Muerto el CEO, de su cuello desapareció la corbata. Está acostumbrado al complemento. Como todos los que circulan por zonas nobles y despachos de maderas trabajadas. Pero Ángel Cano siempre se sintió más cómodo sin ella. Hace menos de un año intentó romper el cliché del banquero tradicional. Pugnó por salir a cuello descubierto en la presentación de resultados del segundo semestre. Achuchaba el calor, el calendario olía a agosto (30 de julio) y los beneficios en España se consolidaban en negro pese al lastre del ladrillo. La escenografía perfecta para el desenfado. La moción, sin embargo, no prosperó. La corbata azul, con motivos blancos, apareció en la foto.
Muerto el CEO, de su cuello desapareció la corbata. Con 'look' casual se dejó ver por la Caja Mágica el día de su cese (4 de mayo). Y días antes, cuando todavía era el número dos de BBVA. Y días después, cuando el banco, haciendo gala de digitalización, le había borrado de la web de la entidad. Cano también había pasado página. Mira al futuro sin horarios. Ni viajes agendados por secretarias. En el presente, ya han desaparecido las reuniones (y las diferencias) con Francisco González. Alguno de sus amigos no se creen aún la promesa que ha hecho a su familia: tomarse un año sabático.
Muerto el CEO, de su cuello desapareció la corbata. A Cano ya le han tentado para que vuelva a la rutina del traje, la camisa blanca y el complemento anudado. Los teléfonos en su entorno ya ha comenzado a sonar con ofertas. "En apenas 4 días tenía 20 propuestas sobre la mesa", dice uno de sus amigos. Firmas reconocidas. De momento, todas encuentran un 'no' rotundo. Le estimula un reto en noviembre: correr dos maratones. Uno, 'overseas'. En Nueva York. Allí apadrinará a su mujer, que se estrenará en la distancia de los 42.195 metros. La segunda exigencia en España. Valencia o San Sebastián. La elección dependerá de cómo digiera el cuerpo el ‘paseo’ por la Gran Manzana. En la última prueba en Viena tuvo que pararse cuatro veces. Los calambres aparecieron antes que el temido muro, esa dura elección de todo maratoniano, con el ácido láctico reclamando auxilio desde el kilómetro 30, entre sufrir como un perro o desanudarse las zapatillas sintiéndose un fracasado.
Muerto el CEO, de su cuello desapareció la corbata. El runner ha vuelto. Hace unos meses, en una conversación sin micrófonos con periodistas ya hablaba que no sería un banquero al uso, cosido al sillón hasta convertirse en septuagenario. Su proyecto vital, según dijo entonces, era viajar y gozar de esa libertad para disfrutar sufriendo a diario haciendo kilómetros, destrozando zapatillas de running como buen maratoniano. Entrenar al lado del exatleta y amigo Chema Martínez. Incluso, antes del forzado retiro, tenía pensado ser uno más de los 800 trabajadores de BBVA que integran el club del corredor, una nueva iniciativa puesta en marcha desde el traslado de parte de la plantilla a la nueva sede de Las Tablas.
Hace unos meses, en una conversación sin micrófonos con periodistas ya hablaba que no sería un banquero al uso, cosido al sillón hasta convertirse en septuagenario
Muerto el CEO, de su cuello desapareció la corbata. Y su guardaespaldas del banco. Sólo uno. El mismo que ejercía de chófer. Hace unos meses, el propio Cano decidió reducir su nivel de seguridad. Rebajar la nómina de guardaespaldas. Pese a la oposición interna. Pero, en esto, ganó la batalla. Quienes le conocen dicen que uno de sus lugares preferidos es perderse entre la masa de un maratón. Allí protegerle era imposible. Pese a las docenas de protocolos ideados para intentarlo por el equipo de seguridad del banco.
Muerto el CEO, de su cuello desapareció la corbata. Y el despacho, reconvertido en espacio abierto en el traslado a La Vela. Y la secretaria. Y el coche oficial. Incluso la posibilidad de seguir percibiendo un sueldo áurico de haber aceptado ser consejero de FG, la paradójica oferta aún con la guillotina en caliente. Es díficil negarse a tanto caviar. Nin mantiene buena parte de ese pack de privilegios en Caixabank. Lo mismo que Javier Marín en el Santander. Incluso otro perjudicado por el látigo de González, José Ignacio Goirigolzarri, sigue manteniendo el mismo equipo de seguridad de su etapa como número dos de BBVA. Las facturas, claro está, ya nos las paga FG.
Muerto el CEO, de su cuello desapareció la corbata. Y se enganchará a la maleta. O las maletas. Primer destino, Estados Unidos. Visita obligada a sus hijos. En verano, unas vacaciones activas. Como las del pasado año, cuando convenció a toda su familia para divertirse en el ascenso al Kilimanjaro, la gran cumbre nevada de África. Después, empezará la Liga BBVA. Y los fines de semanas libres para ir al Calderón a sufrir con su Atleti.
Muerto el CEO, de su cuello desapareció la corbata. Y el título de banquero durante los dos próximos años. Una cláusula de su contrato le impide trabajar en el sector durante los próximos 24 meses. Sus amigos aseguran que él tampoco se ve en ningún otro competidor. No sólo por ser infiel a BBVA. Sino por evitar el desgaste que supone 'vivir a la sombra de'. Quizás, el capricho del destino, le lleve a montar una 'startup'. Se imaginan...