El primer ministro español ha realizado un viaje a EEUU, después del fiasco con el presidente Biden por un pasillo de Bruselas: Sánchez buscaba provocar un encuentro con la lógica de un becario, mientras Biden iba caminando a lo suyo y ni se dignó atender su intrusión.
Ahora la Moncloa justifica el viaje sin contactos oficiales en busca de inversiones, exhibiendo como reclamo los 140.000 millones de euros de los Fondos Europeos, pese a que las "uvas aun están verdes".
Se le ha visto por la Quinta Avenida de New York, se ha reunido con bancos y grandes fondos de inversión, como JP Morgan, Soros Fund Management, Bloomberg, Goldman Sachs y empresas de gestión de activos como Larry Fink.
En California, ha tenido encuentros culturales y con ejecutivos de medios audiovisuales, como la empresa Apple y otras empresas tecnológicas y productoras de cine. Concedió entrevistas en determinados medios. En la cadena CNN, se ha opuesto a la política de Washington sobre Cuba, definido como "Estado fallido que reprime a sus ciudadanos", con una posición contraria al intervencionismo y las sanciones. Conducta equidistante. Alguien dirá que diplomática, pero desde la perspectiva ética legitima de facto la dictadura y opera en contra de los ciudadanos cubanos.
En un tuit (21.07.2021), Sánchez afirma que "España está definiendo la hoja de ruta para modernizar su economía y quiere contar con el sector privado de EEUU (…) Ambos países debemos ser aliados frente a los grandes retos globales".
Los inversores han mostrado dudas razonables sobre las políticas españolas en vivienda, control del alquiler, la permisividad con "ocupas", la influencia de los comunistas en el gobierno…
Según informan medios progubernamentales españoles, Sánchez se ha presentado al corazón capitalista de EEUU como un "socialdemócrata moderado" que busca inversiones, al tiempo que dice garantizar estabilidad política y reformas, aprobadas por Bruselas. Viaje sin resultados, sin encargos concretos, a la espera de acuerdos en otoño, negociados entre equipos técnicos. Los inversores han mostrado dudas razonables sobre las políticas españolas en vivienda, control del alquiler, la permisividad con "ocupas", la influencia de los comunistas en el gobierno…
Intenta venderse como un viaje de éxito, cuando es impropio que un presidente de España viaje a EE. UU. como un agente privado, eso si, con mucho aparato. Ninguna institución pública lo ha recibido a su pesar. Algo sustancial no va bien.
El contraste alemán
Días antes, la canciller alemana Merkel era recibida por el presidente Biden en la Casa Blanca con honores y con la amistad entre ambos países. Alemania es socio económico y aliado de la OTAN. Se destaca el liderazgo europeo de Merkel y se enfatiza la colaboración entre ambos países, tratada por equipos gubernamentales bilaterales, con relación al cambio climático, el mapa geopolítico mundial con Rusia y China en la escena, el papel de Alemania, el liderazgo planetario de EEUU…
El contraste entre ambas situaciones llama la atención: la "realidad" de intereses económicos y geopolíticos entre Berlín y Washington y la "aspiración" de Madrid, representada por Sánchez, de ser actor sin que cuente para lo importante de los "grandes retos globales".
España dejó de ser actor global desde el siglo XIX y entró en un proceso, que, visto retrospectivamente, ha sido autodestructivo, cuyas élites políticas e intelectuales no estuvieron a la altura de los retos de su tiempo: cegueras ideológicas totalitarias, deconstrucción institucional entre monarquías y repúblicas, constituciones varias, revoluciones, guerras civiles, pronunciamientos militares, dictaduras, deterioro socioeconómico, aislamiento… Qué lejos queda cuando el dólar español (real-de-a-8) era la primera divisa de uso mundial y primera moneda de curso legal en EEUU (piece of eight), hasta 1857. Aunque, eso sí, todavía son vigentes las leyes castellanas del siglo XIII (las 7 Partidas de Alfonso X, el Sabio) en la jurisprudencia, especialmente, en el derecho procesal y privado en California, Luisiana, Nuevo México…
Insolvencia económica soportada hasta ahora por el Banco Central Europeo, con un sistema productivo dependiente de servicios, como el turismo golpeado por la pandemia
El principio de realidad se impone. España, con la unión que supuso la Transición democrática, creó avances considerables en desarrollo, integración europea y en organismos internacionales trasladando al mundo una imagen positiva de libertades democráticas y solvencia, como acreditó la Expo de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona de 1992. Pero, desde entonces al presente, está en clara inflexión arrastrando problemas sin resolver y creando otros. Washington los conoce muy bien a través de informes de los servicios secretos, embajada y consulados: insolvencia económica soportada hasta ahora por el Banco Central Europeo, con un sistema productivo dependiente de servicios, como el turismo golpeado por la pandemia; baja competitividad; la deuda llega al 1,4 del PIB; el déficit, descontrolado; la tasa de paro, estructural (15,5%, a finales del 2020); fracturas interiores por la centrifugación autonómica, cara e ineficiente; hegemonía de los nacionalismos etnicistas vasco y catalán, y su influencia en Navarra, Valencia y Baleares, contrarios a la Nación de españoles; insurrección del separatismo catalán en 2017; deterioro sociocultural que desgaja la unidad de la Nación española en memoria compartida, lengua y símbolos comunes, en espacios donde el Estado no controla ni existe.
Rumbo al Estado fallido
Sin duda, el establishment institucional y económico norteamericano debe tener reservas sobre el actual gobierno voluntarista de España, presidido por Sánchez, formado en minoría del PSOE, por un pacto entre socialistas y comunistas con apoyo de separatistas vascos y catalanes, consecuencia del atípico sistema electoral español con partidos separatistas antiespañoles en las Cortes Generales, que constitucionalmente representan al "pueblo español" (art. 66.1 CE), titular de la “soberanía nacional”. Con la rémora de los problemas candentes e irresolutos, con una Constitución que no se respeta en su integridad esencial, España tiene números para ser un estado fallido.
En estas condiciones, cómo puede ser España aliado de Occidente frente a los grandes retos globales, cuyos enemigos son precisamente los enemigos de la libertad: el totalitarismo comunista, con todas sus manifestaciones, y los nacionalismos fragmentarios.
En la conducta de Sánchez deben apreciar un desajuste entre "imagen-discurso" (hot president, Superman…moderado socialdemócrata) y "hechos-realidad" (expuestos más arriba) que le hacen poco fiable. Y si, de verdad, está blanqueando el comunismo y dando alas al nacionalismo separatista. Para ser creíble a la administración norteamericana y a los inversores más honestos (los buitres sabrán aprovechar su debilidad) deberá dilucidar, si todavía es posible, estas dudas fundamentales que ponen en cuestión su madurez personal, pero que afectan a la Nación española a la que representa.