Después de unas semifinales en las que Real Madrid y Barcelona se impusieron con demasiada comodidad a Atlético (3-0 y 0-2) y Real Sociedad (2-0 y 1-1), la Copa del Rey ya tiene la final que sus organizadores querían por aquello de asegurarse una buena audiencia televisiva. Así es y así lo confesó incluso el presidente de la LFP, Javier Tebas, en su cuenta de Twitter.
De hecho, y salvo que el sorteo depare que los dos grandes se crucen en cuartos o semifinales, el formato de la competición está hecho a medida para que ambos se vean en la final. A doble partido, con el equipo de mayor categoría jugando la vuelta en casa, los europeos incorporándose más tarde y el sorteo de octavos, cuartos y semifinales realizado al mismo tiempo.
El sábado 19 de abril, aunque ya se habla de mover la fecha en función de las semifinales de la Champions, y posiblemente en Valencia, aunque aún no está decidido, habrá un clásico más. Concretamente, el 228. Será la séptima final entre estos dos equipos, con tres victorias para cada uno en las seis anteriores.
Sirva el dato de que el Madrid ha llegado a la final sin un solo gol en contra y el Barça, sin ningún sobresalto, más alla del 1-1 de Anoeta que en ningún momento le hizo inquietarse. De hecho, el Barça lleva 4 de las últimas 6 finales y el Real Madrid, 3 de las 4 últimas.
Pese al 2-0 de la ida y toda la polémica arbitral que rodeó aquel partido, la afición de la Real se aferró a la posibilidad de una remontada que acabó siendo una quimera. Con un planteamiento nuevamente temeroso, el equipo de Jagoba Arrasate salió al campo más preocupado de que el Barça no marcara el 0-1 que de buscar el 1-0. Si a ello se le une que Martino apostó por juntar a Busquets, Xavi, Iniesta y Cesc, el balón sólo tuvo un dueño.
Teixeira se equivocó al pitar un fuera de juego inexistente de Seferovic y bastó un error de José Ángel al no controlar un balón lo aprovechó Messi para ejecutar una de sus clásicas arrancadas y batir a Zubikarai desde el borde del área. El gol, que obligaba a la Real a marcar cuatro, y siempre que no encajara ninguno más, enfrió aún más el partido, aunque no a la grada, que siguió animando hasta después de pitido final.
Una vez más, la afición fue la que empujó a su equipo a seguir de pie. Lo hizo, en parte gracias a la buena actuación de Zubikarai, suplente habitual del chileno Bravo. El Barça impuso su calidad y hasta tuvo tiempo de dosificarse. Griezmann logró el 1-1 y evitó al menos que el Barça ganara también el partido de vuelta. Lo que no pudo evitar es que la final de Copa sea la esperada.