Existen casos en los que la falta de destreza de los profesores para atajar el problema del acoso escolar roza lo delirante. Es el caso de Pablo (nombre ficticio), un niño de 8 años de un colegio público del distrito de Chamartín de Madrid. Su madre, que prefiere mantener el anonimato, se enteró de que su hijo sufría acoso por parte de un compañero durante una tarde en el parque. “Le empezó a dar patadas y le obligó a comer las bolitas rojas de los setos. Mi hijo consiguió salir de ahí y venir corriendo”, explica.
“Me asusté por lo que tenía de premeditación. Hablé con la madre y avisamos en el colegio a la directora y a la jefa de estudios, para que estuvieran atentas y lo tratasen”, explica. Pero su sorpresa vino cuando su hijo regresó a casa por la tarde. Nada más salir del centro, la jefa de estudios había subido al aula para preguntar delante de toda la clase por el conflicto. Ante la negativa del agresor a contar su versión de los hechos, la responsable del centro forzó a hablar a la víctima. “Mi hijo tuvo que contar el caso delante de todos y, acto seguido, castigaron a su compañero con dos días sin recreo. Con lo cual, el culpable del castigo fue mi hijo”, comenta indignada. A partir de entonces, el supuesto acosador la tomó de manera total y definitiva contra el pequeño Pablo durante el resto del curso.
La casualidad hizo que ambos coincidieran no sólo en la misma clase del colegio, sino también en el mismo aula de la Escuela Municipal de Música. El último día del curso de solfeo la profesora no dejó salir a ninguno de los dos y convocó a los padres de ambos. “Nos dijo que la situación era intolerable, que nunca había visto algo similar; que era un acoso constante”, relata la madre. Según alertó la docente, cada vez que Pablo pasaba junto a su agresor, este le pegaba, le ponía la zancadilla o le tiraba el estuche a la cara. En la escuela de música decidieron cambiar inmediatamente al acosador de clase y recomendaron a los padres de Pablo que volviesen a avisar a la dirección del colegio.
Así lo hicieron y, en principio, encontraron buena disposición por parte de la dirección del centro. “Ellas mismas ya habían tenido problemas con el chaval y con sus padres”, apunta la madre. En el colegio les ofrecieron cambiar de grupo al acosador coincidiendo con el cambio de curso a la vuelta de verano. Sin embargo, durante el periodo de vacaciones, esta madre recuerda que no hubo una sola semana en la que su hijo no mentase el nombre de su acosador. “Cada semana me hablaba de él y llegó a decirme: Yo creo que ya se va a portar bien y que le podremos invitar al cumpleaños”, recuerda entre risas.
Una vuelta al cole con sorpresa
A la vuelta de las vacaciones, los padres de Pablo esperaban con cautela el cambio de grupo del acosador, pues temían que éste tomase represalias contra Pablo. “Estábamos algo nerviosos por si el acosador atribuía el cambio de grupo a mi hijo y temíamos que la jefatura del centro volviese a meter la pata”, comenta la madre. Pero la historia dio un nuevo giro.
Ante el estupor de los padres del pequeño Pablo, su agresor seguía en el mismo grupo y el cambio de clase no se había producido. “Al día siguiente fuimos y hablamos con la dirección del centro. La respuesta fue que se les había pasado”, apunta indignada. Aunque su opinión es que más bien “intentaron pasar del tema para no meterse en líos con los otros padres”.
El colofón de la historia llegó cuando el pequeño Pablo salió esa misma tarde del colegio y les contó a sus padres que su tutora le había dicho que el lunes le iban a cambiar de clase. A él y no a su agresor. “Te puedes imaginar la indignación y el cabreo todo el fin de semana. Decidimos que si el lunes no nos daban una solución, mi hijo no volvería ahí”, explica la madre. Pero cuando hablaron de nuevo con la dirección del centro les explicaron que había habido una equivocación: “Habían dejado en manos de su tutora la decisión sobre el problema. Y la maestra había optado porque Pablo fuera el que cambiase de grupo", comenta su madre.
“Habían dejado en manos de su tutora la decisión. Y la maestra optó porque Pablo fuera el que cambiase de grupo"
Tras la cadena de confusiones, desde el centro les dijeron que lo mejor era no hacer nada, pues si una vez comenzado el curso cambiaban al agresor de clase, sería evidente a ojos de los compañeros que el cambio de grupo del acosador sería culpa del pequeño Pablo. “Nos dijeron que era mejor esperar un tiempo… y pensamos que casi mejor…”, lamenta en tono irónico.
“Sé de pocas cosas más graves que esta que puedan tener entre manos. Les dejas a tus hijos y esperas que se preocupen por ellos”, comenta indignada. Actualmente, según la versión de la madre, el acosador se ha olvidado del pequeño Pablo y dirige su ira contra otros compañeros. “Una madre me ha dicho que la ha tomado con su hijo y parece que al mío le ha dejado un poco en paz. No sé si estoy cantando victoria antes de tiempo”, apunta.