Quizás lo mejor del poderoso relato Otra vuelta de tuerca, de Henry James, sea que ofrece diferentes posibilidades de interpretar su final. Aquella lectura de una historia de fantasmas tan bien tejida en su momento y tan imitada después me provocó un impacto difícil de asimilar. Sin duda, no creo que fuera el mismo tras escuchar con mi mirada esa voz inquietante de la institutriz que se ocupa de los niños. No es este el momento ni el lugar para dilucidar si filosóficamente somos solo cambio, porque nuestra identidad se modifica constantemente, o si somos bastante más inmutables de lo que creemos. Y todo esto viene a que he sufrido un impacto semejante al de aquella lectura. Desde este lunes soy una persona distinta. Porque asistí a la presentación en Madrid de ¿Quién quiere casarse con mi madre?, programa que se estrena esta noche en Cuatro. Y, como en aquel final inolvidable, no sé muy bien cómo interpretar mis sensaciones...
Cinco madres y cinco hijos. Unos cuantos pretendientes. La música de Dirty Dancing. Una presentadora experta en celestinear. Una convivencia en la mansión de turno. Y un arduo y encomiable trabajo de postproducción. Mezclen todo en la coctelera y el resultado es este espacio inigualable. Y utilizo este epíteto porque sospecho que nada, por surrealista, extraño o inexplicable que les parezca, se puede comparar con este programa. Al menos, nada de este mundo. Como habrán imaginado, en Cuatro han tomado el formato de ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, que consistía en la búsqueda de novia en televisión que protagonizaban chicos acompañados y aconsejados por sus madres, y lo han colocado al revés. Ahora buscan ellas y ayudan ellos. Una vuelta de tuerca originalísima, arrebatadora, definitiva.
Las cinco señoras que van a la televisión a buscar novio son Paulina, Charo, Teresa, Mar y Toñi. Más que por sus hechos, por sus palabras las conocerán. La primera, definida por su hija como "ex pija", asegura que "la gente con la que me he relacionado y mis parejas siempre han tenido dinero, así que yo no quiero un hombre sin dinero". La segunda, policía local y motera, afirma que "para que un hombre me conquiste, cuando intereacciono con él tiene que surgir la oxitocina". La tercera, amante de su Getafe y de Richard Gere, dice estar "muy orgullosa de mi delantera" y buscar a un hombre que "me dé chispa, me dé alegría y le ponga pilas a este cuerpo serrano". La cuarta, audodefinida como "dramaturga y bohemia", tiene claro que "no quiero un hombre mayor porque su único tema de conversación es la próstata". Y la quinta, que ya tomó parte en ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, asevera que "busco un Tarzán, me gusta esa parte salvaje del hombre".
No nos meteremos mucho aquí con los cuatro hijos y una hija que participan en el programa. Bastantes padecimientos tendrán ya. O tal vez disfruten viendo cómo unos tipos de lo más variopinto intentan ligarse a sus progenitoras. Allá ellos. Es su libertad. Porque, señores, en este programa indefinible e indefendible los verdaderos protagonistas son los candidatos. Soy uno de los pocos que ha podido ver más de cuatro minutos de las tremebundas entrevistas a un grupo de aspirantes sencillamente alienantes. Aparecen un bilbaíno con txapela y bufanda del Athletic, un minero apodado Libri, un motero que se define "vikingo de la sierra de Gredos", otro que se hace llamar "yogurín de pueblo", unos cuantos señores que se contornean de forma lamentable, etcétera.
Dicho ya todo esto sobre el programa, no acierto a encontrar cómo definirlo. Bueno, sí, lo definiría como absurdo, innecesario, pueril, sexista y otros tantos adjetivos. Lo que no encuentro es cómo interpretarlo. Porque, como en el final que esculpió Henry James o como ocurre en algunos sueños malos, por momentos dudo si los personajes que vi en la presentación del espacio son reales o si, por el contrario, son fantasmas que he imaginado. Del humor de cada uno de ustedes dependerá si estos presuntos espectros conducidos por Luján Argüelles les causan pavor, risa o depresión.
Buenafuente se estrena
Y, narrada esta iniciativa fantasmagórica, vamos ahora con un estreno un poco más interesante y terrenal. Me refiero, ya se lo imaginarán, a la vuelta de Andreu Buenafuente con su programa En el aire de La Sexta. Arrancó este lunes con su esperado monólogo. Bromas fáciles sobre Camps, la crisis o el Papa al principio, pero luego hizo algo más inteligente: reírse de sí mismo a cuenta de las pocas ofertas que ha tenido para volver a la televisión. Quizás eran los nervios del estreno, pero el caso es que el tono iba mejorando con el paso de los minutos, aunque, claro, trasnochar solo es para adictos y no me quedé a verlo entero.
Por cierto, los adictos a ver la televisión pasadas las doce de la noche tendrán que elegir, a partir de este martes, entre el resurgido Buenafuente, los debates deportivos de Punto Pelota y Tiki taka y, aquí viene la novedad, un espacio llamado Se enciende la noche que se estrena en Telecinco. Como la cosa en televisión siempre va de regresos, aquí quien vuelve es Jordi González. Se ha dedicado mucha literatura a describir este programa. Por decirlo claro, es un remedo actual de aquel deplorable y adictivo Crónicas Marcianas.