Me siento ciudadano español porque una Constitución, la española, me devolvió, y nos devolvió a todos, los derechos de ciudadanía que nos habían sido arrebatados violentamente. Y en base a esa Constitución que me da derechos de ciudadanía quiero decir lo que pienso sobre la cuestión nacional que tanto me ocupa y preocupa como español y demócrata.
La inmensa mayoría de los españoles nos sentimos tan seguros y tan libres siéndolo que no necesitamos más afirmaciones. Ya está bien con ser extremeños, murcianos, andaluces, castellanos…, españoles y ciudadanos europeos. ¿Qué más queremos? No nos añade nada que nos adjetiven más. Entendemos que otros necesiten más apellidos para poder saber quiénes son y de donde vienen.
Hoy, en España, se puede ser catalanista, vasquista, andalucista, galleguista, incluso europeísta, pero parece que está prohibido ser españolista, por la sencilla razón de que inmediatamente eres tachado de antinacionalista o de nacionalista reaccionario español. Esa tendencia o esa moda a etiquetar a cualquier crítico de las posiciones nacionalistas, como un irredento nacionalista español, alcanza, casi automáticamente, a todos cuantos hemos hecho manifestaciones en ese sentido.
Se puede ser catalanista, vasquista, andalucista, galleguista, pero parece que está prohibido ser españolista, porque inmediatamente eres tachado de nacionalista reaccionario español
En ningún caso puede afirmarse en serio que España haya sido o sea un Estado multi o plurinacional; otra cosa es que algunos lo pretendan, pero no puede legitimarse ese deseo en el pasado histórico. España ha estado estructurada por reinos, estados, regiones, pero nunca por naciones. Afirmaciones como ésta sé que provocarán el insulto, pero sería deseable que quienes mantienen lo contrario, fueran capaces de ilustrarnos con argumentos y no con descalificaciones.
¿Significa esto que quienes negamos el carácter multinacional de España concebimos a ésta como un todo homogéneo y uniforme? La Constitución responde y nos dice que España es una unidad pero diversa, compleja y descentralizada, es decir, un Estado no centralista y, en consecuencia, autonómico o federal. Si en el debate constitucional en el Congreso y en el Senado no se definió el nuevo Estado como federal fue para evitar el recuerdo a la I República que tan desastrosa resultó para los intereses de España. Nadie tuvo el más mínimo interés en provocar comparaciones entre lo que se pretendía con el título VIII de la Constitución de 1978 y el “Viva Cartagena” de la Constitución federal de 1873.
Si en el debate constitucional en el Congreso y en el Senado no se definió el nuevo Estado como federal fue para evitar el recuerdo a la I República que tan desastrosa resultó para los intereses de España
Somos muchos los españoles que aceptamos la división entre regiones y nacionalidades; que la entendemos y la defendemos; que aceptamos los hechos diferenciales en el funcionamiento del Estado, siempre que el hecho diferencial no resulte una discriminación para el resto de los ciudadanos. Comprendemos el hecho diferencial, incluso su impacto desde cualquier punto de vista, sea este institucional o financiero; no aceptamos que ese reconocimiento suponga cualquier tipo de privilegio o discriminación.
Estoy tan seguro de que esto es así, que cuando la suma de fuerzas políticas de ámbito estatal -PP y PSOE-, se situaban en el 80% del voto de toda España, nadie quiso abusar de esa mayoría para aplastar el hecho diferencial que representaba el 10% del voto de Comunidades Autónomas que tienen reconocidos constitucional y estatutariamente esos hechos diferenciales. Y con igual rotundidad manifiesto que lo contrario tampoco sería legítimo ni aceptable; es decir, que la minoría nacionalista, aunque fuera mayoría en su territorio, creyera que puede imponer su voluntad a la mayoría de los españoles.
Por eso no es posible ese disparate del derecho de autodeterminación que algunos reivindican, sencillamente porque es inaplicable por inconstitucional. Para aplicarlo habría que acabar con la Constitución. La autodeterminación se atribuye a la soberanía, y la soberanía al pueblo español en su conjunto. Puede que haya quien discuta esta atribución de soberanía, pero así es la Constitución mientras no se modifique, y para modificarla habrá que contar con la voluntad mayoritaria de todos los españoles.
Por eso no es posible ese disparate del derecho de autodeterminación que algunos reivindican, sencillamente porque es inaplicable por inconstitucional
La nacionalidad, en este caso la española, es algo que se adquiere con el nacimiento y la inscripción en el Registro. Puesto que no se trata de un sacramento, debemos concluir que la nacionalidad española no imprime carácter, de donde se infiere que aquellos que no la quieran deberían individualmente pedir su renuncia a ella, sin pretender arrastrar a todo un pueblo a esa renuncia. En caso contrario se entenderá que se quiere ser español. ¡Como se quiera! ¡Con las diferencias que se quieran! incluido el ser español no practicante. Y los españoles, por muy diferentes que seamos, somos todos iguales ante las leyes. Y, todos, empezando por el gobierno de España, tenemos la obligación de cumplirlas y hacerlas cumplir.