Carles Puigdemont no va a quedarse quieto mientras Pedro Sánchez y el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, negocian en la mesa de diálogo el futuro de Cataluña durante los próximos meses. Que la famosa mesa iba a concitar la enemiga del PP; Vox y Ciudadanos era cosa sabida -ninguno de los tres aceptará el más leve movimiento del PSOE o del PSC que suene a reconocimiento del derecho de autodeterminación- pero confieso que era de los que creía que Junts pel Cat sí daría más tregua a sus socios de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).
“No podemos hacer creer a la ciudadanía catalana que, por alguna razón que desconocemos, vendrá un momento en que nos será reconocida la nación sin tener que luchar desde las calles, plazas e instituciones del país”, dejó dicho este lunes el expresident en un tuit en el que hacía pública una carta a la ciudadanía con un claro interés en calentar la Diana del Once de Septiembre, este sábado.
Llama Puigdemont a los catalanes a combatir en las calles la “represión” del Estado español porque “ha devenido en permanente” y, por tanto, exige abandonar el “derrotismo” y combatir fuera de esas instituciones en las que su íntimo enemigo, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), parece que empieza a encontrar acomodo. A ellos, en especial a Oriol Junqueras y a su sucesor en la Generalitat, Aragonès, va dirigido ese envenenado: “no podemos hacer creer…”
Y es que, no sin razón, asiste con la mosca detrás de la oreja desde su refugio en Waterloo (Bélgica) a los movimientos entre bambalinas de los republicanos, incluido su rechazo con la boca pequeña de la oferta que ha hecho el PSC de Salvador Illa para apoyar los presupuestos del Govern a cambio de que ERC haga lo propio con los Presupuestos Generales del Estado para 2022 que estaña preparando el Gobierno.
"Queremos sacar adelante los presupuestos con los socios de la investidura: ERC, Junts y CUP", aseguró Pere Aragonès hace dos semanas en una entrevista con la Agencia Catalana de Noticias (ACN), porque un pacto con el PSC sería "incoherente" con el acuerdo de gobierno con la CUP y el apoyo externo de los de Puigdemont. Pero solo para tranquilizar a la base independentista.
El ex president huido sabe, como lo saben también las CUP, que ese “queremos” no supone ningún rechazo tajante a una operación que, a medio plazo, blindaría el aterrizaje de ERC en la legalidad española, justo lo que no quiere Junts pel Cat, que se opone, incluso, a los contactos preliminares que está manteniendo el portavoz republicano en el Congreso, Gabriel Rufián, con Adriana Lastra y con otros miembros del Ejecutivo de coalición PSOE/Unidas Podemos.
Fiel al “cuanto peor, mejor” desde su apresurada fuga de España en octubre de 2017, tampoco quiere que cuaje entre los independentistas la idea expresada por Pablo Iglesias de que las fuerzas nacionalistas han de apuntalar a Sánchez en La Moncloa
Fiel al “cuanto peor, mejor” desde su abrupta y apresurada fuga de Cataluña y de España en octubre de 2017, ese independentismo de la rauxa (arrebató) que tan bien representa Puigdemont tampoco quiere que cuaje entre los independentistas la idea expresada por Pablo Iglesias de que las fuerzas nacionalistas han de apuntalar a Sánchez en La Moncloa si no quiere ver más pronto que tarde un gobierno del PP y Vox, que es una idea que acaricia ERC desde hace un año, cuando decidió abandonar la vía “unilateral” hacia la independencia.
Esa propuesta de Iglesias, el seny (sentido común), a la cual ahora parecen haberse abonado Junqueras y Aragonès, acabaría por desactivar lo (poco) que queda en la calle de aquel movimiento del 1-O de 2017, como se viene viendo Diada tras Diada, y desdibujaría el papel redentor de Puigdemont para la historia; ese que inmortaliza el enorme cartel que cuelga en la plaza mayor de su pueblo, Amer, con la leyenda en inglés: “No surrender” (no nos rendiremos).
Palabras mayores cuando, gota a gota, aquel relato victimista de primera hora con las imágenes de las cargas policiales el día del referéndum ilegal, bien le ha servido para sobrevivir políticamente en Europa durante estos incluso para hacerse con el ansiado escaño en el Parlamento Estrasburgo; No en vano la decisión del Tribunal de Justicia de la UE de retirarles la inmunidad parlamentaria a él y a los también eurodiputados de Junts pel Cat, Antoni Comín y Clara Ponsatí, es un buen ejemplo del hundimiento del souflé de ese antidemocrático Consel per la Repùblica que sostiene al fantasmagórico President del Govern “en el exilio”.
Ya puede el ex president de la Generalitat orquestar todas las maniobras orquestales de la oscuridad que quiera, con Putin o sin Putin usándole a modo de tonto útil en la estrategia rusa de desestabilización de la UE, que su destino es ser pasado. Como lo son todas las páginas de todas las historias, no nos engañemos, la de Cataluña, la de España y la de cualquier país que se tenga respeto a sí mismo.