Los narcopisos configuran uno de los fenómenos criminales que mayor sensación de inseguridad provocan en los vecinos. Por lo tanto, se convierten en un asunto político de primer orden. Pero los policías que desmantelan "uno a uno" estos puntos de venta de droga se mantienen ajenos a las presiones y tienen como "principal misión" dar la respuesta más "ágil" posible a los vecinos, que sufren "robos, lesiones, amenazas" y otros delitos a las puertas de sus casas.
Desde que la Cañada Real se vio asediada por la presión policial, la zona cero de los narcopisos en Madrid es el barrio de San Cristóbal de Los Ángeles, situado en el distrito de Villaverde y considerado como una de las zonas más "deprimidas" a nivel económico y social de la capital. En su despacho, el inspector que lidera el Grupo de Estupefacientes de la Comisaría de Usera-Villaverde de la Policía Nacional tiene un mapa de este barrio con los puntos de venta marcados con chinchetas. De los 102 narcopisos desmantelados en toda la región en 2024, 25 cayeron a manos de estos agentes.
El inspector explica a Vozpópuli que no hay momento para la relajación: "Trabajamos un punto, solicitamos el registro al juzgado y nos ponemos con otro punto de inmediato". El vecino, además de afectado, es también la principal fuente de información de estos agentes, que cuentan además con "informantes" en el mundo del tráfico de drogas. Cuando llega el chivatazo, se echan a la calle, donde pasan horas y horas haciendo vigilancias para apuntalar sus investigaciones y poder conseguir una futura condena. "Es raro que nos ubiquen un punto que no conozcamos ya", comenta un policía del Grupo.
Desde hace unos años, los agentes han detectado que los responsables de los narcopisos más activos son antiguos jefes de bandas juveniles que "se pasan al tráfico de drogas" porque es un negocio "más lucrativo". Se instalan en viviendas okupadas o con rentas de alquiler muy bajas -aunque cada vez son más caras- y emprenden el negocio de la venta de cocaína y heroína, las dos sustancias que más se incautan en los puntos. Uno de los policías que mejor conoce a los reyes del menudeo destaca que la primera medida de seguridad que adoptan es acopiar "poca cantidad" de estupefaciente en el punto para, en caso de practicarse un registro, hacer pasar el tráfico como consumo propio. "Se van nutriendo a lo largo del día en función de la demanda", apostilla el inspector.
La 'ley del silencio'
El trasiego de clientes en un domicilio es la primera señal de alerta a la hora de marcar un narcopiso. Pese a que San Cristóbal de Los Ángeles es una de las zonas más desfavorecidas de Madrid, las noches de fin de semana se inunda de visitantes de toda la capital que acuden a por su gramo, como ocurría antaño en la Cañada Real u otros poblados. "El perfil de cliente no es única y exclusivamente el drogodependiente, aunque sí es el más habitual", señala el inspector. Esa demanda nunca cesa, por lo que cuando se desmantela un narcopiso, o reabre al poco tiempo o aparece uno nuevo en otra localización. Y es que la reincidencia en este tipo de delitos es alta, ya que es "poco frecuente" que un juez envíe a un detenido en un narcopiso a prisión provisional. Pero toda regla tiene su excepción. El pasado mes de noviembre, estos policías lograron apresar a dos hermanos que regentaban los narcopisos más activos del distrito de Usera. Fueron sorprendidos con casi un kilo de cocaína, 600.000 euros y varias armas cortas.
Los traficantes encuentran San Cristóbal de Los Ángeles un lugar "cerrado" al exterior donde impera la ley del silencio: "Se aprovechan de que para algunos vecinos está mal visto llamar a la policía. Afortunadamente también hay mucha gente honrada, que es para la que trabajamos". Los agentes ya están preparados para el próximo asalto.
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