Manuela Carmena ha anunciado esta semana su intención de volver a presentarse al cargo de Alcaldesa de Madrid. Lo hará, eso sí, con una candidatura y una lista propia. Quiere elegir quiénes la acompañarán en su intento de reelección. La medida facilitaría a Carmena una gestión más uniforme en algunos asuntos. Uno de ellos Cultura, un área de gobierno jalonada por las polémicas, relevos abruptos y finalmente concentración de funciones. Esa fue la medida a la que tuvo que hacer la alcaldesa luego de que la oposición pidiera la cabeza política de su concejala de Cultura, Celia Mayer, quien fue trasladada en 2017 a un Área de Igualdad creada ex profeso para Mayer. Desde entonces Manuela Carmena, a lo Cristina Cifuentes en su momento, concentró todas las atribuciones en la materia.
Apenas 48 horas después de ser elegida como alcaldesa, Manuela Carmena tuvo reveses en su gestión, de Cultura para más inri. Guillermo Zapata quien debía asumir la responsabilidad como concejal en el área, se vio obligado a dimitir tras la polémica que desataron sus tuits con chistes de humor negro sobre los judíos y víctimas del terrorismo. Los había publicado en 2011 pero saltaron a la luz nada más anunciarse el equipo. Lo sustituyó a toda prisa Celia Mayer licenciada en Ciencias Políticas y en el Patio Maravillas, entre otras asociaciones ciudadanas.
La de Mayer fue una gestión breve y complicada, con al menos cuatro crisis: la gestión de la Cabalgata de Reyes. Aquello ocurrió en enero, un mes más tarde, hubo una denuncia contra dos titiriteros, quienes fueron detenidos por enaltecnimiento al terrorismo tras exhibir un cartel que rezaba Gora Alka ETA, en un espectáculo infantil de títeres programado por Madrid Destino para las festividades de Carnaval. El tercer equívoco fue algo peor. Celia Mayer no sólo fue acusada de asignar a dedo el contrato sobre el informe del callejero franquista a la cátedra de la Universidad Complutense, sino que además –y de forma arbitraria- Mayer retiró los monumentos al Alférez Provisional o la placa a los beatos carmelitas fusilados en el cementerio parroquial.
Carmena se vio obligada, una vez más, a recoger velas: pedir disculpas, cortar el contrato con la Cátedra y formar el Comisionado sobre la Memoria Histórica. También relevó a Mayer de las competencias en ese tema específico. Avanzaba la legislatura y las cosas iban a peor. La gota que colmó el vaso para la posición fue el cambio programación de las Naves de Matadero, así como la orden de retirar los nombres de las salas de Max Aub y Fernando Arrabal de ese complejo. Sobrepasada por los errores de Mayer, Manuela Carmena la asumió ella misma las labores en Cultura.
Con Carmena al mando, todo sea dicho, el asunto no fue a mejor. Juan Carlos Pérez de la Fuente, quien había sido elegido tras presentarse en 2014 a un concurso público convocado por el Área de Cultura y Deportes del Ayuntamiento de Madrid a través de la empresa pública Madrid Destino, fue destituido de su cargo como director del Teatro Español. Según la ley, Pérez de la Fuente debía permanecer como responsable del teatro durante cuatro años. Tras la decisión del Ayuntamiento, su mandato apenas llegó a la mitad de los previsto.
La situación legal del Español quedó en el aire. Aunque el pleno del Ayuntamiento solicitó la permanencia y restitución de Pérez de la Fuente, el gobierno local convocó a un nuevo concurso. Es decir, el teatro permanecería 8 meses sin dirección, un nuevo periodo de turbulencia tras la larga cadena de crisis: la salida de Mario Gas y su posterior sustitución por Natalia grueso, quien abandonó la dirección debido a una investigación judicial a la que fue sometido por su labor como director del Niemeyer. Finalmente, Carme Portacelli asumió las riendas del coliseo.
No cumplía aun un año en el cargo y Manuela Carmena había creado al menos seis episodios de tensión con el sector Cultura. Una de las guerras más encarnizadas la ha librado el sector de Tauromaquia con la alcaldesa, quien retiró toda la financiación a la escuela Marcial Lalanda. El final de la subvención que recibía la escuela y la salida de los animales de sus instalaciones, obligó al cierre de la institución tras cuarenta años de historia. Una de las primeras medidas que tomó Carmena fue renunciar a su localidad como autoridad en la Plaza de los Toros de Las ventas, gesto que repitió con el Teatro Real de Madrid, institución cultural clave en la vida de la ciudad.
Quizá el área literaria sea la menos irregular en la gestión cultural de Carmena: mantuvo el apoyo a las ferias del Libro Antiguo de primavera y otoño, también a la tradicional feria del parque El Retiro y llevó adelante la organización de la visita de Madrid como ciudad invitada en la Feria del Libro de Guadalajara. En ocasión del aniversario de la Plaza Mayor, puso en marcha una feria de libreros, en la propia plaza.
La valoración sectorial de la labor de Manuela Carmena obtuvo sin embargo el suspenso. En el Barómetro anual de la Cultura elaborado la Fundación Contemporánea –que consulta la opinión de más de 360 profesionales y altos cargos culturales- apenas y figuraban las instituciones que dependían del Ayuntamiento de Madrid así como los acontecimientos organizados por el equipo de Manuela Carmena. Sólo dos instituciones consiguieron abrirse paso en las treinta mejor valoradas: Matadero Madrid, que ocupó el puesto número 14, y el Festival Internacional de Jazz, en el 21.