La Unión Europea es fruto del diálogo realista entre la necesidad y la virtud. Siempre lo fue, desde sus inicios. El coronavirus ha azotado intensamente a tres importantes economías europeas –Italia, España, Francia– que, de caer, arrastrarían consigo al euro y, por ende, a todo el edificio de la Unión. Por eso es una necesidad salvarlas, aunque esa necesidad sea impulsada por la virtud de la solidaridad que siempre inspiró la integración europea. Pero además de esa virtud, 'los países frugales' han recordado otra fundamental, poco practicada en España o Italia, que es la responsabilidad.
El dinero llegará, no tanto como Sánchez quería, y vendrá a cambio de necesarias reformas estructurales que impidan el excesivo endeudamiento de España y un déficit inasumible. Nos hallamos en un momento decisivo para modernizar nuestra economía al calor del impulso europeo. Eso implica que el Gobierno habrá de rectificar su política económica y rebajar el grosor de su 'escudo social'. Estaremos atentos al juego de palabras que muy pronto utilizarán Moncloa y sus terminales mediáticas para disimular los recortes que nos vienen. En algunos titulares ya intuimos algunos de esos juegos: “giro económico” para “la reconstrucción”, por ejemplo. Y vendrán más por ese estilo.
Los aplausos que Sánchez recibió de sus ministros al llegar de Bruselas revelan la naturaleza de este Gobierno: pura propaganda, estudiada performance para escamotear la realidad, no siempre amable. Y ahí estamos, en un episodio más del largo pulso que este Ejecutivo libra contra el mundo real, donde la crisis sanitaria y económica se envuelve en aplausos para sublimar fracasos e impotencias.
El Gobierno ha huido de su responsabilidad a la hora de asumir y transmitir la gravedad de la pandemia y sus consecuencias
Aquellos aplausos merecidos al personal sanitario no estuvieron acompañados de un relato fidedigno del drama vivido. Cada verano sufrimos las duras campañas de la DGT contra los accidentes de tráfico. Las crudas ficciones expuestas en la pantalla se justifican para concienciar de los peligros que entraña una conducción irresponsable, sin embargo, el coronavirus no ha generado este tipo de campañas porque el Gobierno ha huido de su responsabilidad a la hora de asumir la gravedad de la pandemia y sus consecuencias. No hacía falta rodar dramáticas escenas en hospitales para convencer a la sociedad de la seria crisis que atravesamos, bastaba con permitir que la realidad fuera transmitida por televisión. Una realidad que no cala a través de guarismos, estadísticas y curvas de fallecidos. La frialdad del número esconde el drama que guardan cientos de ataúdes alineados en el Palacio de Hielo. Y no vimos qué pasaba en aquella improvisada morgue.
Su ansiado juguete
Ahora, alarmados, se escuchan por doquier lamentos sobre la excesiva relajación post-confinamiento. Una sociedad infantilizada genera este tipo de gobernantes, niños caprichosos cuyo único objetivo es seguir disfrutando de su ansiado juguete, el poder, a costa de lo que sea. Estamos en un cruce de caminos, en un auténtico cambio de época, y me temo que los aplausos de autocomplacencia no garantizan horizontes despejados. Los 'frugales' tienen razón: no hay solidaridad sin responsabilidad.