Con esas espantosas luces abstractas en las calles de cualquier ciudad de España, uno ya no sabe qué se celebra en esta época del año, si la declaración de la mujer del Presidente del Gobierno frente al juez, el crimen y abandono a los valencianos o que España es un país cada vez más islamizado. No es un hecho aislado sin importancia que en el barrio del Raval en Barcelona los socialistas de Collboni hayan presentado «luces de invierno» como proyecto de alumbrado sin motivos religiosos —cristianos, se entiende. La justificación es que en ese barrio hay mayor concentración de musulmanes del norte de África que en Tánger. El responsable afirmaba que «un barrio multicultural reclama un alumbrado inclusivo para todos» —salvo para los cristianos. Una vecina entrevistada no nacida en Cataluña lo celebraba como «lo apropiado también para todos los que pasamos del «rollo religioso» y queremos ver luces». Es asombroso que no sucedan cosas peores de las que ya suceden en la democracia. Llegan estas fechas y casi ningún preadolescente de colegio público sabe bien qué se celebra en Navidad, «regalos y comida» contestan como si fuesen de otra especie por civilizar. Sin embargo sí saben que el Islam es una religión a respetar.
El laicismo ha sido la principal puerta del Islam a una Europa que se odia a sí misma. En España todo llega tarde, pero cuando lo hace es a lo grande. Debido al carácter hispano de la inmigración este proceso de islamización se ha ralentizado, pero el auge está siendo acelerado por la sociología esquizoide de España, repleta de enemigos internos de la nación que ante todo son profundamente anticatólicos. Personajes como el olentzero vasco o el l´anguleru asturiano, incentivados al calor del presupuesto público antiespañol forman la construcción de una identidad distinta, cutre y vacía, pero diferenciada. Figuras descristianizadas para crear una Navidad alrededor de algo superficial y pagano mientras se desprecia la tradición propia, la más grandiosa de todas ellas.
El Cristianismo ha pasado de ser lo común en toda Europa a ser el gran tabú de la sociedad descompuesta
El Cristianismo ha pasado de ser lo común en toda Europa a ser el gran tabú de la sociedad descompuesta, consumista y «liberada» de toda identidad. La vuelta a las catacumbas sociales de la espiritualidad cristiana más allá de lo folclórico ha provocado incluso que muchos cristianos asuman con normalidad la clandestinidad. Se acepta socialmente por muchos de ellos que lo que une y cohesiona la sociedad es el laicismo, el rechazo a Dios, que no es otra cosa que la contracristiandad. En esta Europa, en este erial moral del laicismo integrista planificado por hombres que se creen dioses lo que no ha parado de crecer y expandirse es el Islam, que sin una sociedad cohesionada enfrente alrededor de un Dios verdadero, sino dividida y asqueada de sí misma con fallidas democracias constitucionales, ha podido penetrar como un machete afilado en la mantequilla moral de las sociedades abiertas en Europa.
La tolerancia no es una virtud. En Europa se ha creado un carácter débil y apático en el europeo de odio a sí mismo a lo que llamaron «tener valores cívicos». Una identidad democrática basada en conceptos engañosos como la tolerancia, cuyo verdadero significado en la posmodernidad es la indiferencia entre el bien y el mal. Sin embargo, su uso junto con el de «inclusivo» en realidad significa desprecio al Cristianismo y la civilización occidental, sin que exista la posibilidad de defensa.
En Europa se ha creado un carácter débil y apático en el europeo de odio a sí mismo a lo que llamaron «tener valores cívicos»
En un momento en el que hasta el más socialista del norte de Europa tiene discursos contra la islamización y se busca volver a una tradición remotamente cristiana ante la debacle del modelo migratorio, en España «el centro derecha» defiende todas y cada una de las recetas que han llevado a Europa a blindar mercadillo navideños.
Si no fuese porque algunos realmente celebramos el nacimiento de Jesucristo, el hecho más trascendental de la historia de la humanidad, se sea o no consciente, estas fechas serían muy difíciles de digerir.
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Ildefonso
18/12/2024 09:22
Comparto el análisis salvo por una precisión terminológica y conceptual. Se confunde "tolerar" con "consentir". La tolerancia es virtud del fuerte y del competente para distinguir qué se puede o no tolerar. por ejemplo, una pieza con algún pequeño defecto si no la imposibilita apara su función. En cambio consentir es lo que explica la autora. La incapacidad intelectual para distinguir lo bueno de lo malo, lo que se puede o no admitir o bien la falta de voluntad o de firmeza para aplicarlo. Lo que abunda en España es consentimiento no tolerancia.
Bluesman
18/12/2024 09:40
Soy como soy, creo en lo que creo y celebro lo que quiera. Si tengo que hacerlo en privado o en secreto (a lo '1984' o "Farenheit 451'), que así sea. Puede venir el politiquillo de turno y pedir que adoremos a un nuevo dios woke, vestirnos las calles con trapos multicolor y lámparas de luz incluyente, que yo seguiré celebrando lo que yo quiera.
Birmania
No siempre nos civilizamos en la dirección correcta. Hay situaciones en las que es peligroso dejar cabos sueltos.
José Alejandro Vara
Debería salir como Craxi. Aquí, quizás no tan mal.
jmop0759
18/12/2024 10:00
Veo que poner el dedo en llaga es su mejor habilidad, yo también pienso que las democracias occidentales están en decadencia incluso algunas en descomposición, lo de las olimpiadas en Paris me sirve de ejemplo, hemos renunciado a nuestros principios y sin ellos no se va a ninguna parte
Talleyrand
18/12/2024 12:26
El mundo woke del que como los ultimos de Filipinas (en malo claro) esta toda la izquierda española, se acaba. Son sus ultimos estertores. llegan tarde y ademas sobreactuando como anticristianos y proislamicos lo cual es ya una contradiccion suicida. Una mas. De America viene el cambio y va a arrasar. Esperemos que para bien porque las sociedades occidentales gracias a sus politicos corruptos estan en la UCI.
secreboiras
18/12/2024 20:13
Excelente razonamiento. Gracias por el buen sabor que deja.