En la España de los 60 la visita del fotógrafo a la escuela era todo un acontecimiento. La noche anterior a la sesión, durante la cena, no se hablaba de otra cosa. Las madres de entonces ya habían repasado con esmero la ropa del colegio con un trapo humedecido en amoniaco. Y, llegado el día, solo faltaba repeinar a los protagonistas de la instantánea, ellos, con la raya al lado; ellas, con coletas tan tirantes y tan altas como la luna. Había que estar impecable.
Al fondo, un mapa de España y, a la izquierda, una pintura en la pared de una montaña con un río. Sobre la mesa, una enorme bola del mundo
Como recuerda la profesora Emy Luna, su madre lavó con Persil el cuello rígido del uniforme y la peinó con especial dedicación: "Me colocó la felpa de nylon azul marino sobre el pelo cepillado y su última recomendación fue que sonriera al fotógrafo: 'recuerda que la foto es para siempre'", cuenta a altavoz.
El resultado fue una niña sentada detrás de una mesa de despacho que sonreía a la cámara mientras sostenía con las dos manos un atlas de geografía. "Al fondo, un mapa de España y, a la izquierda, una pintura en la pared de una montaña con un río. Sobre la mesa, una enorme bola del mundo y un teléfono de baquelita negra", describe.
Enciclopedia Álvarez
Desde otro rincón del país, el médico Ángel A. Martínez recuerda que "el día de la foto había mucho alboroto". Creció en un pueblo, por lo que la escuela era unitaria, y le tocó posar junto a Diego, su hermano pequeño. "Nos sentaron detrás de un pupitre de madera con un hueco para el tintero, teníamos un mapamundi detrás y un crucifijo. Sobre la mesa, la Enciclopedia Álvarez abierta de par en par", explica.
Era importante salir bien porque era una imagen de por vida, no se podía borrar cada dos por tres para dar con la foto ideal
"Aún conservo la estampa. Era importante salir bien porque era una imagen de por vida, no se podía borrar cada dos por tres para dar con la foto ideal. En cierto modo, no estábamos tan pendientes de salir bien ni posábamos tanto como posan ahora. De hecho, nos estuvimos pellizcando por detrás y nos mandaron sostener los libros que más pesaban de toda la clase como castigo: la Biblia y el Quijote", señala.
El sector de las orlas
Pese a que la irrupción de las redes sociales y las aplicaciones ha provocado que la fotografía se conciba como fast food, las fotografías en el ámbito educativo continúan siendo uno de los servicios por antonomasia de los estudios. Pero, influenciados por la dinámica de los países anglosajones, los centros españoles han ido sustituyendo los mapas inmensos por las togas y birretes propios de las orlas universitarias y, en algunos casos, adornan las cabezas de quienes aún están en la guardería.
Según la Encuesta Anual de Servicios de 2015 del Instituto Nacional de Estadística (INE), España cuenta con 10.202 empresas en el sector de los servicios fotográficos y el volumen de negocios asciende a los 423.855 euros. La firma Beringola es solo un ejemplo, eso sí, el más antiguo, pues se especializó en orlas universitarias a comienzos del siglo XX.
Desde el número 22 de la madrileña calle García de Paredes, Alfonso Gómez de Beringola explica que las orlas surgieron "de la necesidad de plasmar en una foto la promoción con la cual habías estado toda la carrera". "Las más antiguas que conservamos pertenecen a la Universidad de Valladolid", manifiesta.
Precio por alumno
"Al principio, al ser un trabajo muy laborioso, no sabría decir cuánta gente la querría o compraba pero, hoy en día, aproximadamente el 60% de la promoción se queda con ella. Además, las orlas de hace 25 años prácticamente estaban circunscritas al ámbito universitario y ahora se las hacen hasta en guarderías", compara.
Y aclara que la rentabilidad del negocio no es mucha. "En este ámbito hay mucha competencia motivada, sobre todo, por la desaparición de otros muchos sectores dentro de la fotografía como las fotos de familia. Cada vez hay más aficionados y menos clientes", apunta.
En este ámbito hay mucha competencia motivada, sobre todo, por la desaparición de otros muchos sectores como las fotos de familia
Por ello, continúa, hace una década se cobraba por orla entre 25 y 30 euros por alumno y, en la actualidad, en muchos grupos cobramos entre nueve y 15 euros. "Tengo facturas de hace 20 años donde la gente pagaba 4.000 pesetas", recuerda Gómez de Beringola. El precio medio actual es de 12 euros por estudiante e incluye una orla tamaño normal, su versión pequeña y fotos individuales.
Sin embargo, según el profesional, conviene tener presente que el precio siempre varía en función del número de alumnos que la componen. "No es lo mismo una orla de 150 alumnos que una de 25. Aunque la esencia sigue siendo la misma, tener un recuerdo de tus compañeros de promoción, la evolución del negocio es clara", determina.
Escenografía del saber
Para Luis Fernández Colorado, profesor de Historia de la Fotografía, del Cine y de los Medios Audiovisuales en la UAM, el concepto de fotografía conmemorativa de la etapa estudiantil ha cambiado en una doble dirección. Por un lado, en el terreno de la función y, por otro, en el terreno estético.
"Hasta un determinado momento histórico, el acceso a los estudios medios y superiores estaba limitado a un escaso número de personas. Por lo tanto, la fotografía escolar era la única imagen que muchas familias iban a poder atesorar de su hijo o hija en el espacio o contexto académico", cuenta a este magazine. Y apunta que, además, la era de la fotografía analógica exigía de algún modo no malgastar negativo y revelar todo en papel.
Los niños iban vestidos con su ropa nueva, perfectamente peinados y, por otro lado, se marcaba una 'escenografía del saber' con mapas, libros y material de escritura
"Los profesores y las direcciones de los centros muy raramente hacían fotografías en el interior de los colegios. De ahí que se cuidara al máximo la realización de esa imagen. Los niños iban vestidos con su ropa nueva, perfectamente peinados y, por otro lado, se marcaba una 'escenografía del saber' con mapas, libros y material de escritura", destaca el docente.
Según Fernández Colorado, a partir de la Ley 14/1970 impulsada por José Luis Villar Palasí, el acceso al Bachillerato y a la Universidad empieza a aumentar y se crean nuevos centros. "En definitiva, y como suele decirse, se estimula y democratiza esa continuidad en los estudios. Las imágenes empiezan entonces a cumplir otra función: de reflejar la adquisición individual de los grandes saberes y conocimientos mediante la imagen del mapamundi pasan a la celebración grupal a través de las orlas", dice.
Influencia anglosajona
Y así llegamos a la era Instagram. "Empezamos a recibir influencias de fuera. Por ejemplo, ahora los alumnos llevan toga, birrete y beca en prácticamente todas las graduaciones, independientemente de los niveles educativos", expone. "La tecnología fotográfica está convirtiendo en irrelevantes o en accesorias las imágenes 'oficiales' y la fotografía escolar comienza, por lo tanto, a ser reflejo de una simbiosis entre celebración individual y colectiva. Uno asiste a la graduación universitaria de su hijo y toma imágenes del hijo y del grupo", apunta.
De acuerdo al profesor de la UAM, las graduaciones se están situando en el inconsciente social casi al mismo nivel que otras celebraciones religiosas como las bodas, bautizos o comuniones, pero también a las fiestas de carácter pagano como el Carnaval o Halloween.
El 'cártel' de la foto
Sobre la evolución de las instantáneas escolares en la parte estética, Fernández Colorado, incide en los cambios en la "iconografía del poder". "Educación era igual a saber e igual a poder. Los niños del mapamundi parecían pequeños ministros en potencia, pero, a partir de un determinado momento, la Educación también es un concepto asociado a lo lúdico, además de al saber. De ahí que poco a poco vaya imponiéndose la iconografía de la celebración: tanto más pareces divertirte cuanto más gritas o te contorsionas en la foto, por ejemplo", explica.
Pero no todo es nostalgia en el sector de la fotografía escolar. En el aula también hay sitio para las malas prácticas. A comienzos de este año, la CNMC informaba en su web de que varias empresas dedicadas al negocio de hacer las orlas universitarias habían sido expedientadas y multadas por acordar sus precios de forma monolítica en perjuicio de los universitarios pagadores durante al menos 10 años desde 2001. Fue bautizado como el "cártel" de la fotografía. Una estampa que bien podría ser eliminada a golpe de clic.