En días donde hemos contraído esa rara psicosis de la enumeración -‘las diez novelas’, ‘los cinco escritores’, ’las 20 bibliotecas’- leer este libro es algo así como quedar en paños menores. Sí, eso: desguarecido, a la intemperie, tocado por las imágenes y los nombres de lugares que se imprimen en la memoria de los que aman los libros. Se trata de Librerías (2013), texto con el que Jorge Carrión (Tarragona, 1976) se alzó como Finalista del Premio Anagrama de Ensayo y que ha sido publicado por la editorial en su colección Argumentos.
Es un volumen que se toma su tiempo, que recorre de manera exhaustiva un mundo que luce hoy “crepuscular” y con el que Carrión se las arregla para evitar la melancolía excesiva, la ñoñez y el buenismo del ‘todo tiempo pasado fue mejor’. A mitad de camino entre el ensayo, la crónica de viaje, la crítica y el texto sincero y ameno, Carrión se adentra en el imaginario de las librerías. ¿Qué significan estos lugares? Para responder a esta pregunta hace un recorrido –histórico, temático, episódico- en el que testimonio individual y colectivo se funden como lo hacen las instantáneas en un álbum de familia recobrado. De ahí que al leerlo se sienta el lector descubierto, retratado a veces en una librería lejana y desconocida de Caracas como en los pasillos de la emblemática City Lights. Hilvana Carrión el destino de las librerías con el de los escritores y pensadores: Robert Walser, Bruce Chatwin, Roberto Bolaño, Goethe, Lawrence Ferlinghetti… ¿Iconos culturales? ¿Sitios turísticos? ¿centros de resistencia política?
No es el primer libro de Jorge Carrión, ni mucho menos. Ha escrito los libros de viaje La brújula (2006) y Australia. Un viaje (2008); la novela Los muertos (2010); y los ensayos Viaje contra espacio. Juan Goytisolo y W.G. Sebald (2009) y Teleshakespeare (2011). La suya es una voz tan joven como lúcida. Con el paso del tiempo, su prosa ha ido refinándose hasta el punto de alcanzar en Librerías un depurado y magnífico estilo que ejerce la crítica cultural sin las imposturas del experto. Como si le llevara la contraria a Marc Augé y su brote desolador de ‘no lugares’, se empeña Carrión por dotar de sentido y actualizar la importancia de nuestros mecanismos más importantes de consumo cultural: las series de televisión, las redes sociales, los viajes y ahora las librerías.
-Se ha atrevido con las series de Tv, con los cronistas, ahora con las librerías. ¿Se trata de una evolución natural de sus obsesiones?
-Después de publicar el libro he visto que está muy relacionado con mis crónicas de viaje y que, de alguna forma, es el modo que he encontrado de conciliar dos de mis pasiones: el viaje y la literatura. Las librerías son los lugares donde se produce esa, digamos, comunión. Y el género de la crónica, otro lugar de encuentro posible entre esos dos mundos. En paralelo, a partir de Los muertos y con Teleshakespeare, estoy añadiendo una obsesión nueva a esa obsesión antigua: la de analizar cómo se representa a sí mismo el mundo contemporáneo. En teleseries, sí, pero también en cómics, en poemas o en las redes sociales...
"Me interesa analizar cómo se representa a sí mismo el mundo contemporáneo"
-En el tiempo que escribía este ensayo vio a la librería Catalonia transformarse en un McDonalds. ¿Qué se muere primero el libro o la librería?
-Está por ver si se mueren o no. Si, de pronto, China decide importar libros en español (sería raro: lo normal es que los produzcan ellos mismos) o si los turistas chinos o norteamericanos comienzan a ver las librerías europeas como espacios de visita obligatoria, todo cambiaría. La historia está llena de esos cambios. Yo, en el libro, asumo que hay un crepúsculo, pero que es tan lento que lo más probable es que nos sobreviva.
-Cuando habla de la erótica de la librería, de la fetichización del libro como objeto acumulable resulta difícil pensar en una versión virtual del libro.
-En efecto, eso nos crea un problema: el capitalismo se ha basado hasta ahora en la acumulación física, en el concepto de pertenencia. El lujo, por supuesto, también ha visto siempre en "la experiencia" un capital simbólico. Pero prevalecía la joya, el coche deportivo o la antigüedad. En el cambio de siglo se ha multiplicado el consumo de "experiencias", se han convertido en "regalos". Esa tendencia a lo abstracto, a lo fugaz, también atañe al consumo cultural.
"Asumo que hay un crepúsculo en el mundo de los libros, pero es tan lento. Probablemente nos sobreviva".
-Libro electrónico, que no me quedó claro: ¿es usted de los "apocalípticos" o los "integrados"?
-Un punto medio, intento
-La historia de las librerías es episódica, romántica, casi fragmentaria; dice. Las bibliotecas, en cambio, tienen una historia cabal y menos anárquica. ¿Son tan distintas en su naturaleza como en su supervivencia?
-Son muy distintas, pero muy complementarias. Se necesitan.
-Pensando, por ejemplo, en la estantería dedicada a City Lights en Shakespeare and Company, así como ya no cabe esperar a un Hemingway en el siglo XXI, en un mundo lleno de blogueros y tuiteros, el libro … ¿cómo queda?
-Se trata, en el fondo, de la mutación de la figura del prescriptor. Ahora se ha multiplicado, y ya no está donde era habitual. Pero piensa en las enotecas, en las tiendas de vino: pedimos, necesitamos la opinión de un experto. O una parte de nosotros la necesitamos. Aunque compremos la mayor parte de nuestras botellas en el supermercado.
"Pedimos, necesitamos la opinión de un experto. O una parte de nosotros la necesitamos"
-Sobre la naturaleza del librero mitad preceptor, editor, agitador cultural, alguien, como dice "escindido" entre el libro como mercancía y como objeto. ¿Es un resabio romántico? ¿Un oficio casi artesanal?
-Yo creo que para los amantes de los libros (y eso no se decide) sí. Hay muchos licenciados en letras que trabajan en FNAC o en La Casa del Libro y se sienten libreros y actúan como tales. Pero, por supuesto, también hay muchos libreros desengañados, o simples negociantes.
-Un paréntesis: En el libro afirma que Bolaño guardaba una deuda literaria con Borges y Cortázar, de ahí la ambición enciclopedia de su obra
-Borges y Cortázar eran, como Bolaño, superlectores. Lectores voraces. Las obras de los tres aspiran a ser bibliotecas de Babel.
-Retomemos. Al contrario de lo que uno piensa cuando comienza a leer, librerías como Des Colonnes (Tánger) terminan por ser más interesantes que las míticas.
-De eso se trata, de pensar en serio el fenómeno, de mapear el mayor número de librerías importantes posibles, y de desplazar los centros y las periferias habituales...
"Se trata de pensar en serio el fenómeno, de mapear el mayor número de librerías importantes posibles"
-Por cierto, City Lights le defraudó un poco, ¿o me equivoco?
-La primera vez me encantó. La segunda vez, ya no tanto. Sin embargo, es una librería mucho más importante que Shakespeare and Company, la más famosa del mundo...
-En ese pasaporte imaginario que dice llevar en su recorrido... si pudiéramos inventar una ciudadanía librera, una República del Libro, ¿a qué se parecería?
-El propio libro refuta la idea inicial del pasaporte de las librerías. Habla de cómo yo supero ese tipo de fetichismo. O, al menos, parcialmente. Pero existen repúblicas reales de librerías: pueblos enteros llenos de librerías. O repúblicas provisionales: las ferias del libro.