Opinión

¡Que no sus farte de ná!

El separatismo no tiene pa pan pero tiene pa estampas. Digan que sí, donde esté un tinglado propagandístico que se quite un hospital público

Nacho Martín Blanco, diputado por Ciudadanos en el parlamento catalán, es persona seria, templada y poco o nada dada a histrionismos. Hay que precisarlo, porque anda cabreadísimo con un invento que los nacional separatistas pergeñaron hace años llamado Museu d’Història de Catalunya y que no sirvió más que para dar acogida en su momento al ex PSC Jaume Sobrequés como director y para crear una falsa historiografía alrededor de eso que llaman el relato independentista. El político naranja acusa al engendro - nos resistimos a calificarlo como museo - de “Instrumento de propaganda del movimiento separatista”, reprochándole que no sea riguroso y de que ese tinglado se sufrague con dinero público. Que no es poco, porque hace dos años el armatoste salía por 15.277.000 euros a los contribuyentes, repartidos entre generalidad, ayuntamiento de Barcelona y ministerio de cultura.

Para que se hagan una idea de lo que ahí se cuece diremos que entre sus más preciados objetos expuestos se encuentra la estilográfica con la que Mas firmó la convocatoria del butifarréndum del 9-N o la pancarta que colgó Torra del palacio de la generalidad reclamando la libertad de los presos políticos, sic. El mismo sesgo de El Born, sito en el lugar donde se ubicaba el antiguo mercado de Barcelona y que estaba destinado a ser biblioteca provincial. Pero llegaron los de la estelada y lo convirtieron – Torra fue su primer director – en lo que denominaron “El kilómetro cero del independentismo”, sacando a la luz ruinas de casas sitas en aquel lugar, el viejo barrio de La Ribera, al que los separatas atribuyen poco menos que cualidades taumatúrgicas porque ahí, dicen, se libró la batalla definitiva contra las tropas borbónicas en 1714. Es decir, una biblioteca menos y un parque temático separatista más. No es de extrañar que en su afán por pervertir la historia se carguen lugares donde se reverencia a la verdad como bibliotecas o museos de historia. En sus inicios, dos de cada tres euros que se gastaba el ayuntamiento barcelonés en museos municipales, época Xavier Trías, eran para El Born. Dieciséis kilos se llevó en total de los veintiséis que se destinaron entonces a los museos de la Ciudad Condal. El historiador que impulsaba el tema, Albert García Espuche, dimitió. No era baladí. García Espuche había sido responsable de exposiciones en la Olimpiada Cultural, director de exposiciones del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, del Fórum de las Culturas, comisario de infinitas exposiciones, director de una treintena de muestras, autor de numerosos libros y ganador de infinidad de premios.

Todo esto les daba y les da igual a los orates separatistas. Ya saben, les importa más la lengua catalana que si nuestros hijos estudian en colegios que se caen a pedazos o que la sanidad pública sufra en mi tierra unos recortes brutales desde las épocas de Mas, recortes que todavía no se han revertido, mientras que su constructo embustero disponga de todos los medios económicos para seguir sosteniéndose. Digan que sí. Total, ustedes mandan a sus vástagos a carísimos colegios privados donde se enseña solo en inglés y cuando se ponen malitos acuden a la sanidad privada. Que no tenemos pa pan, pero tenemos pa estampas, ea. Que no sus farte de ná.

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