Quizá eres una de esas personas que hoy ha madrugado para ir temprano al mercado en busca de producto fresco con el que preparar un guiso caliente para este otoño templado. Quizá has pasado la mañana en una terraza tomando un vermú con aceituna y conversación. Hay tantos quizás posibles como vidas deambulan por las calles de nuestro país. Quizá has apurado el tiempo que no tienes de lunes a viernes para cobijarte bajo las sábanas y resguardarte allí de una actualidad cruda y encarnizada que, en realidad, apenas se cuela en las sobremesas de la mayoría de los hogares españoles en los que se toma a conciencia el café por si una nueva subida de precio lo amarga.
Porque se equivocan los políticos si creen que fuera del hemiciclo y lejos del Congreso de los Diputados y de Ferraz, se habla estos días de investidura, de la guerra entre partidos, de la izquierda y de la derecha, de quien es más y quien menos, de los extremos, los pactos, de la polarización en la que vivimos. Se equivocan si creen que el grueso de los ciudadanos se mueve al ritmo de una ley de amnistía que nadie entiende por qué no se hizo y se anunció antes de las elecciones si tan importante y necesaria era para la convivencia. Una ley que sí que esperaban PP y VOX en la sesión de investidura -como el campo seco la lluvia- y que no fue más que un apartado escaso de diez minutos largos en un discurso de casi dos horas en el que Sánchez la redujo a un “las circunstancias son las que son y hay que hacer de la necesidad virtud”. Y aun con eso ya fue más que lo que le dedicó a su polémico acuerdo de legislatura con Junts.
El caso es que se les llena la boca a sus señorías asegurando que gobiernan por nosotros, pero nada de lo que dicen o hacen es por nuestro bien. Es inmenso el muro que separa lo que ellos promulgan de lo que a nosotros nos preocupa. Son otros nuestros problemas diarios; otros, nuestros modos de afrontarlos. No hay conexión, no hay match -como dicen ahora los jóvenes-, no hablamos el mismo idioma los que estamos fuera de la cámara baja y los que se refugian dentro, de la calle. Falta claridad, valentía en la política, un proyecto económico y social que nos respalde. Y sobran los reproches, los puñetazos dialécticos, los golpes bajos, la violencia verbal, las risas maquiavélicas, las llamadas al orden como en el instituto, las acusaciones gruesas que hay que borrar del diario de sesiones y hasta algún “hijo de puta” escapado en la tribuna de invitados de boca, ni más ni menos, que de una presidenta de Comunidad. Ese es el nivel. Ese y no otro, desgraciadamente.
Nada de lo que se ha dicho allí entre el miércoles y el jueves me sirve o me tranquiliza o me devuelve la fe en unos políticos que tienen una tarea pendiente desde hace ya demasiado: volver a ilusionar a los votantes, a los que les colocamos en esos escaños que, una vez ocupan, les alejan de lo que ocurre en las casas, en los bares, en los hospitales, residencias, autobuses, colegios, tiendas, restaurantes. Todos estos lugares están fuera de foco, como fuera de portadas de periódicos y sumarios de informativos quedan siempre las promesas o medidas anunciadas por el ya presidente como el transporte gratuito a menores, jóvenes y personas desempleadas o la reducción del IVA a los alimentos o el plan para reducir las listas de espera en la Sanidad. Y llamadme loca, pero han sido esas ayudas las únicas que me han podido interesar de todo ese espectáculo estruendoso.
Y en mitad del bullicio generado por diputados y diputadas varias, encontrarme en televisión con el siempre ansiado anuncio de la lotería de navidad ha sido como música celestial para mis oídos. Un spot que ha visto la luz, paradojas de la vida, coincidiendo con la proclamación de Sánchez por mayoría absoluta. Es curioso, dice el presidente de Loterías y Apuestas del Estado que lo que busca en esta ocasión la campaña es poner el énfasis “en lo que de verdad importa, que son las personas que nos rodean” y de ahí su lema: “la suerte de tenernos”. Y al leer esto, no puedo más que llevarlo al tema que me atañe y plantearme la siguiente pregunta: ¿es una suerte teneros? ¿A los que estáis ahí, representándonos en la política? Hoy, mi respuesta es no. No salvo a ninguno. Mañana, ojalá algún representante inspirador me haga cambiar de opinión.
vallecas
Este es el camino Dª Ane, ha vuelto a lo que mejor sabe hacer, columnas noñas y sin contenido, cosas que no importan a nadie. Sánchez sin venir a qué, desde la tribuna le insultó llamándola ladrona y corrupta, sin pruebas, y solo una cámara capciosa y leyéndole los labios (nadie lo oyó) intuyó lo que dijo. Tu sesgo no puede evitar ser una mala persona. Ese es tu nivel Ane Ese y no otro, desgraciadamente.
Reliable1
Ni tampoco a la Feria de las Vanidades (Vanity Fair) de William Makepeace Thackeray...."una feria interminable en una ciudad llamada Vanidad, que pretendía representar la atracción pecaminosa del hombre por las cosas mundanas." ¿Qué tiene que ver lo de hoy en la Carrera de San Jerónimo con "lo pecaminoso" Sra. Gamarra.?
Talleyrand
La hoguera de las vanidades, creada por el inquisidor Savonarola en la rica y divertida Florencia del s XV. Savonarola obligaba a quemar los vestidos bellos de las damas florentinas, y objetos preciosos en una hoguera junto al duomo. La llamo así y tuvo también como destinatario al propio inquisidor que murió quemado por el pueblo florentino harto de él y sus hogueras. Un bello ejemplo,de cómo se acaba con los tiranos, por cierto muy actual.