Cultura

'La zona de interés': imaginar el horror nazi desde la vida idílica de los verdugos

Jonathan Glazer remueve las entrañas con un retrato estremecedor y gélido del Holocausto basado en la novela homónima de Martin Amis

El director británico Jonathan Glazer, ese cineasta "cool" con varios videoclips inquietantes e imprescindibles en la historia de la música popular reciente (Massive Atack, Radiohead o Blur por citar algunos grupos), es capaz de hacer experimentar la sensación más desagradable y desasosegante posible frente a una pantalla de cine. Quien recuerde el llanto desesperado de un bebé en una playa en su enigmática cinta de ciencia ficción Under the skin (2013) sabrá lo que significa. Fiel a su línea de terror contenido pero con una narrativa diferente, llega a los cines con una de las películas más aclamadas de la temporada: La zona de interés.

Glazer se inspira en esta ocasión en la novela homónima del autor británico Martin Amis, en la que un comandante nazi vive junto a su mujer y sus cuatro hijos en una casa grande con jardín, piscina, invernadero y huerto. La fotografía idílica del lugar está enmarcada, sin embargo, por un paisaje en el que llaman la atención las alambradas en lo alto de los muros de la finca y unas columnas de humo oscuro que brota constantemente de varias chimeneas. Es Auschwitz y tras la linde de su casa está el horror.

El espectador sabe desde el principio dónde está, conoce la historia porque se la han contado en infinitas ocasiones de diferentes maneras, pero pocas veces la ha mirado con una repugnancia similar a la que propone Glazer y pocas veces desde un presente en el que se reta al espectador a reflexionar acerca del lugar que ocupa en el mundo. ¿Acaso estamos repitiendo el mismo patrón?

Glazer recrea en La zona de interés una historia real, la del matrimonio formado por el comandante Rudolf Höss (Christian Friedel) y su esposa, Hedwig (Sandra Hüller), quienes se afanan en convertir su casa en un hogar de ensueño y fantasía, pero para ello tienen que despojarse de todos sus escrúpulos y plantar una hiedra que trepe por el muro fuerte y sea capaz de tapar las malas vistas. La banalidad del mal, término que acuñó Hannah Arendt, se presenta aquí como pocas veces se ha visto en el cine.

Glazer no pone el foco en las víctimas, sino que prefiere centrarse en una familia que vive con el sonido ensordecedor y permanente del espanto más absoluto

El título de esta película, "la zona de interés" ("interessengebiet", en alemán) es el término con el que las SS se refirieron a los 40 kilómetros cuadrados que rodeaban este campo de concentración, donde murieron alrededor de 1,1 millones de personas. A pesar de la atrocidades cometidas allí, Glazer no pone el foco en las víctimas, sino que prefiere centrarse en una familia que vive con el sonido ensordecedor y permanente del espanto más absoluto, una textura sonora insoportable de gritos, disparos y zumbidos graves con los que son capaces de convivir.

La zona de interés y el silencio ensordecedor

Lo aterrador en esta película, para esta redactora de Vozpópuli, no es la violencia, la crueldad o el sadismo, que no aparece en pantalla y que solo se intuye, sino la pasividad, la calma y la mirada frívola de estos protagonistas, capaces de transmitir con su tranquilidad el gesto más despiadado del ser humano. Observar el horror a través de una familia feliz que celebra sus cumpleaños, disfruta de una tarde de baño en la piscina o navega con su piragua por el río de la manera más idílica convierte a La zona de interés en una rara avis en la filmografía que existe sobre el Holocausto, centrada en el sufrimiento.

Lo terrorífico aquí es, pues, la ausencia de pánico y de dudas, de todo aquello que, en definitiva, caracteriza al ser humano, y quizás solo así consigue acercarse desde una perspectiva poco tratada a lo que ocurrió, motivo por el que muchos vieron en esta película a una candidata a ganar la Palma de Oro en la pasada edición del Festival de Cannes.

Esta visión novedosa viene a complementar la película El hijo de Saul (2015), del cineasta húngaro Lászlò Nemes, en la que el espectador acompaña sin descanso a un prisionero judío encargado de quemar los cadáveres de los cuerpos gaseados que busca infatigable entre ellos a su hijo muerto. Ninguna de las dos deja escapar la mirada: la primera, desde la gélida indiferencia; la segunda, desde el abrasador infierno.

A falta de pocos días para conocerse los títulos nominados para competir por los Oscar, corre el rumor de que, al igual que ocurrió en los Globos de Oro, la actriz Sandra Hüller, también protagonista de otra de las películas que suenan en las quinielas, la francesa Anatomía de una caída, puede optar al Oscar a la mejor actriz por ambas interpretaciones. En La zona de interés, al menos, es capaz de poner de rodillas a Hollywood con una actuación que hiela la sangre, al igual que lo consigue el resto de la película, que si bien no ha sido recibida de forma unánime por la crítica, puede presumir de no haber dejado indiferente a nadie.

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