Defensa

El relato inédito de los 'operaciones especiales' españoles al aterrizar en Irak: "Daesh controlaba casi todo"

Efectivos de Operaciones Españoles cuentan a 'Vozpópuli' sus experiencias en la lucha contra el Daesh en Irak tras una década de misión

  • Ejercicio de los operaciones especiales en Camp Yarto (Ninewa, Irak)

El monstruo en que se había convertido Daesh amenazaba con consumirlo todo. Faluya, Mosul, Erbil, Tikrit... una por una, las principales ciudades iraquíes iban cayendo del lado de los terroristas, que a su paso imponían la sharia más estricta y generaban sus propias estructuras de Estado, llegando a acuñar su propia moneda, leyes y educación: tal era el sueño del Estado Islámico, constituir un califato que no entendiese de fronteras. Y así habría sido en Irak. Sólo les faltaba por conquistar la capital, Bagdad. Probablemente, uno de los últimos lugares del mundo en los que querría aterrizar cualquier ser humano; el lugar elegido para que 30 miembros de las unidades de operaciones especiales españolas desplegasen sus capacidades en su lucha antiterrorista. "Si hubiesen conseguido tomar Bagdad... probablemente hoy la historia sería diferente en este país".

Quien habla es el comandante De la Llave, actual jefe de operaciones de la Unidad de Operaciones Especiales de las Fuerzas Armadas españolas en Irak. Un despliegue que cumple diez años; una década que es Historia. Historia militar, por todo lo que han supuesto para España. Pero también Historia reciente de la Humanidad, que aún analiza cómo es posible que una organización terrorista asumiera semejantes estructuras de poder. Una década para cambiar para revertir lo que, por momentos, parecía definitivo.

Vozpópuli inicia con este reportaje un serial sobre los diez años de 'operaciones especiales' españoles en Irak. En este artículo participan, junto al comandante De la Llave, el teniente coronel Guerra, el comandante Martín Salinas, y el cabo primero García. Todos ellos están actualmente en Irak, colaborando en la Coalición Internacional contra el Daesh para hacer frente a los remanentes de la organización terrorista en el país. Y, de un modo u otro, participaron en las primeras rotaciones que abrieron el camino en la lucha antiterrorista en Irak.

TGM nocturno

El comandante Martín Salinas, el más veterano de los cuatro, recuerda aquel traslado hasta Bagdad en avión Hércules del Ejército del Aire junto a otros treinta compañeros de operaciones especiales hasta Bagdad. "Fuimos los primeros en aparecer por aquí", sostiene con cierto orgullo. Se remonta al 22 de enero de 2015, hace diez años. La aeronave aterrizó en la parte militar del aeropuerto de la capital iraquí. La temperatura no difería en exceso a la que pudiera haber en Madrid. La actividad arrancó incluso antes de tomar tierra, preparados para las habituales medidas de seguridad que supone aterrizar en un escenario tan convulso como lo era entonces Irak.

Llegada a Bagdad

"Lo primero que tuvimos que hacer fue descargar los aviones... y enfrentarnos a un folio en blanco -detalla el comandante Salinas-. Estaba todo por hacer. ¿Y a dónde voy? ¿Dónde cómo? ¿Dónde duermo? ¿Dónde trabajo? No tienes de nada, porque vas con lo puesto, lo que cabe en un avión, y es complicado".

El lugar asignado para este pequeño contingente español era el Bagdad Diplomatic Support Center -que aún hoy acoge a las Unidades de Operaciones Especiales españolas-. Unas instalaciones ubicadas junto al aeropuerto de Bagdad que "estaban un poco abandonadas": "No eran malas condiciones de vida, teníamos una cama, teníamos unos servicios, una lavandería y un gimnasio... Pero estaba todo muy desangelado". Inmediatamente, se revisan las medidas de seguridad, que en ese momento contaba con varios perímetros, integrados por contratistas o por personal militar.

Los efectivos españoles llegaban a Irak con un dilatado expertise, fruto de despliegues en Afganistán y diversos escenarios africanos, entre otros. Debían coordinarse con otras unidades de la Coalición Internacional contra el Daesh, liderada por Estados Unidos y que integraba a numerosas naciones alineadas en el propósito de frenar las embestidas de los terroristas. El objetivo era dotar al ejército oficial iraquí -en su caso particular, al Iraqi Counter Terrorism Service- de las capacidades necesarias para expulsar a los terroristas de su territorio. "Teníamos que unificarnos primero nosotros en una línea que marcaba inicialmente la Coalición", añade el teniente coronel Guerra. "A partir de ahí empezamos a desarrollar una parte básica. Y nos fueron asignando partes específicas para que implementáramos nuestra parte particular".

Preparación previa a un despliegue en Ninewa

Uno de los cursos que asumieron los militares españoles fue el de tiradores de precisión. "Por ejemplo, esta parte de tiradores la llevábamos nosotros. Es donde se enseñaba principalmente la técnica española". Los militares iraquíes que quedaban bajo la instrucción de las unidades de operaciones especiales habían sido cuidadosamente seleccionados, en base a criterios físicos, psicológicos y de filtros de inteligencia. A ellos se les iban a encomendar algunas de las misiones más singulares, aquellas que requiriesen "técnicas y tácticas diferentes" para alcanzar sus metas.

Reconstruir la moral

Uno de los primeros objetivos era recomponer la moral de las tropas iraquíes. Avanzar, con ellas, en la convicción de que la expulsión contra el Daesh era posible; incluso en esas circunstancias en que la organización terrorista "estaba en su punto más fuerte", detalla el comandante Salinas: "Tenga en cuenta que Daesh controlaba casi todo el país y que no había libertad de movimiento por carretera. Todos los desplazamientos se tenían que hacer por aire y de noche. Además, con contramedidas".

Como medida más apremiante se impuso una disciplina compartida por todos, incluidos los militares españoles. "Desde lo más básico". Se trabajaba en pizarra, se sufría y se padecía juntos. El comandante De la Llave explica que "la formación física" fue un elemento clave en la "cohesión" entre efectivos iraquíes y españoles: "Al final, el sufrimiento une. Está más que probado. Participábamos con ellos en la educación física, no nos quedábamos nunca en un segundo plano dando órdenes, lo cual hacía que sufriéramos juntos y que nos uniéramos en ese proceso". 

Esa cohesión se alimentaba día a día, hora a hora, entrenamiento a entrenamiento. El teniente coronel Guerra asegura que "la cercanía que nosotros le ponemos, el cariño que le ponemos a nuestro entrenamiento con nuestras unidades partner o en la academia con nuestros alumnos, es especial. Al final llegó un momento que había unión, eran auténticos compañeros".

Instrucción patrullaje

La impronta española no tardó en quedar patente. El comandante Salinas recuerda aquella ocasión en que dos tiradores de precisión iraquíes les agradecieron las lecciones aprendidas: "El 80% de nuestros compañeros han caído en combate al vernos acorralados en la refinería de Baijo. Nuestros mandos nos abandonaron. No sabíamos lo que hacer. Cogimos la libretita con las teóricas y recordamos lo que nos habíais enseñado. Hicimos varias bajas del Daesh y pudimos regresar a casa".

Las condiciones en las que las unidades de operaciones especiales españolas desarrollaban su misión eran cambiantes. Prueba de ello es que, durante estos diez años, se han desplazado a numerosos escenarios en Irak, durmiendo en cuarteles, emplazamientos civiles, tiendas de campaña... Con el propósito de potenciar al máximo su presencia en Irak. Y, con ellos, las de las tropas iraquíes.

Ataques y búnkeres

En los primeros compases de su misión en Irak, cuando el Daesh dominaba casi todo el país, eran recurrentes los ataques en las inmediaciones de su localización. ¿Cómo se vivía cada uno de estos episodios? "Con normalidad", resuelve el teniente coronel Guerra. "Al final, comes y duermes cuando las horas te tocan. Si tienes que correr y dejar la comida a medias... la dejas. También hay que reconocer que aquí hay zonas bunkerizadas y zonas que no. El comedor es una zona bunkerizada. O sea, que si estás comiendo y ese momento te pilla que cae un ataque, pues al final el comedor es donde estás seguro. Y si a mitad de noche te tocaba la alarma, pasabas media noche en los bunkers y te volvías a la mañana siguiente a la habitación".

Los militares españoles eran conscientes de que Daesh podía emplear todos los recursos a su alcance para extender el terror en Irak. El cabo primero García, que estuvo presente en la primera rotación, recuerda las inquietudes en el destacamento que se trasladó a Taji, a unos 30 kilómetros al norte de Irak: "Había una sensación, un riesgo... Como tenían tomado Mosul y tenían control sobre la presa, uno de los riesgos que se planteaba constantemente era que destruyeran la presa e inundaran todo Bagdad". Y añade: "Ellos tenían el control y la presión sobre el terreno".

Una misión que no entendía de tiempos o plazos; sólo de necesidades y oportunidades. Pero también había momentos para la "cohesión" con otras naciones. "Tardamos dos meses en hacer la primera paella -comenta con sorna el comandante Salinas-. Más que nada porque no teníamos con qué hacerla. ¡Incluso el gas era difícil de conseguir!". "¿Recordáis lo que servían en el comedor de Bagdad que llamaban spanish rice antes de que nosotros hiciéramos la nuestra?", añade entre risas el cabo primero García. "Después de probar la nuestra no les quedó más remedio que llamarlo arroz amarillo".

Clase teórica sobre el manejo de armas

Así es como arrancaba la misión de las unidades de operaciones especiales españolas en Irak, donde el terror amenazaba con cobrar forma en toda su inmensidad. Bagdad fue el bastión desde el que se fue reconquistando el territorio palmo a palmo, metro a metro, calle por calle y ciudad por ciudad, acompañando al Iraqi Counter Terrorism Service en la lucha contra el Daesh.

En las siguientes entregas, los protagonistas detallarán a Vozpópuli sus experiencias en la liberación de Irak y su situación actual en el país.

"Los héroes son los que se quedan en casa. Nosotros, ni sentimos ni padecemos. Empezamos a trabajar y nos metemos en una rutina espartana. Pero el que se queda allí [en España], mi mujer con la niña, es quien de verdad da el do de pecho. El héroe es el que se queda en casa, tirando del carro ellos solos".

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