El número de personas que encontró un nuevo trabajo y el número que perdió el que tenía alcanzan las cotas más bajas desde 2005. Los flujos de entrada y salida de trabajadores se ralentizan, una señal de que la recuperación toma forma con unos empleos más estables que incluso durante el boom del ladrillo, cuando los contratos temporales servían para todo.
Aunque esos flujos más reducidos también evidencian las mayores dificultades que existen para que los parados de larga duración puedan incorporarse al mercado laboral.
La rotación del empleo, esto es los flujos de trabajadores que entran y salen de la ocupación, es la más baja desde que existe registros de este tipo, iniciados por el INE allá por el 2005.
Así, por un lado, unos 1,28 millones de personas perdieron su trabajo. Y por el otro unos 1,35 millones hallaron un empleo. En total, los efectivos que entraron y salieron de la ocupación superaron los 2,5 millones entre julio y septiembre. Pese a que parezca un guarismo muy elevado, resulta la cifra más baja desde 2005, es decir, desde que existe esta estadística incluida en la Encuesta de Población Activa.
Tales proporciones se antojan muy lejanas respecto a las que se registraron en 2009 y 2010, cuando el grueso de las salidas rozaba los 1,5 millones y las entradas casi ascendían a los 1,4 millones a pesar de la crisis. Y tampoco tienen nada que ver con el flujo que se contabilizó en plena bonanza económica: en el 2005 se anotaban unos 1,55 millones de individuos que accedían al mercado laboral frente a los 1,4 millones que se expulsaban. En aquel momento, la razón de semejante patrón residía en la alta temporalidad, que alcanzó una cifra récord con más de 5,5 millones de eventuales. Es decir, el 30 por ciento del total de empleos. Ahora, en cambio, los contratos temporales se sitúan en los 3,5 millones difundidos por la última encuesta del INE, si bien se ha producido una preocupante alza de esta modalidad de la contratación entre julio y septiembre, en una especie de vuelta a las andadas.
Aún así, el porcentaje de ocupados que conservaron su empleo en el tercer trimestre del año alcanzó el 93,10 por ciento, la mayor tasa desde el tercer trimestre de 2008. Esta mayor seguridad en el puesto de trabajo podría explicar el fuerte tirón que ha experimentado la demanda nacional. Tras cinco años de ahorro preventivo por si se perdía el empleo, se ha vuelto a gastar con una fuerza inusitada e incluso a costa del ahorro en cuanto se ha percibido una mejora de la actividad.
Sin embargo, esta historia presenta un lado bastante sombrío. Implica también que hay menos parados entrando en la ocupación procedentes del enorme stock existente, lo que se revela en unas tasas muy bajas de salida del desempleo al empleo para los parados de mayor duración, en unos niveles del orden del 15 por ciento para los que han estado más de seis meses en paro, justo la mitad de posibilidades de ocuparse que alguien que ha pasado tan sólo seis meses desempleado, tal y como se puede comprobar gracias a los datos facilitados a partir de la EPA por la Cátedra BBVA de Análisis Económico de la Universidad Pablo de Olavide.
Además, podemos observar cuáles son las probabilidades de ser despedido en función de si el contrato es indefinido o no. Y la diferencia es sustancial. Mientras que en el último año baja hasta el 1,29 por ciento la probabilidad de que un indefinido sea echado, ésta lógicamente sube al 8,79 por ciento cuando el contrato es temporal. De lo que una vez más se puede colegir fácilmente que la recuperación va por barrios y que el indefinido se lleva la mejor parte.