Cómo fue derivando aquella singular secta de filósofos griegos de hace ya muchos siglos, hombres de fuerte personalidad y de riguroso comportamiento, en esto que hoy calificamos de “cínicos” es algo que desconozco. Lo cierto es que no tienen nada que ver y quizá refleje una de las facetas de esta nueva acepción del cinismo que consiste en instrumentalizar una idea para que se convierta en su contrario. Comenzamos el curso y no es que se calienten los motores sino que se los pone a la máxima potencia para anunciarnos lo que nos espera. Incluso lo que se oculta, las negociaciones más oscuras, tienden a desaparecer ante el rugir de las máquinas de la información interesada.
La primera llamada hacia el tiempo que nos espera la dio quien había de darla, el número uno, el jefe de todo lo que se mueve y existe. Cuando después de la derrota más humillante, cuando ni siquiera han podido salvarse los pertrechos, lo declaró a pie de pista: ¡misión cumplida! Los únicos que podían decirlo sin desvergüenza hubieran sido los pilotos de los aviones y las tropas y servicios básicos que abandonaron el aeropuerto de Kabul a toda prisa y con grave riesgo. Los demás, por vergüenza torera, estaban mejor callados, sin soflamas desvergonzadas y limitándose a felicitar a los que libraron la última batalla sobreviviendo a la improvisación y la incompetencia.
Hubo un tiempo en el que hacer política consistía en resolver asuntos sin caer en charcos ni provocar consecuencias de mayor fuste que el problema abordado. Los tiempos han cambiado; ahora consiste en anunciar lo que se va a hacer, con la completa seguridad de que ni quieren ni pueden resolverlo. Pero lo dicen, como hacían los curas desde el púlpito proclamando los peligros del pecado sabiendo que todos seguirían pecando, empezando por él mismo. Ahí es donde entran los cínicos; no “la razón cínica”, que sería darle demasiado fondo a lo que sólo es superficie, sino el cinismo a secas.
Un cínico en política es aquel que anuncia una subida del salario mínimo, en varios tramos aún sin especificar, para contentar a una parroquia de tus socios y así poder dar un triple salto mortal sobre lo que angustia a la inmensa mayoría de la población: la subida estrepitosa del precio de la luz, que además amenaza con seguir subiendo hasta cotas inimaginables. Si al cinismo le sumamos ese juego político, últimamente tan de moda, que es el del trilero nos acercamos a la superficie del asunto, poco más. No se ponen de acuerdo en la chapa que oculta la bola, o lo que es lo mismo de quién es la responsabilidad -la culpa es una memez tratándose de política- de que se dé, y ahora mismo, esta subida intempestiva y menos aún si no hay algún medio para achicar ese desbordamiento.
Tanta posmodernidad y tan sofisticada tecnología pero no detectan que la electricidad en el XXI es como el pan en siglos anteriores. Hoy la ciudadanía puede vivir sin pan, incluso lo recomiendan los dietistas, pero no puede vivir sin luz; si no funciona la luz la vida se detiene y se vuelve primitiva
Fíjense en el detalle. La presentación del nuevo curso la hizo Sánchez ante la nata del empresariado español, con primera fila supongo para los presidentes de las eléctricas. Curioso y significativo porque antes se hacía ante los medios de comunicación. Quizá es que han dejado de ser representantes de la libertad de expresión o que con clarividencia de logrero el presidente entienda que basta la presencia de los dueños para evitarse invitar a los empleados. También antaño se podían hacer preguntas, incluso el protocolo señalaba que se permitían tres, solo tres, para mantener el respeto hacia los presentes. Ahora no. Habla el Jefe y el que quiera toma nota, repasa el video y hasta tiene que agradecerle la deferencia de escucharle. Volvemos al Antiguo Testamento, sólo Moisés pueden escuchar la voz de Jehová y sus admoniciones.
Pero volvamos al asunto y no nos quedemos en la importante escenografía que bien merecería un capítulo aparte. Tanta posmodernidad y tan sofisticada tecnología pero no detectan que la electricidad en el XXI es como el pan en siglos anteriores. Hoy la ciudadanía puede vivir sin pan, incluso lo recomiendan los dietistas, pero no puede vivir sin luz; si no funciona la luz la vida se detiene y se vuelve primitiva. Por la falta de pan hubo revueltas sin cuento y nadie olvida la leyenda infame de María Antonieta con aquello de que “si no tienen pan, ¿por qué no comen rosquillas?”. ¿Cómo lo dirían ahora las mariantonietas de la clase política?
No hay demagogia alguna ante la evidencia; lo que para algunos son unos euros de más, para muchos es no poder vivir. Es una causa mayor, una catástrofe en una sociedad democrática y pobre, como así lo marca esa aterradora estadística del personal que vive en el umbral de la pobreza. A la gente, incluso a mí mismo, me importa una higa quiénes son los responsables por más que sepamos quiénes son los beneficiados, como antaño el pan, pero lo insoportable es que no se trata como asunto de Estado. Y aquí entra el batallón de los cínicos. Bruselas nos impide tomar medidas. Además de ser una mentira de trileros, no precisan nada más; ni de qué medidas se trata, ni cómo es posible permanecer en esa situación de catástrofe anunciada.
En el capítulo de las altas notas del cinismo que abre curso político, insuperable la actitud de “Podemos”; formamos parte del Gobierno ciego, mudo y quieto, pero llamamos a la ciudadanía a movilizarse
Estamos en manos de unos trileros cuyo cinismo se da por sobrentendido. La ministra del ramo, puro sanchismo, habla de la “falta de empatía social” de las Eléctricas. Algo nuevo en la sociedad de mercado, la empatía social. Debería incluirse en la sección de ruegos y preguntas de los consejos de administración. Porque lo más llamativo es que nadie pregunte si existe alguna “empatía social” en el Gobierno y sus onerosos bucaneros de la cosa pública. En el capítulo de las altas notas del cinismo que abre curso político, insuperable la actitud de “Podemos”; formamos parte del Gobierno ciego, mudo y quieto, pero llamamos a la ciudadanía a movilizarse. O sea que habría que rebelarse contra el mismo Gobierno en el que tu participas con tu asentimiento para que tú sigas donde estás, animándome a hacer aquello que tu interés funcionarial no se atreve. Tocar poder, siempre es cobrar poder, y frente a eso no existe nada que lo reemplace ni sustituya. Fuera del presupuesto, confesémoslo, no hay salvación.
Es verdad que el cinismo se expande como la epidemia. Joe Biden, por ejemplo, ha resumido la derrota tras 20 años en Afganistán con una frase para el bronce: “Un éxito extraordinario”. No sé a ustedes, pero a mí no me alivia nada estar gobernado por cínicos y que sean muchos y además tengan mucho poder para exigirnos que si falta el pan lo mejor se reduce a soñar con rosquillas.