El pasado mes de marzo saltó la noticia: la Armada Española dejaba de ser “española”. O lo que es lo mismo, perdía el adjetivo gentilicio para ser “Armada”, a secas. Así constaría a partir de entonces en documentos y en referencias oficiales. Se especularon con muchos posibles motivos, pero la realidad es que el cambio de la tipografía corresponde a dos criterios precisos, y que en ciertos estamentos militares resumen en una única frase: “Armada, por antonomasia, es la española”.

Con esa frase se hace referencia a las raíces de los buques de guerra en nuestra Historia. Ya en el siglo XIII, el rey Alfonso X esbozó el nombre de “Armada” en su obra legislativa, en alusión a los navíos armados de los que disponía para la guerra. Sobra decir que el monarca gobernaba el Reino de Castilla y aún faltarían dos siglos para la unión con la Corona de Aragón; pero ya con Alfonso X los buques armados, la “Armada”, tenía un peso significativo en la estrategia militar castellana.

Pasaron los años, los siglos, y el nombre de “Armada” saltó de un significado a otro, siempre bajo referencias navales. Hasta que al llegar a la época de los Austrias, en pleno auge de la ruta comercial con América, se reservó el término a los navíos de guerra. Porque la necesidad de proteger a los barcos comerciales empujó a la casa de Austria a contar no con una, sino con numerosas Armadas, algunas de ellas bautizadas en función del área o región en las que se desplegaban: la Armada de la Guarda del Estrecho o la de Barlovento, o la Armada del Mar Océano.

La proyección comercial y estratégica hacia el mar empujó a numerosas naciones a desarrollar su propia fuerza naval de guerra. Porque ese era el escenario donde se libraban las batallas cruciales, o que surcaban los barcos comerciales que sostenían la economía de todo un reinado.

La "Real Armada"

Abundando en las raíces de la Armada, y ante la multiplicidad de numerosas referencias a las agrupaciones navales que caracterizaba a la casa de los Austrias, en 1714 -ya con Felipe V- se oficializó el término de “Real Armada”, que integraba a casi todas las fuerzas navales de la monarquía. Las estructuras quedaron redefinidas, pero la nomenclatura varió en función de los documentos o de los años: Armada, Real Armada o Armada Real fueron los términos que se usaban indistintamente.

En el año 1902 se creó el Estado Mayor de la Armada y, a partir de entonces, se emplearía únicamente el término “Armada” para hablar de los navíos de guerra españoles

Así hasta llegar al siglo XX. En el año 1902 se creó el Estado Mayor de la Armada y, a partir de entonces, se emplearía únicamente el término “Armada” para hablar de los navíos de guerra españoles. Esa denominación se mantuvo en la Ley Orgánica de la Armada de 1970 y, ya en democracia, en la Constitución de 1978 y en las Reales Ordenanzas de la Armada, de 1984.

La cúpula de la Armada atendió todas esas razones históricas para unificar el criterio el pasado mes de marzo, coincidiendo con el lanzamiento de su nueva imagen corporativa. La “Armada Española” dejó de ser “española”, para ser únicamente Armada. Pero a todas esas disquisiciones en torno al cambio de nombre hay que añadir una razón más estrictamente administrativa: con la nueva denominación se encontraba por fin coherencia con el documento jurídico que rige todas las normas de nuestro país. Así reza la Constitución en su artículo 8.1:

“Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”.

Únicamente “Armada”, sin ningún adjetivo gentilicio que la defina, y como quedará en toda denominación futura. De ahora en adelante se empleará únicamente la definición de “española” en los casos en que la “Armada” concurra con las de otros países, para diferenciarla de otras marinas de guerra.

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