Salía contento Pedro Sánchez del debate porque terminó el trámite mucho más vivo de lo que a priori se preveía. Se llama debate del estado de la nación, pero el de esta semana no ha sido tal cosa, sino una nueva perfomance organizada para resurgir de las cenizas andaluzas. La anterior, tras la debacle electoral del 19 de junio, fue el baño de atlantismo que se dieron presidente y señora, con sobresaliente resultado. Lo que ahora tocaba no tenía tanto glamour. Tocaba apaciguar al socio. Pero Sánchez fue mucho más allá. Se lo merendó.
Si algo ha confirmado el debate ha sido la inconsistencia de Unidas Podemos. Salían las ministras Montero y Belarra tan felices del hemiciclo después de escuchar al presidente enumerar los diez mandamientos de la gauche no tan divine. Tras ellas, el secretario general del Partido Comunista de España, Enrique Santiago, también con esa sonrisa espontánea y algo bobalicona que se les pone a quienes han cantado bingo. Impuesto a las eléctricas, a la gran banca, no a las nucleares; “me voy a dejar la piel para defender a la clase media trabajadora”, “voy a ir a por todas"... Música celestial. Pero Yolanda Díaz aplaudía sin entusiasmo y, en ocasiones, miraba al vacío, como aturdida.
Se han acabado las filtraciones que, procedentes de Podemos, le han chafado a Sánchez muchos de sus anuncios, si nos atenemos al historial de los últimos años
“Hemos trabajado el debate en general y desconozco las medidas concretas”, Yolanda Díaz dixit. Sorpresa general (inenarrable la cara de Marina Alías, allí presente). Increíble confesión de parte. ¡Sánchez ocultando el contenido de su intervención a su socio de Gobierno; a la vicepresidenta segunda del Gobierno! Inaudito, pero comprensible, si nos atenemos al historial de filtraciones que, procedentes de Podemos, le han chafado a Sánchez muchos de sus anuncios. Eso se ha acabado. La orden es arrebatar a Podemos la bandera de la izquierda justiciera. Los asesores post Iván Redondo han fijado el objetivo y señalado el camino a seguir: que sea Pedro Sánchez quien rentabilice cualquier avance social para convertir al PSOE en el voto útil de la izquierda, como Núñez Feijóo empieza a serlo en el centro-derecha.
Yolandaland
Lo había preparado todo con minuciosa pulcritud. Ella sola, en Yolandaland. Una escenografía limpia, sin satélites, con Irene, Ione y Pablo de compras en el Carrefour, lejos del Matadero. No había que confundir al personal. Porque Sumar es otra cosa, un proceso de escucha, de amor, que no va de kufiyas, ni de escraches, ni de puños en alto, qué ordinariez. Sumar va de “proteger a la gente” de hacer “lo que tenga que hacer frente a la inflación”. ¿O sea? Bueno, eso ya se verá. Sí, Ella lo tenía todo bajo control, todo y todos estaban en su sitio. Menos Pedro. Pedro tenía otros planes, que Yolanda desconocía, y que incluía arrebatar a Sumar algunas de sus principales banderas, vaciar de contenido el proyecto vital de la política gallega y situar a Díaz ante la disyuntiva de seguir bajo la protección presidencial o dar marcha atrás y volver a echarse en brazos de Podemos.
Sánchez ha decidido ampliar el radio de acción electoral del PSOE a costa de Unidas Podemos, y ellos, salvo Yolanda Díaz, tan contentos. El líder del PSOE le cede de momento a Feijóo la iniciativa en el centro del tablero, pero si alguien piensa que este será el movimiento definitivo puede equivocarse gravemente. De lo que pase en las municipales y autonómicas de mayo dependerá que asistamos o no a una nueva metamorfosis. Yo no descartaría del todo que Sánchez nos prometa de nuevo, algún día, que jamás pactará con Bildu, o que vuelva a llamar “golpistas” a los líderes del procés en algún programa con entrevistador a la medida.
Yo no descartaría del todo que Sánchez nos prometa de nuevo, algún día, que jamás pactará con Bildu, o que vuelva a llamar ‘golpistas’ a los líderes del procés
Sobre el debate en sí, poco que decir. Junto a algunos anuncios discutibles que inflarán la deuda, aunque de cierto interés, mucho populismo y no pocas dosis de demagogia, como cuando dijo la frase que define el mundo paralelo en el que vive: el objetivo es “salir mejor de lo que estamos de esta crisis, como ya hicimos con la Covid”. Distintos organismos y prestigiosos medios, como The Economist, ha señalado a España como la economía avanzada que peor evolución registró durante la pandemia.
Y es que lo más llamativo no es el anuncio rimbombante -que ya veremos en qué queda- del impuesto a las malvadas empresas energéticas y a la pérfida banca, sino el reconocimiento, asombroso, de que el Gobierno aún no ha estudiado cómo aplicar tales medidas, neutralizando de paso, a ser posible, su potencial impacto negativo, resumido de este modo, para los no iniciados, por el economista vinculado al PSOE José Carlos Díez: menos capital = menos crédito = menos inversión = menos empleo. Por no hablar del nefasto mensaje que estas decisiones no meditadas envían a los mercados y que acentúa la sensación de un país con deficiente seguridad jurídica. Un mundo paralelo.
Como Díez, José Carlos, han sido varios y variados los expertos que ya han señalado que estos nuevos impuestos van a empobrecer la economía, por cuanto desincentivarán la inversión, ahuyentarán al capital extranjero y que acabarán pagando consumidores y usuarios. Minucias que no van a modificar la agenda de un Sánchez que, como dice un buen amigo, “ya sabemos que se presentará a las próximas elecciones al frente del proyecto de Yolanda Díaz y Podemos”. La pregunta, añade, es quién se presentará por el PSOE, si es que queda PSOE.
La postdata: si Rubalcaba levantara la cabeza
Alfredo Pérez Rubalcaba pensaba que Pedro Sánchez era un radical de izquierdas. Lo contó Miquel Iceta en la biografía de Rubalcaba escrita en 2020 por Antonio Caño. “No era un socialista, ni un socialdemócrata (…). Lo tenía por un radical de izquierdas”. Años atrás, 2016, el propio Rubalcaba, autor del hallazgo “Gobierno Frankenstein”, le había comentado a Susana Griso: “Imagínese la que tendríamos montada si hubiéramos ido a una investidura con el apoyo de Podemos, que está en el derecho de autodeterminación, y de los independentistas, que ni le cuento”.
Hay quienes en los últimos días, con evidente intención, han circulado la especie de que el equipo de Pedro Sánchez es el que Zapatero heredó de Rubalcaba, cuando entre quienes hoy concentran un alto poder de influencia en el entorno de Sánchez hay declarados enemigos de don Alfredo. Resulta deleznable la apropiación indebida de la figura de Rubalcaba, su grosera utilización en el debate del estado de la nación (ya fue vergonzosa la sobreactuación de Sánchez en su funeral) a cuenta del terrorismo; por no hablar de la penosa actitud ganadera de una clac socialista entusiasmada con el “y tú más” empleado por el presidente para justificar su anómalo pacto con Bildu en la Ley de Memoria Democrática.
Firmantes de un reciente manifiesto contra este pacto (Rojo, Laborda, Mohedano…) sufrieron la utilización del terrorismo por parte del PP de Aznar. Pero eso no les ha impedido rebelarse contra una infamante operación de blanqueo de ETA, y de paso poner en evidencia a esa quinta columna de palmeros y tontos útiles que piden ahora al PP un acto de contrición que no se atrevieron a reclamar cuando tocaba.
¡Ay, si Alfredo levantara la cabeza!