Opinión

Lo que nadie dice del problema de la vivienda

Quienes dirigen este país sin duda no son del tipo que gestiona mejor que la media, son de los que echan la culpa a los demás

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Días atrás asistí a una charla muy formal en la que hablaron tres gestores de fondos de inversión. El primero explicó cómo había batido a la mayoría de la competencia y demostró con números que el comportamiento de sus inversiones mejoraba la media, y además con menor volatilidad. El segundo disertó sobre cómo la mayor inversión de su fondo de renta variable iba muy mal porque el mercado se equivocaba y valoraba a una empresa en una tercera parte de lo que él creía que debía valer. También recurrió a la exhibición de números pero no de rentabilidades precisamente. El tercero tampoco podía ofrecer nada bueno y se limitó a surfear sobre su filosofía de inversión y a defenderla a pesar de que sus resultados son decepcionantes ya que, por ejemplo, su cartera española había rentado en los últimos años una tercera parte de lo que lo había hecho el Ibex; es decir, que su gestión no sólo no había aportado nada, encima había restado.

A veces pensamos que hemos dejado atrás la niñez pero lo cierto es que muchos de los comportamientos que teníamos entonces se replican en la edad adulta. Estos dos últimos personajes me recordaron al típico caso de niño que, ya en párvulos, echaba las culpas a los demás de sus propios errores y creía tener la razón en todo aunque no sabía nada. Inevitablemente, pensé en los gestores públicos que tenemos en España: alcaldes, presidentes de diputaciones, consejeros autonómicos etc. etc. hasta llegar al gobierno central. Son los que recaudan el dinero de todos y deciden dónde gastarlo, y lo hacen sin cuadrar las cuentas ya que los ingresos siempre son insuficientes y necesitan aumentar la presión fiscal y el endeudamiento. Tampoco me olvido de los que dirigen tantas empresas públicas que generan pérdidas, y por tanto también viven de los fondos que aportamos los españoles. En esos puestos de tan alta responsabilidad no están los mejores. En ellos abundan tipos como el que habló en segundo lugar, que tuvo cero autocríticas ante sus errores y echó la culpa al resto de sus malas decisiones. O como el tercero, gente que cree que su ideología, su modo de entender el mundo, funciona aunque la Historia -y la comparación- haya demostrado que no ofrece buenos resultados.

Los valores del mérito basado en el esfuerzo y el talento incluso son despreciados y se aplaude a quien echa las culpas a los demás de su mediocridad y falta de resultados, y se insiste en ideologías que está demostrado que se demuestran inoperantes

España funciona a pesar de esa gente porque sí que hay determinadas personas que están por encima de la media, como el primero que habló. Por desgracia, cuando pensamos en líderes en lo suyo, en personas con una labor claramente por encima de la media para beneficio propio y de los demás, los nombres que se nos ocurren no están en el sector público, son Amancio Ortega, Juan Roig, Rafael Nadal… y estoy seguro que hay muchos más, la mayoría desconocidos para el gran público. Sin embargo, son minoría. Los valores del mérito basado en el esfuerzo y el talento incluso son despreciados y se aplaude a quien echa las culpas a los demás de su mediocridad y falta de resultados, y se insiste en ideologías que está demostrado que funcionan peor. El problema de la vivienda es un buen ejemplo de ello.

Tenemos un país que crece en población por la emigración, con una alta esperanza de vida lo que conlleva que cada vez hay más personas viviendo solas y con una alta concentración demográfica en determinadas urbes. El sentido común nos dice que eso genera una demanda de viviendas al alza y que para resolverlo hay que construir y facilitar que otros construyan. Es la única manera de resolver el problema, porque la de enviar a la gente a vivir a la España vaciada no parece realista, más cuando el teletrabajo va hacia atrás (algo que me parece un error pero esa ya es otro tema). Hemos tenido años de tipos de interés ridículamente bajos, las condiciones para invertir en el sector constructor e inmobiliario han sido inmejorables pero no se han aprovechado sobre todo por la ausencia de una liberalización de suelo que deberían haber ejecutado las administraciones. El problema del alquiler es exactamente el mismo, hace falta más oferta. En vez de eso, se demoniza al dueño de más de una vivienda, se le hurta la seguridad jurídica (el fenómeno de la inquiokupación se aceleró por medidas tomadas por este gobierno en 2020 que desprotegían al propietario de los inquilinos morosos) y se pretende limitar el precio que puede obtener el arrendador. ¿Consecuencias? Se reduce el número de viviendas en alquiler, se cierra el mercado y lo pagan los ciudadanos.

Encarecer la construcción y la compra

Y todo esto sucede en un ambiente en el que no se favorece la inversión y se dispara el gasto, tanto por los impuestos como por los costes que aparecen asociados a una selva insondable de normativas.Quienes dirigen este país sin duda no son del tipo que gestiona mejor que la media, son de los que echan la culpa a los demás (los “rentistas”, los pisos turísticos, los fondos de inversión, Rajoy…) del grave error de no construir más y encarecer el proceso de construir y comprar una vivienda, y de los que se empeñan en una ideología trasnochada que nunca ha triunfado (el control de precios, las críticas al inversor y al arrendador, la excesiva presión fiscal, el castigo normativo, la inseguridad jurídica etc.) y que agrava los problemas.

Es difícil estar por encima de la media pero los que gestionan el país deberían estarlo y deberían centrarse en obtener la mayor rentabilidad social posible del continuo aumento de ingresos que obtienen nuestras administraciones. Y si no saben cómo, al menos deberían tener claro lo que no deben hacer: dejar de echarle la culpa a los demás y olvidarse de ideologías trasnochadas basadas en un excesivo intervencionismo que ya se han demostrado fallidas una y otra vez en la historia. Qué menos.

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