"¡Los Sacklers mienten, la gente muere!". El grupo activista PAIN nació en 2017 con el fin de denunciar los estragos y las consecuencias dramáticas en la población del fármaco Oxycontin, un opioide usado con fines médicos pero con efectos secundarios como adicciones y dependencias, además de medio millón de muertes. La familia Sackler, que se había enriquecido en parte gracias a la comercialización de este medicamento, era entonces una dinastía que figuraba entre los grandes filántropos culturales y que daba nombre a algunas de las salas más famosas de los mejores museos del mundo, hasta que esta organización, capitaneada por la artista Nan Goldin, consiguió invertir el orden social para convertirles en indeseados y parias de su propio hábitat.
La documentalista Laura Poitras toma esta excusa como arranque de su película La belleza y el dolor, ganadora del León de Oro en la pasada edición del Festival de Venecia y una de las firmes candidatas a hacerse con el Oscar al mejor documental, estatuilla que ya consiguió en el pasado con su documental Citizenfour (2014), sobre Edward Snowden y los programas de vigilancia ilegales de la agencia de inteligencia americana. La cinta llega a los cines españoles justo dos días antes de la ceremonia más importante del audiovisual, y tras haber ganado hace apenas dos días el premio al mejor documental en los Independent Spirit Awards.
Es difícil definir este documental. Es la historia de un activismo, pero también una crónica del florecimiento del movimiento travesti en Nueva York, de la efervescencia del arte en los 70 y los 80, el nihilismo callejero, la tragedia del SIDA o el poder del hombre sobre la mujer. Al mismo tiempo, y más allá de recoger el testimonio de una superviviente, testigo y protagonista de la escena contracultural, también funciona como un ejercicio en torno a la memoria, recuerdos y las experiencias.
La belleza y el dolor es un documental poderoso porque el peso de lo que narra Laura Poitras se sustenta casi en su totalidad en una sucesión de fotografías de Nan Goldin
Goldin (Washington D.C., 1953) experimentó un cambio trascendental el día que falleció su hermana adolescente. Sus padres se empeñaron en ocultar el verdadero motivo, el suicidio, y aquella huida temprana supuso el punto de partida de la rebelión de la artista, que pasó de casa en casa de acogida, después de que los médicos les advirtieran a sus padres acerca de un futuro similar para ella. Esta película repasa todo lo que aconteció a continuación, desde los motivos que se esconden tras sus impulsos artísticos al arrojo de llevar a los tribunales a una de las dinastías más poderosas del mundo.
La belleza y el dolor es un documental poderoso porque el peso de lo que narra Laura Poitras se sustenta casi en su totalidad en una sucesión de fotografías de Nan Goldin, aquellas que se convirtieron en una mirada fresca y novedosa del momento tan agitado del que fue testigo y protagonista entre los 70 y los 80, así como unas pocas imágenes en vídeo más recientes de las acciones en museos como el MET de Nueva York o el Louvre para conseguir retirar el nombre de los Sackler de las salas.
Estas narraciones simultáneas, fruto todas ellas del trauma de Nan Goldin en el que profundiza la película, corren el riesgo de convertir este documental en una cinta deslavazada, poco concreta e incluso difusa, pero su directora consigue hallar las conexiones emocionales, un hilo conductor en la vida de la artista que da sentido a sus acciones, artísticas y vitales, como si se tratara de una epopeya.
Al final del filme, uno tiene la sensación de que Laura Poitras no ha dejado ninguna pregunta sin responder y, al mismo tiempo, ha conseguido presentar de la manera más cinematográfica posible todos los misterios de la vida. Si bien el Oscar al mejor documental no suele tener demasiada trascendencia, es probable que en esta ocasión no pase desapercibido.