Opinión

El incierto destino de la ministra Robles

Quieren empujarla a la candidatura municipal por Madrid. Ella no se deja. ¿Caerá en la próxima crisis de Gobierno? Todo cuanto rodea a Robles son incógnitas

  • La ministra de Defensa, Margarita Robles -

La canción que habla de «una chica, chica chica boom, del calibre ciento treinta y tres...» no se refiere a Margarita Robles, por mucho que aparente ser la más sensata, seria y cabal del Gobierno de Pedro Sánchez. Es solo un disfraz. La titular de Defensa parece que va a su bola en ese guirigay que es el Consejo de Ministros y que no le afectan las reyertas internas. Su independencia política nunca ha existido y es más del PSOE que el Pablo Iglesias verdadero.

La magistrada que siempre ha sido anímicamente socialista y ha hecho toda la política que le ha dado la gana, nunca se ha afiliado al partido porque los jueces lo tienen prohibido. Para compensar este hándicap, y que muchos magistrados puedan dar rienda suelta a sus instintos ideológicos, los llamados 'progresistas' idearon Jueces para la Democracia.

El baile entre la política y la Justicia tiene nombre y apellidos: Margarita Robles Fernández. Su historia arrancó en 1991, al convertirse en la primera mujer en presidir una sala de lo Penal y una Audiencia provincial de Barcelona. Fue llamada a Madrid para hacerse cargo de la subsecretaría del Ministerio de Justicia con el biministro Juan Alberto Belloch, juez y político socialista, en aquellos movidos noventa protagonizados por los escándalos del 'felipismo', con Vera y Barrionuevo, Roldán, Paesa, Rumasa, Filesa, los GAL,… Ya saben, cositas sin importancia.

Robles fue ascendida a secretaria de Estado de Interior y ahí nació la legendaria enemistad con su colega Baltasar Garzón, socio también de Jueces para la Democracia, a quien no le bastaba con su condición de togado estrella. Quería ser ministro, no lo fue y, además, lo inhabilitaron. Se comenta que continúa enredando por ahí.

En 2016 saltó a la política como diputada en el Congreso por Madrid y ahí sigue, en el Ejecutivo, para demostrar que existe ese translúcido concepto conocido como 'independencia de la Justicia'

Una vez que los españoles echaron de la Moncloa a los socialistas, por la vía de las urnas naturalmente, nuestra protagonista fue nombrada magistrada de la Audiencia Nacional. Al tiempo, seguía jugando a la política hasta alcanzar una plaza en el Tribunal Supremo y una silla como vocal del Consejo General del Poder Judicial. En 2016 saltó a la política como diputada en el Congreso por Madrid y ahí sigue, en el Ejecutivo, para demostrar que existe ese translúcido concepto conocido como 'independencia de la Justicia'

Cuando trascendió la sentencia de la Gürtel, que no era en firme, Margarita Robles mostró unos reflejos dignos de su fino olfato y le sirvió en bandeja a Pedro Sánchez el argumento decisivo, vía la intragable morcilla en el auto de su colega De Prada, para que presentara la moción de censura que envió a Mariano Rajoy a su casa, según narra Joaquín Leguina.

Cuentan que la juez y política asumió la responsabilidad de redactar el texto de la moción, al que el entonces diputado Sánchez y sus compañeros de aventuras en las primarias, Ábalos y Lastra, con el refuerzo de Redondo, dieron su visto bueno. Robles fue la encargada de registrarlo en el Congreso.

Ha logrado arrancar al presidente la promesa de un aumento del dos por ciento en el presupuesto para Defensa, aunque, como todo cuanto toca a Sánchez, habrá que esperar a ver si lo anunciado se cumple

De aquella fogosa cuadrilla, núcleo duro del denominado 'sanchismo', sólo queda en pie Robles, y debe ser por el apellido. La ministra de Defensa desaparece con la guerra de Ucrania (igual que las armas que supuestamente íbamos a enviar al país martir) y reaparece en los fastos de la OTAN como el Guadiana. Ha logrado arrancar al presidente la promesa de un aumento del 2% en el presupuesto para Defensa, aunque, como todo cuanto toca a Sánchez, habrá que esperar a ver si lo anunciado se cumple.

Los de Podemos, que por edad no han hecho la mili y, por ignorancia, desconocen que hay que respetar la autoridad y la bandera, piensan que Margarita Robles es de derechas. O de centro derecha. Y yerran. Basta repasar el episodio del descabezamiento de la directora del CNI, en respuesta a una exigencia de los separatistas, para comprobar que la ideología de Robles es mutable acorde con sus intereses. Ni pestañeó la doña, toda digna y solemne, en una conferencia de prensa que pasó a los anales de la indecencia. "Estoy muy orgullosa de los 3.000 funcionarios del Centro de Inteligencia", repetía entonces. El problema es si esos funcionarios, algunos de ellos muertos en acto de servicio, están orgullosos de ella. En su último rifirrafe institucional, ha perdido todo el control sobre los secretos oficiales que pasan a depender del área de Félix Bolaños, su gran enemigo interno y otra de sus bestias negras. Éste sí que es del partido, militante y declamante.

Crisis de Gobierno

Ya saben, Margarita Robles es una juez independiente sin carnet que va y vuelve de la judicatura a la política, del bracete del PSOE, como Pedro por su casa, que es la Moncloa. A la ministra de Defensa le queda menos de un lustro para jubilarse. Es la única superviviente del equipo fundacional de Sánchez, cuando le dobló el pulso a la vieja guardia del partido. Dan ahora por hecho que caerá en la inminente crisis de Gobierno que ya se cuece en la cabeza de Pedro. Tendrá entonces dos opciones (quizás más): regresar a la carrera judicial y pasar a formar parte de “El cortijo de los políticos callaos” o convertirse en la jefe de la oposición a Almeida en el Ayuntamiento de Madrid. No parecen destinos que colmen las aspiraciones de este singular personaje, astuto e intrigante, que, por el momento, ha conseguido siempre culminar sus planes.

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