La reciente autorización de la Unión Europea (UE) para comercializar productos derivados de insectos ha generado debate y cierta alarma social. ¿Significa esto que en España empezaremos a encontrar gusanos en nuestros platos? La respuesta es más matizada de lo que parece y requiere analizar las normativas y garantías que acompañan esta decisión.
La regulación europea: seguridad y transparencia
En enero de 2021, la UE declaró seguros para el consumo humano los gusanos de la harina (Tenebrio molitor), seguidos de otros insectos como el grillo doméstico (Acheta domesticus) y la larva de escarabajo (Alphitobius diaperinus). Estos productos pueden venderse en forma de harina, polvo o como ingrediente en snacks, panes o proteínas en barras, siempre bajo estrictos controles de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).
La normativa exige etiquetado claro que especifique el tipo de insecto utilizado, evitando confusiones. “Los consumidores deben tomar decisiones informadas”, subraya un comunicado de la Comisión Europea. Además, los operadores deben cumplir requisitos de higiene y trazabilidad, igual que con cualquier otro alimento.
¿Ya se venden estos productos en España?
Sí, pero de forma limitada. Desde 2023, empresas españolas han lanzado productos como barritas energéticas con harina de grillo o pasta enriquecida con proteína de insecto, disponibles en tiendas especializadas o online. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) respalda su seguridad, recordando que “su consumo es voluntario y no sustituye dietas tradicionales”.
¿Por qué insectos?
La UE promueve los insectos como alternativa sostenible: requieren menos agua, tierra y emiten menos gases de efecto invernadero que la ganadería tradicional. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), son una fuente eficiente de proteínas, vitaminas y minerales.
¿Debemos preocuparnos?
La EFSA asegura que no hay riesgos para la salud en los insectos autorizados, aunque advierte sobre posibles alergias en personas sensibles a crustáceos o ácaros. “No se trata de comer insectos enteros, sino de incorporar sus derivados en productos procesados”, explica un portavoz de AESAN.
En resumen, aunque algunos alimentos con insectos llegarán a los supermercados españoles, su presencia será gradual y regulada. La decisión final recae en el consumidor, que contará con información clara para elegir. Lejos de ser una imposición, la medida refleja una apuesta por diversificar fuentes nutricionales en un contexto de crisis climática.
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