Carlos Boyero siempre suscita las opiniones más viscerales posibles tanto entre los lectores como entre el resto de compañeros de la prensa y la propia industria cinematográfica. Sus críticas son, desde que empezó a dedicarse a opinar, tan buscadas como temidas y odiadas, y su profesión, la de crítico cinematográfico, una actividad que poco se parece en la actualidad al periplo por los festivales más importantes de todo el mundo con todos los lujos posibles que durante tantos años ha vivido.
El exceso, la ausencia de filtro, la sinceridad y el descaro son algunos de los ingredientes del documental El crítico, un retrato con todo detalle de la figura de Carlos Boyero, que se aleja en todo momento de la seriedad y de la impostura. Aquí hablan todos y lo hacen bien, mal y también fatal. Quienes más admiran a Boyero tienen recuerdos agridulces, y al mismo tiempo sus más firmes opositores reconocen en él las cualidades que lo han convertido en un personaje único. Antipático en el texto y encantador en las distancias cortas, si en algo coinciden todos es en esa dualidad que compone la personalidad de un personaje irrepetible.
En este documental, dirigido por Juan Zavala y Javier Morales, que se ha presentado este miércoles en el Festival de San Sebastián y que llegará al canal TCM el 21 de octubre, no falta nadie. Aparecen sus compañeros de universidad, Fernando Trueba y Antonio Resines, directores y productores como Álex de la Iglesia, Manuel Martín Cuenca, Icíar Bollaín, Nacho Vigalondo o Enrique Lavigne; actores como Antonio de la Torre; y periodistas y críticos como Oti Marchante, Borja Hermoso, María Guerra, Pepa Blanes, Beatriz Martínez, Marta Medina o Pedro Vallín, así como Javier Moreno, exdirector de El País.
Pido calidad. ¿Y qué es? Lo que me gusta a mí", señala Boyero
Vemos a Carlos Boyero llegar al Festival de San Sebastián en la edición de 2021, hacer el "check-in" en el Hotel Londres y acreditarse en el mostrador del Kursaal. Usa un Alcatel sin Internet y no entiende nada ni de usuarios ni de contraseñas. "Es una especie en extinción", uno de los últimos referentes de la crítica cinematográfica de otra época y "el último mohicano de la incorrección política", como se refiere a él Carles Francino.
"Cuando te pone a parir dices: por fin soy director", bromea De la Iglesia. Del mismo modo, el director de 'El día de la bestia' admite que prefiere un "insulto" de Boyero a una "alabanza" de alguien a quien considera "mediocre". Sus opiniones, que para algunos no tienen fundamento pero que son imprescindibles para todos desde hace varias décadas son, ante todo, sinceras y auténticas, como él mismo, según esta redactora de Vozpópuli. "Nunca he ido de impostor, ni de fabricar una imagen. Todo ha sido más natural ", asegura en esta cinta. "Pido calidad. ¿Y qué es? Lo que me gusta a mí", señala en uno de los momentos más hilarantes de la cinta.
Boyero creció en el barrio de La Serna, en Salamanca. No guarda buen recuerdo de su padre, al que eliminó hasta de sus apellidos y optó por usar solo el de su madre, con el que además firma y que resulta más lucido que el "Sánchez" con el que nació. A pesar de una infancia de la que aparentemente no guardaba buenos recuerdos, cuenta que iba al cine dos veces por semana y que la película que le marcó fue El príncipe valiente.
Tal y como relata en este documental, a los 9 años entró en un internado. "Hasta el día que me muera recordaré a esa gente, a los ensotanados, como una panda de cuervos crueles". El crítico dice que intuyó "todo tipo de abusos" por parte de un "poder" que a sus ojos nunca fue algo "abstracto", y que vio "cómo lo ejercían con los débiles".
Boyero y las drogas
Boyero también reconoce que durante un tiempo se buscó problemas: le echaron del colegio y a su padre le advirtieron de que terminaría en la cárcel. "Fui bebedor, fumador y visitante de burdeles", afirma sin ningún rubor el crítico en una de las confesiones de este documental. Fernando Trueba, compañero en sus años universitarios, recuerda cómo le echaron del colegio mayor por ganarle el sueldo al cocinero jugando al póker, porque era un auténtico "tahúr".
El protagonista de este documental reconoce cómo el "alcohol, el tabaco y la cocaína" a veces le han "acorralado" y cómo buscó "treguas mediante eliminas de desintoxicación". "Me lo he pasado muy bien y muy mal con mis adicciones", confiesa Boyero, convencido de que pueden "transformar a la gente y al mismo tiempo dar cosas muy gratas".
"Me lo he pasado muy bien y muy mal con mis adicciones", confiesa Boyero en El crítico
El crítico también hace referencia a cómo sus palabras irritaron tanto a la profesión que incluso se firmó una petición para que le echaran de El País, uno de los momentos más difíciles de su carrera, así como cuando Pedro Almodóvar, a quien Boyero destrozaba en sus columnas de manera habitual, también envió una queja al periódico. Pero no era el único cineasta reconocido a nivel internacional al que este crítico no soportaba, y tampoco tenía buenas palabras para nombres consagrados como el iraní Abas Kiarostami o el coreano Park Chan-wook, algo que para muchos significaba una falta de sensibilidad hacia otras culturas.
Boyero está cansado de ir a los festivales. Cansado de Cannes y de San Sebastián, de los que ya se ha despedido. "Si no me vuelvo estúpido y me pegan por seguir dando mis opiniones, ahí estaré. A ver si me admiten en una residencia de viejecitos o a ver si tengo el valor de tirarme por la ventana", cierra en este documental, que funciona no solo como un retrato certero sino también como una pregunta abierta acerca del destino de la crítica cinematográfica y, en general, del periodismo cultural, que para muchos está en vías de extinción o, al menos, ha llegado al final de una etapa. Muchos piensan que el problema es Boyero, pero quizás el problema se encuentra en la desconexión con el público más joven.
NormaDin
El comentario que no ha aparecido es censura o un problema con el wifi? Si fuera lo primero, informo al censor que aludía al incisivo lenguaje del Sr. Boyero.
Porfirio Rubirosa
Para un fino esteta con una pluma, tener la cara picada y una narizota que parece un pimiento morrón, le convierte en un ser cruel e intolerante.