Amigos muy queridos, bien intencionados y algo confundidos, me envían en contra de mi parecer y necesidades, pequeños videos en los que sale el presidente del Gobierno diciendo sandeces, proclamando obviedades y echando mentiras con la devoción de un perfecto embustero. Les digo que no preciso de estos momentos que causan en mí gran enfado y bastante irritación. Desde los tiempos de la segunda mayoría de Aznar no recuerdo algo similar, si bien es verdad que eran las políticas de aquel y no sus mentiras las que me provocaban gran rebote. Pero estamos en 2025, y el señor que envenena mis sueños lleva ya siete años donde jamás imaginó.
A veces pienso que es el electricista que dirige el Psoe el que perpetra estos videos, y los envía a algunos columnistas para que suframos y nos desgastemos en una especie de función titulada "¡Aléjate de mí Satanás!" Comenzar el día con una ensalada de patrañas que nadie, y repito nadie, en su sano juicio se puede creer, es algo que no merecemos. Les digo a mis voluntariosos amigos que ya me defiendo yo no viendo los telediarios; les cuento que, cada vez que sale el gran falaz, pronto me levanto de la silla como si hubiera fuego en la casa. A la espera estoy de que la tecnología invente un televisor que de forma automática cambie de canal cada vez que salga la cara del novelero presidente que, como se decía antes, nos hemos dado a nosotros mismos.
Claro que antes era más verdad que ahora, a tenor de cómo ha llegado este hombre a la Moncloa. Nunca como en este momento el verbo gobernar ha resultado ser un sinónimo preciso de maltratar.
¿Queda alguna línea roja?
Hay expresiones que uno intenta utilizar con mucho cuidado, sobre todo porque dan algo de miedo a quienes las hemos conocido aplicadas a la realidad. Golpe de Estado es una de ellas. En la memoria tenemos el de Tejero, Milans, Armada et allí que algún día conoceremos. Aquello, aunque esperado, dio miedo al principio, risa casi al final, y pena por el país que sumaba un pronunciamiento más a una larga colección de golpes. Por lo general, son cosa de los militares. Los civiles se han asomado poco a esa experiencia en la que el pueblo siempre termina pagando. Los golpes son rápidos, repentinos y de corta duración, y eso hace que haya otros que los españoles -¿ciudadanía dice la progresía?- no aprecien cuando se está, gestando o produciendo. Quizá sea su lentitud la que nos confunde. Esa lentitud de la gota que cae insistentemente y no rompe la roca, pero la desgasta hasta hacerla desaparecer.
Gota a gota nuestras instituciones más sagradas se erosionan y deterioran ante la mirada de una parte de la opinión pública que no sabe qué hacer. Mi querido compañero José Antonio Zarzalejos, después del aviso del magistrado Manuel Marchena, cree que este país se está rebelando. Tengo mis dudas. Puede que la rebelión sea como el golpe que nos están dando, indolente y disimulada.
Las sesiones de control al Gobierno son para controlar a la oposición, y el presidente lleva meses sin responder a lo que se le pregunta sin que la señora Armengol lo llame al orden
El sedicente Gobierno progresista, en el que manda un partido de extrema derecha, xenófobo y antiespañol, se ha hecho con el control del Tribunal Constitucional, que abiertamente funciona como una tercera cámara parlamentaria cuando no como tribunal corrector de las decisiones del Supremo, que hasta la llegada de esta gente pensábamos que eran sagradas. Ha vaciado de competencias el Congreso de los Diputados, poniendo a una señora de presidenta que no es otra cosa que una correa transmisora entre Ferraz, la Moncloa y la Carrera de San Jerónimo. Las sesiones de control al Gobierno son para controlar a la oposición, y el presidente lleva meses sin responder a lo que se le pregunta sin que la señora Armengol lo llame al orden.
Hay ministros tan torpes y agradecidos como el de la cosa digital, secretario de los incautos socialistas madrileños y zascandil en los turbios movimientos con Vivendi, como Óscar López que se hacen un lío con la presunta mayoría social que abriga a este Gobierno. Ni mayoría social, ni mayoría electoral, ni mayoría popular y, ya que nos ponemos, ni mayoría demoscópica como no sean las trampas de Tezanos. Sánchez, que no le ganó las elecciones a Feijóo, gobierna con una mayoría parlamentaria cuya legalidad no discuto, pero que hoy sí matizo y considero de forma distinta cuando esa mayoría está formada por partidos de extrema izquierda, lo que está en el alma de este Psoe ramplón que ha renunciado a ganar unos comicios por mayoría simple o suficiente, pero también por formaciones cuya voluntad nada tiene que ver con el interés de los españoles. Por si fuera poco, esa mayoría parlamentaria, legal y siniestra, la dirige desde Waterloo un tipo verdadero epítome del político xenófobo y antiespañol. Si, además, Sánchez insiste en gobernar sin el Congreso y a base de decretos; si ha firmado a día de hoy 155 reales decretos, 26 más que Felipe González en 13 años, ustedes me dirán ante que estamos. Félix Bolaños, ¿blanco y en botella?
“O presupuestos o elecciones. España no puede estar paralizada. Si no aprueba los presupuestos tiene que convocar elecciones. Cómo mínimo Rajoy tiene que someterse a una moción de confianza”. (Sánchez)
Con un poder judicial tocado y un Constitucional lleno de vicios, sin un legislativo fuerte, con una parte de la prensa controlada y otra amenazada y con un gabinete ministerial de escaso nivel, ustedes me dirán ante qué estamos.
El último video que me han mandado mis amigos tiene que ver con los presupuestos generales, que serán nuevamente prorrogados. Sale ahí el presidente en tiempos de Rajoy y se pone muy serio para decir textualmente: “O presupuestos o elecciones. España no puede estar paralizada. Si no aprueba los presupuestos tiene que convocar elecciones. Cómo mínimo Rajoy tiene que someterse a una moción de confianza”.
En su momento, René Descartes nos dijo que es prudente no fiarse por entero de quienes nos han engañado una vez. ¿Una? Es una pena que no haya aquí, como hubo en Estados Unidos, un periódico que lleve la cuenta de las mentiras del gran embustero que nos gobierna. O eso parece.
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