La transferencia de titularidad de la central a Enresa será un proceso complejo que la compañía deberá llevar a cabo junto a Nuclenor. Antes de que se cierren las puertas de Garoña, tendrán que completarse varios procesos administrativos y presentar diversos estudios, solicitudes y planes para desmantelar las instalaciones de forma segura.

El cumplimiento de las condiciones impuestas por el Consejo de Seguridad Nuclear para que la central vuelva a poder realizar la carga de combustible llevará aproximadamente un par de ejercicios. A los trabajos que ya estaban realizándose se añaden otros incorporados a la normativa tras el accidente de Fukushima.

El pleno del Consejo de Seguridad Nuclear del 26 de febrero, a propuesta del presidente Fernando Marti, decidió fulminar por sorpresa a Inmaculada Córdoba, jefa de servicio de Garoña durante 20 años, y a Alfredo Mozas, inspector residente. El relevo se produce en un momento muy delicado, con la central parada pero preparándose para reabrir en línea con los deseos del Gobierno. La maniobra de Marti persigue colocar en la planta a dos personas de confianza para que no entorpezcan el proceso.

En un durísimo voto particular, Narbona censura que Industria haya cambiado las normas a su antojo para que Garoña siga abierta, saltándose la normativa europea y poniendo en riesgo la seguridad de todo el parque nuclear español con su "mala praxis regulatoria", el "vacío legal" generado y la toma de decisiones tan sensibles a la ligera, sin informes "profundos y sosegados".