El gran éxito del independentismo golpista que ha cercenado durante los últimos años los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos en Cataluña ha sido extender la excepcionalidad de la falta de seguridad jurídica al resto de España

El 3 de octubre de 2017, el Rey Felipe VI se dirigió a la Nación para evidenciar el compromiso del Estado de derecho con la legalidad constitucional tras la intentona golpista protagonizada en Cataluña por los dirigentes de la Generalitat. Fue un punto de inflexión para restituir la normalidad democrática en unas jornadas de extraordinaria convulsión para España

Tenemos un Rey que ha estudiado en los mejores lugares del mundo, que tiene a su disposición a los asesores más inteligentes posibles; por eso eché de menos un discurso menos pastueño

Estuvo lleno de matices, de sugerencias, de veladuras, de todo lo que ustedes quieran. Es verdad. Pero contenía, a mi manera de ver, sobre todo una cosa: el afán de señalar lo que hacemos bien y no lo que hacemos mal

El problema persiste, cada vez más ominoso, mórbido y enfático, al punto que asuntos tan cruciales como el devenir de la UE resultan de una insoportable levedad al lado de Cataluña

Tenemos un problema con mayúsculas y no es España ni los españoles, forma parte del funcionamiento institucional y político viciado por el politiqueo, la ideología y la falta de consenso y de acción en auténticos problemas de Estado

En plena negociación de la investidura con quienes aplauden la quema de fotos del monarca, Felipe VI hizo lo que pudo hacer, que para disgusto de unos cuantos, fue mucho más de lo que esperaban