Ni siquiera le conocía, ni sabía de su existencia -perdonen mi ignorancia- pero los titulares con su historia me resultaron tan jugosos que no pude evitar pinchar en la noticia. Un chico joven, guapo, rico, famoso, modelo, deportista, con novia… una estrella emergente que, de pronto, abandona su aparente vida de anuncio por otra completamente diferente, la de alguien que busca caminando sucio, descalzo, casi como un mendigo, un sentido y una felicidad que se le resisten en la opulencia. Me dejó en shock su caso, su imagen, su cambio radical y no debí ser la única a juzgar por lo rápido que se hizo viral su transformación.
En pro de un sueño
¿Por qué nos llaman tanto la atención estas biografías que se salen del guión establecido? ¿Por qué juzgamos a aquellas personas que hacen lo que les da la mismísima gana sin justificarse, sin pensar en lo que opinen los demás? ¿Por qué tachamos de locos a los que viven al margen de la sociedad convencional? Yo creo que es porque, en el fondo, les envidiamos. Por sus agallas, por su valentía, por su apuesta en pro de un sueño que quizá nadie, salvo el que lo busca, lo entiende. Hay una emotiva escena en la oscarizada película de Frances McDormand, Nomadland, en la que la protagonista -una mujer que lo deja todo y emprende un viaje en caravana como una nómada- mantiene una conversación con su hermana en la que esta última le confiesa que, cuando de jóvenes todos la criticaban por rara, ella siempre le admiró en silencio por su coraje para ser diferente.
En este mundo en el que coleccionamos eslóganes baratos que nos incitan a vivir con urgencia y que caen del cielo como la lluvia para recordarnos que somos tan insignificantes y efímeros como una gota de agua, todavía nos sorprenden y asustan historias como la de Axel Pons. En su actual imagen con barba, rastas, mochila, un bastón, la ropa mugrienta y los pies tan negros que parece hasta lucir zapatos a medida -aunque lleva seis años sin calzarse unos- sólo sus ojos azules le delatan. Los mismos ojos azules que encandilaban al objetivo cuando posaba como modelo y los mismos que tantas veces mantuvo abiertos para no salirse del trazado de los circuitos de motociclismo que frecuentó entre 2010 y 2017.
Un padre orgulloso que tiene que salir al paso para explicar a los incrédulos que el único problema que tiene su hijo es que es feliz, eso que todos ansiamos. Y en vez de elogiarlo, nos descoloca y aturde
Ahora ya no corre y sí recorre lento el mundo buscando en la travesía y en la religión las respuestas que le faltan. No extraña nada más, sólo respuestas, del resto va sobrado. “Todo lo que necesito lo tengo aquí”, decía ante la cámara del canal Youtube Pakistan Tourism que fue el que sacó a la luz su nueva vida. Tal ha sido el revuelo que ha ocasionado su historia, que hasta Sito Pons, leyenda del motor, se ha visto obligado a hablar para defender a su hijo. “Lo que está haciendo Axel es una hazaña que muy pocas personas en el mundo pueden decir que han hecho (…) La historia de Axel es admirable por su esfuerzo y capacidad de sacrificio, viviendo la vida en paz”. Un padre orgulloso que tiene que salir al paso para explicar a los incrédulos que el único problema que tiene su hijo es que es feliz, eso que todos ansiamos. Y en vez de elogiarlo, nos descoloca y aturde. Como si no tuviera sentido que un chico como él pudiera encontrar la plenitud a pie y con apenas una bolsa a cuestas. Como si la felicidad estuviera sólo al alcance de los que siguen las normas establecidas, aquellas por las que naces y debes ir al colegio, al instituto, que no se te ocurra saltarte la universidad, enamorarte a los veinte, tener hijos a los treinta, una casa, un coche, un piso en la playa o en la montaña, un trabajo perfecto, un contrato generoso, una familia unida, un cuerpo de revista y una cara de plástico que no desvele jamás cada una de las marcas provocadas por la insatisfacción. Saltarte alguno de estos puntos se castigará con la crítica porque -ya se sabe- la oveja que no sigue el sendero que le marca el pastor con el palo, es una descarriada, aunque para mí sea siempre la mejor por su arrojo para salirse del rebaño.
Yo me he salido del rebaño ya varias veces. Por ejemplo, hace cuatro años cuando dejé un contrato indefinido en una buena empresa de comunicación para firmar uno de apenas tres meses y lanzarme al vacío sin red. Entonces, al despedirme de mis compañeros, uno de ellos me dijo una frase que nunca olvido: sólo las mujeres valientes son protagonistas de las novelas. Solo los intrépidos como Pons son héroes de las películas.