Después de 14 años de obras y 20 millones de euros, el Teatro de la Comedia volverá a abrir sus puertas y subirá su telón. ¡Y de qué forma! El próximo 15 de octubre, el coliseo madrileño, que ha sido la sede Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), reabre con una obra de Calderón de la Barca, El alcalde de Zalamea, dirigida por Helena Pimenta. La CNTC vuelve a casa.
El Teatro de la Comedia cerró sus puertas en 2002 para dar comienzo a la rehabilitación y modernización de sus instalaciones, aunque no sería hasta el 7 de septiembre de 2010 cuando comenzaban las obras, con un plazo de ejecución de dos años.
Con un coste total de 20,35 millones de euros, tal y como estaba presupuestado en el momento de la adjudicación del proyecto en 2004, las obras han permitido consolidar el edificio y ampliarlo en 750 metros cuadrados, es decir, obtener un área total de 3.404 metros cuadrados, y recuperar el aforo de la sala principal con 700 espectadores.
El próximo otoño el teatro de la madrileña calle del Príncipe estará funcionando de manera permanente, pero no será hasta el 30 de septiembre de 2017 cuando se complete la obra total con la instalación de la infraestructura escénica y las equipaciones básicas.
Una historia que comienza con el rey Alfonso XII
Comenzó a construirse hace 140 años, en un solar de la calle del Príncipe, aquel enclave que ya en los siglos XVI y XVII había alojado las mejores corralas de Madrid. Se trata del teatro de la Comedia, inaugurado por el rey Alfonso XII en 1875 y asolado, en 1915, por un incendio del que resurgió con la fuerza de una carcajada en la oscuridad.
Acaso porque la risa anuncia cosas que están por derrumbarse, ya sea un techo sobre el patio de butacas o un país entero sobre los andamios de sí mismo, el teatro de la Comedia ha permanecido –a veces fantasmal- confinado al cierre durante 14 años. Desde 2002, una telaraña permanente de andamios lo confunde con una tienda de souvenirs o un bar de esos a los que van los irlandeses a beber cerveza irlandesa... en España.
Y sin embargo, al traspasar el vestíbulo, algo de envenenada vidilla recorre sus balaustradas de hierro. Entre sus palcos y butacas resonaron los versos de Cervantes, Lope de Vega y Calderón; su platea en forma de herradura recibió a Jacinto Benavente o Benito Pérez Galdós y hasta su escenario sirvió de podio para que José Antonio Primo de Rivera pronunciara el discurso de fundación de la Falange, en 1933.
El teatro de la Comedia, raro coliseo sin camerinos –el arquitecto Agustín Ortiz de Villajos no los consideró necesarios por creer, quizá no del todo equivocado, "que los cómicos iban ya vestidos al teatro desde sus casas"–; ese lugar, a escasos pasos del Congreso de los Diputados, en el que parodia y ciudadanía se sucedieron como los actos impares de una comedia melancólica.
Reapertura y resurrección
Tras permanecer cerrado durante 14 años, el teatro de la Comedia verá subir de nuevo el telón en octubre de 2015. Sede original de la Compañía Nacional de Teatro Clásico desde su creación en 1998, el teatro de la Comedia comenzó sus obras de restauración en 2010, luego de ocho años de retraso consumidos no solo en los estudios para la correcta conservación de la estructura del edificio -reconstruida a toda velocidad con hormigón tras el incendio de 1915-, sino también en las gestiones urbanísticas. Se trata de un edificio protegido, de mediados del siglo XIX, que debe ser respetado al máximo.
Las obras han permitido ampliar el aforo del teatro a 700 butacas y crear una segunda sala de unos 300 metros cuadrados de superficie que servirá para ensayos y representaciones, con un aforo de un centenar de localidades. Se tratta de la "sorpresa" de esta reconstrucción: la sala Tirso de Molina, una nueva sala multidisciplinar, cuyo aforo es de 100 personas. Bajo el patio de butacas se ha realizado una profunda excavación que permitió a los arquitectos descubrir los escombros del incendio de 1915, hasta entonces amontonados en el contrafoso. El techo también fue sometido a una restauración en taller.
Una noche de fuego
La noche del 17 al 18 de abril de 1915, se declaró un incendio que destruyó el interior del teatro. El techo se desplomó sobre el patio de butacas. La sala fue reconstruida en pocos meses por el arquitecto Luis Bellido, quien modificó la estructura de madera y hierro empleó, por primera vez, el hormigón. Y era justamente allí, en el deterioro de ese material, de donde surgió la principal amenaza para el edificio.
“Trabajar con hierro y madera en mal estado es mucho más fácil que con un hormigón que estaba muy degradado, eso ha generado problemas terribles”, comentaron los arquitectos Sebastián Araujo y Jaime Nadal, como si hablaran de una bombonera de cristal a punto de estallar.
Su estructura de hierro fundido, de antepechos forjados y palcos separados entre sí por tabiques, aportan todavía la sensación ligera, muy parecida a la del teatro María Guerrero, un coliseo también diseñado por Agustín Ortiz de Villajos, autor también de la iglesia del Buen Suceso y del desaparecido Teatro Circo Price.
Marcas en la piel del teatro
"Que desaparezcan los partidos políticos. Nadie ha nacido nunca miembro de un partido político; en cambio nacemos todos miembros de una familia; somos todos vecinos de un municipio; nos afanamos todos en el ejercicio de un trabajo…", dijo, José Antonio Primo de Rivera subido al proscenio del teatro de la Comedia. Fue un domingo 29 de octubre de 1933, fecha formal de la fundación de La Falange, versión castiza de la efervescencia católica y nacionalista de cuño italiano. Semejante cita, claro, ha quedado recogida durante años en la fachada del teatro en una placa conmemorativa con el símbolo falangista del yugo y las flechas.