Ciencia

Vivir con el corazón al hombro

Germán vive con parte de su corazón fuera del cuerpo. Media docena de personas en España disponen de estas asistencias ventriculares que les permiten prolongar su vida a la espera de un trasplante.

  • Germán muestra el dispositivo de asistencia ventricular

Cuando Germán acude a recoger a sus nietas al colegio parece un jubilado más con una mochila, pero lo que lleva colgado al hombro no es la merienda de las niñas, sino el sistema que le mantiene con vida. "Esto es una parte del corazón, que la llevo por fuera", explica mientras enseña la cápsula externa por la que circula su sangre. "Es como una bomba que saca la sangre que sale del ventrículo izquierdo y la impulsa hacia la arteria aorta".

Germán Olmedo tiene 59 años y hasta el pasado mes de mayo trabajaba como bombero en la Comunidad de Madrid. El día después de la boda de su hermano se despertó con un fuerte dolor en el pecho y le trasladaron de urgencia al hospital de Alcorcón. "A mí me dio el abuelo de todos los infartos", relata a Next. "Era un shock cardiogénico, que te colapsa corazón, riñones, hígado... Yo estaba muerto, según me dijeron que no daban por mí ni dos pesetas, que no pasaba de aquella noche o aquella mañana". Pero los médicos consiguieron sacarle adelante y mantenerle con vida a pesar de su corazón maltrecho.

Cuando se produce un infarto o un problema coronario, el tiempo que pasa antes de la intervención es vital para minimizar los daños. El corazón de Germán estuvo tanto tiempo sin riego que el ventrículo izquierdo quedó prácticamente inservible, incapaz de bombear la sangre por sí mismo. "Me dijeron que la única posibilidad era el trasplante", asegura, "y que me tenían que hacer una operación para prepararme". Hace unos años, este tipo de pacientes debían conectarse a una máquina y permanecer en la UCI hasta que llegara un corazón compatible. La solución que le ofrecieron los médicos del hospital Puerta de Hierro de Majadahonda fue colocarle un dispositivo externo que le permita recuperarse y seguir con su vida hasta que llegara el momento de ponerle un corazón nuevo.

"Si no es por esto a lo mejor yo no tenía posibilidad de salir adelante", afirma Germán mientras muestra la ampolla que bulle en su regazo. La sangre llega hasta el dispositivo desde su corazón y le da el impulso que el ventrículo atrofiado es incapaz de dar. La triple membrana interna se mueve por el empuje del aire que llega desde la doble bomba que lleva en la mochila. Puede llevar las bombas al hombro o en un carrito con ruedas al que permanece unido mientras pasea. El peso es de 11 y 17 kilos respectivamente. "Yo prefiero llevarlo en bandolera porque me deja un mano libre", comenta Germán. "Con el carrito casi todos los que me ven piensan que es oxígeno, hasta que les dices que esto es un cacho de corazón. A veces mi nieta me dice: 'abuelo, ¿me dejas la máquina para que juegue?'".

Un puente hacia el trasplante

"El detonante para implantar esta tecnología fue cuando vimos que se nos empezaban a morir los pacientes en lista de espera", asegura el cardiólogo Manuel Gómez Bueno, del hospital Puerta de Hierro. "No podíamos tener pacientes que están esperando meses y que tú les veas que no llegan y que al final no lleguen". Desde el año 2009 se han implantado 23 asistencias ventriculares en este centro, la mitad de las que se han hecho en España. En este hospital hay otros tres pacientes con el dispositivo, además de Germán, y otros tres en Barcelona, todos a la espera de trasplante.

“Vimos que se nos empezaban a morir los pacientes en lista de espera”.

El problema comenzó, confiesa el médico, cuando disminuyó el número de corazones disponibles debido al descenso de accidentes de tráfico. La cifra de 350 trasplantes al año se redujo en una tercera parte, dejando a muchos de estos pacientes sin alternativa. Además, con el viejo sistema la calidad de vida del enfermo era peor. "Se morían más pacientes tanto esperando el corazón como en el trasplante", explica el médico. "Se le metía en la UCI, se le dejaba conectado a máquinas hasta que te llegaba el corazón, pero en dos semanas conectado se producía un gran deterioro y entraban a quirófano en una situación mala". El caso de Germán es un ejemplo perfecto. Salió del hospital con 20 kilos menos y la cara hundida por el paso por la UCI. Ahora tiene un aspecto saludable, conduce y hasta ha empezado a hacer pesas para recuperar el tono muscular que tenía como bombero. "Lo único que siento es que ¡no puedo montar en moto!", bromea.

Evolución del número de trasplantes cardíacos (Fuente: ONT)

Además de mejorar el estado del paciente, el sistema de asistencia ventricular tiene la ventaja de que facilita la operación de trasplante, al ser menos invasivo que un dispositivo interno. También se usa mucho en niños, aunque a los menores no se les deja ir a casa y permanecen enchufados a máquinas más grandes en planta. "Entre el hospital de La Paz,  el Gregorio Marañón y otro en Barcelona", resume el doctor Gómez Bueno, "en España se han puesto unos 30 dispositivos en niños. Casi tanto como en adultos, porque si es difícil encontrar un corazón en adultos en niños es todavía más difícil". Aún así, no es más que una solución temporal hasta que llega un corazón de verdad. Entre los siete u ocho pacientes adultos que ahora lo llevan, incluido Germán, el que más tiempo ha tenido el dispositivo lleva ocho meses con él. "Ha habido pacientes que lo han llevado cuatro o cinco años" explica el cardiólogo. "El que más, en Berlín, creo que lleva siete años, pero para los casos en que creemos que va a llevar más tiempo, o que no se puede hacer el trasplante, colocamos un dispositivo interno".

A prueba de fallos

Caminar por la calle con el corazón en un carrito no deja de ser una situación de cierto riesgo. "El problema es cualquier golpe que tenga que te desconecte de la máquina", asegura Germán. Hace menos de un mes el dispositivo empezó a pitar porque registraba un fallo. "Empezó a pitar mucho", recuerda Susana, su mujer. "Y claro, te asustas". El tubo que une el compresor con la válvula se había rajado y el aire se escapaba del sistema. Los médicos le metieron en quirófano y en poco tiempo sustituyeron la asistencia ventricular por otra. "Los técnicos alemanes han venido a verlo y dicen que nunca ha pasado", comenta el doctor Gómez Bueno a Germán. "Nos han preguntado si eres un poco bruto", bromea.

En caso de emergencia pueden activar su propio corazón con una bomba.

"Si esto se me para", indica Germán, "el corazón no es que se detenga, sigue trabajando a su ritmo". La máquina tiene dos baterías con autonomía de 14 horas y un juego extra para mantener siempre cargadas, además de la posibilidad de conectarse a la red eléctrica. "El dispositivo lo tiene todo por duplicado por seguridad", explica el médico. "Si falla un motor automáticamente entra en marcha la otra bomba. Y lo del medio es otro tercer motor de seguridad con una autonomía de 15 minutos". En caso de que todo salga mal, la máquina viene provista con una bomba manual con la que el propio paciente o un familiar podrían introducir aire y mover la membrana del ventrículo. Como si ellos fueran el corazón improvisado. "Solo se ha dado un caso en Grecia", puntualiza el médico. "Y lo que recomiendan los que lo han probado es que apoyes la bomba en el suelo, para cansarte menos".

El verdadero problema en caso de que se detuviera el flujo de sangre por el ventrículo externo es el de los coágulos. "Si esto se llegara a parar", enfatiza el cardiólogo, "habría que cerrar aquí, para desconectarlo del corazón, porque la sangre se empezaría a coagular y a lo mejor en media hora o una hora todo esto es un trombo". Para evitar el problema de los trombos Germán toma todos los días un conocido anticoagulante y tiene en casa los tests para comprobar la viscosidad de su sangre. Además de limpiar la cápsula cardiaca cada día y curarle las heridas, su mujer vigila que no aparezca fibrina en el cristal, el indicador de que la sangre se está empezando a solidificar en un punto. "Para que esto funcione, Germán tiene la sangre más líquida que cualquiera de nosotros", asegura su médico. "Si tuviera una herida tardaría más tiempo en cerrarse".

Los últimos "corazones externos"

Entre las prestaciones que incluye el dispositivo está la posibilidad de aumentar o disminuir la frecuencia cardiaca del paciente. Germán lo tiene fijado en 60 pulsaciones por minuto, pero otros pacientes lo regulan cuando se someten a un sobresfuerzo. "Otro paciente, Francisco, lo tiene puesto a 60 en reposo, pero cuando sube una cuesta sabe que se fatiga y se lo sube él mismo a 65", asegura Gómez Bueno. "Se da un poquito más y cuando llega a casa está en reposo se lo vuelve a bajar a 60 y ya está".

"Pronto los dispositivos cardíacos serán internos y en miniatura".

Este es uno de los aspectos que mejorarán en los dispositivos de nueva generación que llegarán en muy poco tiempo, explica el médico. "Los nuevos asistentes serán pequeños e internos y se adaptarán al ejercicio. En función de la necesidad de sangre pueden aumentar las revoluciones para dar más bombeo al corazón e incluso darán información remota y que sepamos lo que está haciendo desde el hospital, o cómo está el nivel de coagulación en sangre", describe el doctor. "También se está avanzando mucho en la trasmisión de energía transcutánea", añade. "Es decir, el corazón no llevará cables de ningún tipo. Te pondrás un cargador por la noche encima del pecho y se cargará a través de la piel". Seguramente, según Gómez Bueno, “de aquí a un par de años se pongan muy poquitas asistencias ventriculares y serán miniaturizadas”. "Somos una especie en extinción", bromea Germán. “Dentro de poco ya no verás a gente con el corazón al hombro”.

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