Diego Torres (Mahón, 1965) ha cumplido ya más de cinco años desde que inició su calvario con su detención el 8 de noviembre de 2011. Con la aparición ante los focos por su relación con operaciones presuntamente fraudulentas mano a mano con Iñaki Urdangarín, se dio la vuelta y truncó una vida de éxitos en la que hasta entonces, Torres siempre iba logrando lo que quería. Sus amigos de la infancia cuentan cómo ya en su isla menorquina, en los esperanzadores años 70, Torres soñaba con ganar dinero y con viajar por el mundo. Era un niño brillante y un alumno aventajado, todo lo contrario que Urdangarín.
Quizá por eso su simbiosis empresarial funcionó tan bien. El yernísimo ponía la planta, la imagen y la sonrisa. Las palabras huecas y los contactos reales. Torres, hijo de peluquera, ponía la estrategia, la visión de negocio. Incluso después de que la vida le haya dado la espalda, de que el juez haya embargado sus cuentas, de que haya tenido que cambiar un lujoso BMW por un Fiat 500... incluso entonces Torres aún no ha dicho su última palabra.
Desde que empezó la ola mediática que lo ha condenado a prisión, Torres se ha mostrado díscolo y no ha querido pasar por la piedra de la Casa Real. No aceptó que la infanta se librara de ser imputada mientras que su mujer Ana María Tejeiro tenía que hollar el banquillo. Al fin y al cabo, ambas habían tenido responsabilidades muy similares, ¿por qué salvar a una y condenar a otra? En su libro de 2016 'La verdad sobre el caso Nóos', prudencialmente silenciado en los grandes medios de comunicación, Torres contaba cómo el Rey Juan Carlos había sido el inspirador de los negocios de Nóos. Como la 'consultoría estratégica' se había montado inicialmente como una forma de dar al duque de Palma (otras veces duque em..Palma...do según sus propios correos) algo que hacer, dado que Juan Carlos le había negado su gran ilusión: el patrocinio deportivo.
Los correos privados de Urdangarin fueron su jugada más sucia contra la Corona aunque la justicia española le hizo pagar por ello. No en vano, en ellos se demostraba que la Casa Real estaba en el ajo, que Juan Carlos sabía todo o parte del entramado. Que intercedía en negocios privados alejados de su función institucional. Incluso se dejaban en el aire posibles infidelidades de Urdangarin. Un ataque demasiado frontal. Torres ha pagado por todo ello con 8 años de cárcel, dos más que su socio 'real'.