Agencias

Los árabes en la campaña electoral de Netanyahu: de enemigos a votantes

Tras varios años pintándola como el enemigo, la población árabe de Israel se ha convertido en el más reciente target de la campaña electoral de Benjamín Netanyahu que, ya sea

Tras varios años pintándola como el enemigo, la población árabe de Israel se ha convertido en el más reciente target de la campaña electoral de Benjamín Netanyahu que, ya sea para quitar escaños a los partidos árabes o arañar alguno más para el suyo, ha cambiado el tono y hasta el idioma de su discurso.

"El Gobierno de la derecha está en peligro, los votantes árabes están acudiendo a las urnas en masa". Esas palabras, pronunciadas por Netanyahu en los comicios de marzo de 2015, se incrustaron para siempre en la memoria colectiva de la población árabe de Israel, que representa un 20 % de sus poco más de nueve millones de habitantes.

Memoria que el primer ministro parece decidido a borrar ante las elecciones de este marzo y en las que, más por pragmática aritmética electoral que por un repentino cambio de opinión, busca contar con el apoyo árabe.

"Estamos tendiendo la mano a los votantes árabes, voten por nosotros", dijo recientemente el mandatario, por si quedaba alguna duda de que su visita a un centro de vacunación contra el coronavirus en la ciudad árabe de Tamra era casualidad.

Días después, en un simbólico y polémico acto en la ciudad de Nazaret, también de mayoría árabe, mezcló incontables promesas electorales con mensajes como "los árabes deben ser parte íntegra de la sociedad israelí" o "esta es una oportunidad para el comienzo de una nueva era" y hasta se disculpó por sus declaraciones de 2015.

Esta jugada del mandatario, sin embargo, no responde a un acercamiento entre su partido, el Likud, y este sector de la sociedad, compuesto de personas originarias de la región y de descendientes de las poblaciones autóctonas que se quedaron dentro de Israel tras su creación en 1948 y muchos de los cuales reivindican su identidad palestina.

Por el contrario, en los cinco años que pasaron desde aquel 17 de marzo de 2015, Netanyahu los deslegitimó sin cesar y protagonizó incontables episodios más que polémicos.

Uno de los más controvertidos fue la aprobación de la Ley de Estado Nación de 2018, que establece, en palabras del propio primer ministro, que "Israel no es un Estado de todos sus ciudadanos, sino del pueblo judío y de nadie más". A esto siguió su campaña electoral en 2019, basada en la lógica de "judíos contra árabes" y hasta un oscuro episodio en que su partido mandó a poner cámaras a colegios electorales en localidades árabes para disuadirlos de votar.

Por eso, para Nidal Othman, activista político y vicealcalde de Tamra, la ciudad que visitó recientemente el primer ministro, esta nueva estrategia electoral resulta un manotazo de ahogado: "Tener más votos árabes es la única forma en que Netanyahu puede destrabar la paridad con la oposición y seguir siendo primer ministro", expone a Efe.

Este análisis se basa en las últimas encuestas que, tal como sucedió en la antesala de las tres elecciones previas, indican que ni el bloque liderado por Netanyahu ni una hipotética coalición opositora cuentan con los apoyos necesarios para formar Gobierno.

"Si trabaja seriamente con una campaña dirigida a ellos, Netanyahu puede conseguir 50.000 o 60.000 votos de la población árabe", cree Salim Brake, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Haifa. Y, además, advierte de que este sector está ahora más preocupado por sus problemas sociales, como el aumento de los delitos y la violencia en sus comunidades y menos por cuestiones ideológicas o incluso la resolución del conflicto israelí-palestino.

Más allá de los votos que pueda captar para su propio partido, que en el mejor de los escenarios le otorgarían dos escaños más en un Parlamento de 120, varios analistas destacan que el principal objetivo de esta estrategia es dañar a los partidos árabes, que en la última cita electoral se presentaron como Lista Unida y obtuvieron unos sorprendentes 15 escaños, convirtiéndose en la tercera fuerza política del país.

"Netanyahu entiende que puede hacer daño a la Lista Unida. Esa es su estrategia, destruir a los grandes partidos", señala a Efe Amjad Shbita, que trabajó para uno de los partidos de esta alianza en el pasado y hoy es codirector de la ONG Sikkuy, que promueve la igualdad de derechos entre judíos y árabes en Israel.

Uno de los principales factores a su favor, agrega, es la decisión de Mansur Abás, líder del partido islamista Ram, que integra la Lista Unida, de apoyarlo abiertamente, algo que no fue bien recibido por sus socios y amenaza con hacer caer la alianza árabe.

La decisión de Abás, para muchos arriesgada, se alinea con el análisis de Brake y varios expertos, que indican que la población árabe busca tener más participación e influencia en la política israelí, de la que están marginados, tanto por decisión de los gobiernos de turno como de sus propios representantes políticos.

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