expansiva donde el Estado es el principal depredador al perseguirte por defenderte de los peligros que nos crea. La libertad que nos han dejado, en esta democracia en guerra contra los indefensos ciudadanos que se lo delegaron todo, es poder decidir si acabar en la cárcel como un delincuente o morir a manos de uno de ellos. Lo que parece inevitable en la democracia que tenemos en España es que el hombre ha de vivir sumido en el miedo, hasta que despierte con el emboscado.

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