Cultura

Así funciona el Real: el único teatro lírico abierto en tiempos de pandemia

El Covent Garden londinense, la Scala de Milán o el Metropolitan Opera House de Nueva York permanecen cerrados; el coliseo madrileño fue el primero en levantar el telón y mantiene su temporada 20/21

  • Una imagen del Teatro Real (Javier Del Real).

Un fantasma recorre los principales teatros líricos europeos: el silencio. Desde el estallido de la pandemia, los coliseos Covent Garden, en Londres; la Scala, en Milán; el Liceu, en las ramblas barcelonesas; Garnier y la Bastilla, en París; el Odeon, en Viena o la Staats Oper de Berlín mantienen sus puertas cerradas y su programación cancelada. La situación no es mejor en América, hasta el punto de que el Metropolitan Opera House de Nueva York prolongó su cierre hasta junio del año próximo. La excepción más clamorosa es la del Teatro Real de Madrid, el primero en abrir y hasta ahora el único en completar su temporada 2019/20, así como de estrenar la prevista para este año y el siguiente.

Más de veinte años después de su reapertura, en 1997, el coliseo de Caños del Peral se resiste al cierre. No ha habido bancarrota, amenaza de demolición o contienda que pueda con su estructura. A punto estuvo de desaparecer, varias veces. Una en 1925, cuando fue declarado en ruinas. Otra en 1964, en los años del franquismo. Resistió varias guerras, revueltas y ahora una pandemia mundial que hace tambalear al mundo de la ópera. El Real tiene una mala salud de hierro y no teme a los cambios porque ha tenido que sortearlos desde sus inicios hace ya doscientos años.

Espejo de su tiempo, el Teatro Real acogió las revoluciones tecnológicas -la luz eléctrica es una de ellas- y las sociales. Su salón de baile alojó sesiones del Congreso de los Diputados desde 1841 hasta 1850. Durante este periodo se tomaron decisiones como la creación de la Guardia Civil (1844), la aprobación de una nueva Constitución (1845) y de una Ley Electoral (1846). Ha conseguido escapar a muchos escollos, incluso su uso como elemento de propaganda hasta su destino como arma arrojadiza en tiempos de democracia. Lo ha visto todo este edificio. Desde los años en los que Verdi estrenó La forza del destino, y Adelina Patti debutó y rivalizó con Gayarre a finales del XIX, hasta la visita de Karajan en 1968 o de Leonard Bernstein en 1984.

Los Reyes, en el palco del Real, con Carmen Calvo y Meritxell Batet.

Y de repente, covid

Tras reabrir en julio con una versión de concierto de La Traviata, el Real estrenó en septiembre su vigésima cuarta temporada desde su reinauguración. Se trata de un programa ambicioso conformado por 15 óperas de las cuales siete son nuevas producciones y dos estrenos mundiales. Tal y como aseguraron sus responsables durante la presentación a comienzos de otoño, esta es una temporada muy popular, ya que recupera grandes piezas del repertorio, entre ellas Tosca, de Puccini, que se presentará en julio de 2021 con dos de los intérpretes internacionales de mayor relevancia: Ana Netbrenko y Joan Kaufman.

Luego del estreno del melodrama en tres actos verdiano Un ballo in maschera, el coliseo continúa adelante con la popular ópera romántica checa Rusalka, de Antonín Dvořák, una obra que no se representaba desde hacía por lo menos cien años en el Teatro Real y que se estrenó el jueves pasado con un 65% del aforo. Con Ivor Bolton en la dirección musical y con la propuesta artística de Christof Loy (responsable de Capriccio, de Strauss, la temporada pasada) el público disfrutará hasta el 27 de noviembre de un reparto en el que destacan, entre otros, Asmik Grigorian y Eric Cutler.

¿Qué hay detrás de la temporada del Teatro Real? ¿La afectan las restricciones horarias y de circulación en la capital española? ¿Qué lecciones se extraen de funciones como la del pasado 20 de septiembre de Un ballo in maschera? ¿Cómo afectan los protocolos sanitarios a la interpretación musical y operística? ¿Tienen alguna incidencia? ¿Cuántas de estas medidas podrían conservarse en el futuro? A esta y a otras interrogantes contestan a Vozpópuli tanto su intendente Joan Matabosch como Ivor Bolton, director musical del teatro de Caños de Peral.

 Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real.

Mozart con mascarilla

Son las once en punto de la mañana y Joan Matabosch tiene todo listo para una conferencia de prensa que ofrecerá junto con la Compañía Nacional de Danza en ocasión del estreno de las coreografías Apollo, de George Balanchine, Concerto DSCH, de Alexei Ratmanski, y White Darkness, de Nacho Duato. “Soy muy poco de tirar la toalla. Si hay que tirarla, se tira... pero que sea entre las últimas opciones”, explica a Vozpópuli, fiel la línea que defiende desde la presentación de la nueva temporada: la normalidad no surge sola, hay que buscarla.

"Los teatros líricos están todos cerrados y las circunstancias de la crisis sanitaria hacen las cosas muy difíciles. Supone un gran esfuerzo para todo el mundo y pone a la institución en tensión. Pero creo que vale la pena soportar esa tensión y encontrar una manera, con medidas y protocolos sanitarios totalmente estrictos que garanticen que se pueda trabajar con toda seguridad tanto para los técnicos, los artistas, los cantantes y la orquesta. Todo con el fin de garantizar, evidentemente, la seguridad del público”, explica Matabosch.

Antes del verano, la secretaría general del Teatro Real elaboró un protocolo junto con un equipo de médicos y epidemiólogos de distintos hospitales de la Comunidad de Madrid. Esas medidas incluían protocolos para ensayos, aprovechamiento del aforo, así como las regulaciones de acceso y el acondicionamiento de espacios de acuerdo con la estructura del teatro. Por ejemplo, de los tres modelos de foso disponibles para la disposición de la orquesta, el coliseo ha empleado el de mayor capacidad, para asegurar las distancias entre los músicos, cuyos instrumentos de viento y metal están separados con mamparas al igual que el podio del director. 

Los teatros líricos están cerrados y la crisis sanitaria hace las cosas muy difíciles. Es un gran esfuerzo, pero vale la pena"

Tanto la plantilla de trabajadores del teatro como los equipos artísticos, intérpretes y figurantes son sometidos periódicamente a test y exámenes serológicos. Así han conseguido mantener las quince óperas de la programación. “Tampoco es que lo hayamos conseguido todo, algunas cosas las hemos cancelado o modificado. Pero nos hemos dado cuenta que esas producciones propias que podemos comenzar a preparar desde el principio como La Traviata, Un ballo in maschera , Rusalka o el próximo Don Giovanni podemos llevarlas a cabo de manera segura, mientras que se hace más difícil cualquier producción extranjera porque antes de entrar en el teatro deben someterse a un test serológico o una PCR”, puntualiza el director artístico.

“Somos especialistas en resolver problemas y reaccionar muy ágilmente en situaciones complicadas. Si queremos mantener el teatro abierto debemos ser capaces de prever contratiempos para saber exactamente qué es lo que toca hacer. Pero preferimos estar abiertos y muchas cosas que se ha cancelado es porque no se podían hacer: se canceló el ballet El nacimiento del rey sol, Le ballet royal de la nuit, porque la compañía no podía viajar, pasó lo mismo con el ballet de Múnich”. En ese tipo de casos, asegura Matabosch, se devuelve el dinero a lo abonados. “Si no hay absoluta seguridad sanitaria no se hace. Pero permanecer abiertos es importante para todos: para el público, los abonados, los artistas, los principales damnificados de esta situación. Algunos han estado hasta seis meses con todos los contratos cancelados. Nuestras producciones, sin embargo, se han llevado a cabo”.

Se han implementado medidas como la actuación del coro con mascarillas, o dispuestos detrás del escenario, como en el montaje de Rusalka

Las modificaciones implementadas son más logísticas que estéticas, por ejemplo: el adelantamiento de las funciones a las 19.30 horas para asegurar que el público pueda salir antes de las doce de la noche, la entrada y salida escalonada, la separación entre butacas, además de las medidas como medición de la temperatura, la disposición de hidrogeles y la obligatoriedad de la mascarilla durante las funciones así como para acceder a las instalaciones. Y así ha ocurrido para este reportaje: el acceso por la puerta de artistas exige desechar la mascarilla y usar una nueva ofrecida por el propio teatro.

Dependiendo del montaje se han implementado medidas como la actuación del coro con mascarillas, o dispuestos detrás del escenario, que es la solución aplicada para el montaje de Rusalka. Tal y como explica Joan Matabosch muchos otros teatros líricos han consulado al Teatro Real algunas de sus medidas más importantes, sin embargo no siempre son homologables. “Cada plan debe ser diseñado y aplicado en función del edificio y la arquitectura para las que fue concebido el protocolo sanitario”, que se diseñó justamente en un momento en el que se daba por asumido que la situación sería mucho mejor que la actual.

Ivor Bolton durante la entrevista con Vozpópuli. 

Logística sí, discurso artístico no

“No vamos a cambiar el discurso artístico de esta casa, lo que es indispensable modificar son los protocolos para llevar a cabo todos los procesos de la creación: desde los ensayos hasta la representación”, explica Joan Mataboch. “Hay cosas que antes eran fáciles, por ejemplo, que un cantante llegase a Madrid desde Nueva York. Eso requiere hoy un esfuerzo mayor, incluso a veces resulta una odisea. Pero que sea muy complicado y requiera un esfuerzo aún mayor no significa que sea imposible”.

Sentado ante un piano de pared, el director británico Ivor Bolton asegura que si alguien tiene deber de permanecer abierto es justamente el Real. La música es más necesaria que nunca, sobre todo en tiempos como los que corren, cuando las artes escénicas y la música en vivo sufre un duro revés. “No todo es igual, depende de la normativa de cada país. Sin embargo, la mayoría son temas logísticos. Desde testar a 80 personas semanalmente hasta reubicar los instrumentos. Son asuntos prácticos, pero los necesitamos más que nunca. La ópera, hoy más que nunca, debe seguir contando historias”, defiende.

Bolton: "Son asuntos prácticos, pero los necesitamos más que nunca. La ópera, hoy más que nunca, debe seguir contando historias”

Antes de incorporarse al Teatro Real, Bolton trabajó en la Ópera Estatal de Baviera, la Ópera Nacional de Paris, el Maggio Musicale Fiorentino, la Nederlandse Opera, La Monnaie de Bruselas, la Wiener Staatsoper, la Opernhaus Zürich, la Semperoper Dresden, el Festival International d'Aix-en-Provence, la Theater an der Wien y la Hamburg State Opera. A pesar de sus 35 años de carrera y su periplo por distintos coliseos, el británico reconoce que la dinámica del Real es única, por poseer una creatividad y candidez específicas. No en vano ocupa la dirección musical desde 2014.

Nacido en el seno de una familia de mineros al norte de Inglaterra, el director y clavecinista ha dirigido buena parte del repertorio del austriaco al frente de la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo, la ciudad natal de Mozart y sede del prestigioso festival musical. La temporada pasada Bolton dirigió Idomeneo, La flauta mágica y el próximo mes de diciembre hará lo propio con Don Giovanni, cuyos ensayos ya están en marcha.

Cerca de 2.500 funciones garantizan una temporada que no habría sido posible sin los esfuerzos de la institución, pero tampoco sin el patrocinio privado, uno de los ejes principales de la gestión del Teatro Real. Las producciones patrocinadas se reparten esta temporada de la siguiente forma: Telefónica patrocinó Un ballo in maschera; Fundación Santander lo hizo con Rusalka; a Endesa corresponden Don Giovanni y Norma; la Junta Amigos del Teatro Real hará lo propio con Elektra y Viva la Mamma!, y la Fundación BBVA Peter Grimes y Tosca.

"Cerrar las salas de conciertos y teatros es una decisión grave. El empobrecimiento de la mente y del espíritu es peligroso y también daña la salud del cuerpo". Así defendió Ricardo Muti la necesidad de los espectáculos musicales y operísticos hace unos meses en las páginas de Il Corriere della Sera. Su carta abierta era no sólo una llamada de atención, sino una advertencia. Aun así los principales coliseos continúan cerrados y muchos de ellos, como la ópera de Nueva York, acumulan pérdidas de más de cien millones de dólares y cientos de despidos.

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