Opinión

El peor PNV gana aún por la mínima

Políticos, politólogos, periodistas y analistas en general solemos proyectar nuestros deseos como realidades y hay una que no hemos visto satisfecha todavía en casi medio siglo de democracia: ver al PNV morder el polvo de una de

Políticos, politólogos, periodistas y analistas en general solemos proyectar nuestros deseos como realidades y hay una que no hemos visto satisfecha todavía en casi medio siglo de democracia: ver al PNV morder el polvo de una derrota dura, igual que vimos en su día al PSOE de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, al PP de José María Aznar y Mariano Rajoy, e incluso a la todopoderosa CiU tras los 25 años de paz en aquella Cataluña del oasis de Jordi Pujol… Y se nos nota. Mucho.

No hablo de una derrota cualquiera, no me refiero al ahora vuelvo que resultó ser aquella investidura paréntesis del socialista Patxi López en 2009, finiquitada en 2012 con la devolución del Gobierno Vasco a Íñigo Urkullu para otros doce largos años y vuelta a empezar, no; habló de una salida de los jeltzales del poder con mayúsculas, con su década de travesía del desierto y sus miles de colocados cesantes, a la mejor tradición hispana tan magistralmente relatada por Benito Pérez Galdós, incluidas empresas satélite que viven de lo público y de las decisiones que emanan de Sabin Etxea, sede bilbaína del PNV.

Se ven muchos plumeros contrariados en la opinión de estos días, para qué andarnos con tapujos; se percibe que el resultado de las elecciones vascas, ese “lo han vuelto a hacer”, ha descolocado a gentes en las antípodas unas de otras a las que, únicamente, les une un indisimulado deseo de que el PNV muerda el polvo, que ya toca.

La tozuda realidad es que nada ha cambiado y el PNV “lo ha vuelto a hacer”; ha vuelto a hacer buena aquella frase para la historia del delantero Gary Lineker: “El fútbol son once contra once y siempre gana Alemania”. En sustitución de Urkullu, administrará el País Vasco un desconocido Imanol Pradales y en 2028 veremos qué pasa

Hemos podido leer y escuchar escenarios que de tan contrapuestos y apocalípticos se tornan irreales. A saber, fuera del País Vasco mucha gente tiene la sensación de que el enemigo (Bildu) está a cuatro años de romper quinientos años y pico de unidad de España (¡con poco más del 30% de los votos!); que esta vez no ha podido ser, pero en 2028, seguro.

Y en las antípodas podemos oír a Arnaldo Otegi vanagloriándose de que ya son primera fuerza política (sic) en la mítica Euskalherria que englobaría, además del País Vasco, Navarra y los tres departamentos Vasco-franceses (con permiso del presidente francés, Emmanuel Macron, supongo) tocando el poder con la yema de los dedos.

La tozuda realidad

Una desmesura todo. La realidad, la tozuda realidad, es que nada ha cambiado y que el PNV nos “lo ha vuelto a hacer” en el último minuto como el Real Madrid lo suele hacer en el Bernabéu, paradojas del destino la última vez al Barsa éste mismo domingo mientras se producía el recuento electoral vasco. El viejo partido ha vuelto a hacer buena en la política española aquella frase para la historia del delantero británico Gary Lineker: “El fútbol son once contra once y siempre gana Alemania”.

En sustitución del soso Urkullu gobernará un desconocido Imanol Pradales otra vez con apoyo del PSOE, y dentro de cuatro años veremos qué ocurre en las urnas. Parafraseando a aquel Felipe González de 1982, la población, en su inmensa mayoría, ha votado para que su país funcione, para que disminuyan las listas de espera en la Sanidad y la sensación de inseguridad (falsa, en buena medida) que padecen sus principales ciudades.

Pradales ha sido votado por los suyos y va a ser reelegido lendakari con apoyo del PSOE para arreglar el desaguisado administrativo y económico en el que anda metido un País Vasco muy envejecido durante la última década, no para iniciar ningún procès a la vasca; en definitiva, para que el envidiado Estado de Bienestar Vasco no decaiga. Punto final.

Pradales ha sido votado por los suyos y va a ser reelegido lendakari con apoyo de los socialistas para arreglar el desaguisado administrativo y económico en el que anda metido un País Vasco alarmantemente envejecido durante la última década, no para iniciar ningún procès a la vasca; en definitiva, para que el envidiado por el resto de españoles Estado de Bienestar Vasco no decaiga. Punto final.

Puede que gesticule y hasta sobreactúe su lado soberanista, siempre de común acuerdo con el socialista Eneko Andueza -probable próximo vicelendakari-, para no dejar en manos de Bildu la pulsión identitaria que anida en buena parte de la sociedad vasca, pero no hará nada que ponga en riesgo la cuidada operación puesta en marcha por Sabin Etxea con el fin de devolver a PNV la imagen perdida de buen gestor ante esa misma sociedad.

Pradales, el todavía presidente del PNV, Andoni Ortúzar, y la plana mayor del partido no quieren oír hablar de repetir allí el desastroso escenario catalán; sé de lo que hablo: nada de embarcarse en un procès a la vasca del que solo saldría beneficiado su gran rival, Peio Otxandiano, empatado a diputados (28) y con el marchamo de independentista auténtico, no como éste PNV soberanista los lunes, miércoles y viernes, y autonomista martes y jueves… a conveniencia.

Por más que se hable de la crecida de Bildu, muy notable, hasta empatar en número de escaños, que no en votos -25.000 más para el viejo PNV-, solo hay una cosa cierta: en su peor momento, el partido-guía que afean sus críticos seguirá gobernando cuatro años más

Por más que las crónicas hablen de la crecida de Bildu, muy notable sin duda, hasta empatar en número de escaños, que no en votos -25.000 más para el viejo PNV-, solo hay una cosa cierta: en su peor momento electoral y después de haber arrojado a las tinieblas al desgastado Urkullu para sustituirlo por un candidato con ocho apellidos de Burgos, el partido-guía, como le afean sus críticos, seguirá gobernando hasta 2028.

Es legitimo analizar con preocupación dentro y fuera del País Vasco la alternativa que supondría la llegada al poder de una formación heredera de ETA que no sólo no condena del terrorismo, sino que amenaza el orden constitucional, pero también preguntarse: si con una pérdida de apoyo social importante por el deterioro de servicios básicos como Osakidetza (la sanidad pública vasca) y la seguridad en las calles, y cambiando de caballo a mitad de la carrera, el PNV ha conseguido vencerla de nuevo… ¿qué impedirá a Pradales lendakari ser reelegido dentro de cuatro años frente a Otxandiano?

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