Son las 20.56 y hace unas horas que es de noche sobre Orenland, un viejo reducto industrial ahora convertido en zona de guerra. Una inmensa luna llena ilumina escombros y concertinas. Los esqueletos de metal de coches soviéticos se retuercen entre el frío, testigos del avance de un puñado de militares del Ejército español ante una fuerza hostil que se ha atrincherado entre los edificios. Sonidos de pisadas y órdenes concisas rompen la quietud de la noche hasta que un grito desgarrador sacude el escenario: “¡Herido! ¡Llevadlo a lugar seguro!”.
Se trata de una maniobra que tiene mucho de real. Orenland es un nombre ficticio, y hace referencia a un viejo complejo industrial que hoy forma parte de la base militar de Lešť, en Eslovaquia. El Ejército español, junto a eslovacos, checos, eslovenos y portugueses, pone a prueba sus capacidades en un ejercicio que representa la incursión de una fuerza hostil en el territorio. El objetivo es claro: frenar el avance del enemigo a toda costa y, en la medida de lo posible, expulsarlo de la región.
Así lo explicaba el teniente coronel Juan José Pereda desde el puesto de observación de Kamenny, antes de llegar a los enfrentamientos directos de Orenland. “Estamos en un escenario en el cual un enemigo entra en nuestro territorio y nos va empujando hacia el sur porque tiene el objetivo de controlar un hub logístico para continuar con su maniobra dentro de nuestro país”. De fondo resuenan los carros de combate Leopard portugueses; medio centenar de vehículos VAMTAC españoles han tomado posición en diversas posiciones del campo militar.
El teniente coronel Juan José Pereda, de la Brigada Paracaidista, viste su chaleco antifragmentos y casco. No se desprende del arma en ningún momento. Tampoco de su equipo de comunicaciones. Pintura negra y verde desdibuja su cara, fundamental para no ser visto a kilómetros de distancia por los observadores enemigos. Traslada órdenes y detalla el estado en que se encuentran sus tropas.
“Yo tenía dos compañías desplegadas al norte y a las 6.00 AM tomaron contacto con el enemigo que tenía mas capacidad de combate y empieza a empujarnos hacia el sur”. Con un puntero aplica indicaciones precisas sobre un mapa. “Esta madrugada y esta mañana hemos hecho una maniobra retardadora: por un lado ganamos tiempo para preparar el terreno y por otro desgastamos la capacidad de fuego del enemigo, en este caso hasta el 80%, con 14 bajas de vehículos de combate enemigos”.
Cada movimiento atiende a años de planeamiento e instrucción. “Al frente tenemos un campo de minas tendido para parar al enemigo”. El teniente coronel Pereda apunta nuevas posiciones sobre el mapa de la base militar de Lešť. Aunque estos días no llueve, se trata de un escenario húmedo y embarrado, salpicado de zonas boscosas.
“Lanzaremos un contraataque para destruir sus fuerzas y recuperar el terreno perdido con otras dos compañías que tengo -prosigue el teniente coronel del Ejército español-. Lo haré con mis unidades mas potentes; en este caso con unidades contracarro y una unidad de carro de combate portuguesas. Trataremos de limpiar todos esos reductor enemigos que tengamos en la zona y restablecer el statu quo inicial”.
España no sólo lidera el ejercicio; con más de 800 militares, también asume el mando del contingente multinacional de la OTAN en Eslovaquia, que asciende a un total de 1.200 efectivos. La misión de esta fuerza es la defensa colectiva en el flanco este de la OTAN, la disuasión ante cualquier amenaza, la protección, la cooperación y la preparación para mantener la eficacia operativa de la brigada. Funciones clave ante acontecimientos como los que se están viviendo en Ucrania, tras la invasión militar de Rusia.
Se trata, no obstante, de la punta de lanza de un despliegue mucho mayor. Este batallón multinacional se coordina desde el cuartel del Ejército de Bétera (Valencia), donde la OTAN dirige toda el área de Eslovaquia y Hungría. En caso de que una potencia atacase a uno de sus aliados, desde aquí se dirigiría una fuerza que llegaría hasta los 60.000 efectivos y que podría desplegarse en un periodo máximo de diez días para una operación convencional de alta intensidad.
Contraataque sobre Orenland
Pero volvamos al frío de Lešť. Avanzan las tropas españolas en su objetivo de frenar al enemigo y despejar el territorio de fuerzas hostiles. Resuenan los vehículos de combate, abriéndose paso entre barro y maleza. En el cielo sobrevuelan los drones en busca de información sobre las posiciones rivales. Es un ejercicio con fuego real y se extreman todas las precauciones.
Todo un reto para España, que ha desplegado en Eslovaquia algunas de sus capacidades más potentes. Es el caso de los vehículos Centauro del regimiento de caballería de la Brigada Paracaidista; enormes vehículos de combate desplegados por primera vez en zona de operaciones. También hay obuses remolcados L-118 Light Gun 105/37, que pueden disparar hasta 21 kilómetros de distancia; y una unidad de defensa antiaérea basada en misiles Mistral y un sistema antidrón Cervus.
A todas esas capacidades hay que sumar unidades de ingenieros, transmisiones, de apoyo logístico al combate, elementos de mando avanzado y de apoyo logístico, entre otros. Un amplio contingente a las órdenes del coronel Francisco Calvo Rodríguez, que tiene mando sobre los 1.200 efectivos de la OTAN en Lešť. Además España cuenta con cerca de 40 efectivos en la localidad de Kuchyňa, con mejores comunicaciones y cuyo cuartel -al mando del coronel Gustavo Paredes Lobo- sirve de enlace con la fuerza.
Las fuerzas españolas y sus aliados han logrado frenar el avance enemigo sobre Lešť. “El contraataque ha tenido éxito y las fuerzas enemigas embolsadas en la zona han sido destruidas”, anuncia desde el puesto de mando el comandante Ansedes, jefe del Multinational Battle Group que participa en el ejercicio. “La acción posterior ha sido de limpieza progresiva de sur a norte, asegurándonos de que no quedaba ningún elemento enemigo en retaguardia”.
Ofensiva final
Pero la misión no ha concluido. Informes de inteligencia afirman que “bolsas de reductos del enemigo” se han hecho fuertes en Orenland. Aviones no tripulados confirman la presencia de fuerzas hostiles atrincheradas en este antiguo enclave industrial. Cambian las órdenes. Ya no basta con avanzar hacia el norte: es fundamental despejar Orenland y expulsar de forma definitiva al enemigo.
El escenario es muy distinto. Ya no es campo abierto, nos encontramos en una zona urbanizada y los combates se libran calle por calle, casa por casa. Es aquí donde se escucha el grito desgarrador que rompe la noche. “¡Herido! ¡Herido! ¡Llevadlo a lugar seguro!”. Sobre un montón de escombros se tiende un militar español. Inmediatamente llegan dos compañeros y, apoyándolo sobre sus hombros, lo trasladan al interior de una vivienda semiderruida. Allí lo tienden en lo que parece un antiguo camastro y le aplican un torniquete para cortar la hemorragia.
Una baja simulada en un ejercicio que tiene mucho de real. Resuenan las explosiones entre los edificios en ruinas, ahora reutilizados en campos de maniobras: son los zapadores que abren paso entre las viviendas. La infantería despeja las casas habitación por habitación. Las tropas españolas avanzan sobre Orenland y consiguen expulsar al enemigo atrincherado.
Misión cumplida: no sólo en el ejercicio, también para todo el contingente de Lešť. Porque el verdadero objetivo no era Orenland, sino fomentar la interoperabilidad entre las naciones participantes bajo el liderazgo español. Y, así, reforzar la disuasión en el flanco este de la OTAN, más aún tras la invasión de Rusia sobre Ucrania y los crecientes desafíos que amenazan la estabilidad en la región.