El nacionalismo catalán adoptó el color amarillo para mostrar su solidaridad con los políticos y activistas independentistas encarcelados por su implicación en el procés, una vez las aspiraciones rupturistas toparon con el muro del Estado de Derecho. De ese color, nació el lazo amarillo —símbolo habitualmente vinculado a las enfermedades— y los sucesivos Gobiernos de la Generalitat trataron de normalizar este símbolo, imponiéndolo en el espacio público y en las fachadas de los edificios.
La consigna ha sido que no es ni un símbolo partidista ni independentista; sino a favor de los “derechos humanes y civiles”. Quienes se oponen al mismo son tachados de “antidemócratas” y se han escrito incluso libros defendiendo la ocupación de las vías públicas con la insignia amarilla. La asociación entre el amarillo y el movimiento independentista ha tenido éxito. Y se recurre a este color en cualquier evento público o protesta de cariz nacionalista.
El protagonismo de este color en la vida pública, sin embargo, no es nuevo. El reputado historiador Michel Pastoureau analizó la importancia de los colores en la Edad Media. Del color amarillo hizo un libro, titulado Amarillo, la historia de un color (Princeton University Press) que ahora vuelve a ser de actualidad no solo en el contexto catalán sino también por la publicación de The Spectator, que recoge los mejores libros de arte de los últimos tiempos.
El color de la envidia, la traición y la locura
El historiador francés especializado en la edad medieval afirmó en su obra que el gualdo es uno de los colores más intrigantes. En la Edad Media, argumenta Pastoureau, aunque algunas de sus asociaciones eran positivas (el cabello rubio sugería aristocracia), pero adquirió cada vez más una mala reputación. Era del color de la túnica de Judas, representando "envidia, celos, duplicidad, mentira, traición y locura”.
Estas connotaciones negativas perduraron hasta el siglo XIX. Expresiones como “periodismo amarillo” tienen también este sentido peyorativo. A través de un proceso paulatino de reversión, a finales de siglo, el gualdo adquirió un aura de travesura y creatividad, de ahí el Libro Amarillo, que editó Aubrey Beardsley, y la Casa Amarilla de Van Gogh en Arles.
Otra de las curiosidades relacionadas con el color es que se fabricó con la orina de vacas alimentadas con mango.
La evolución del independentismo
Artur Mas fue el primer mandatario catalán en promover el procés con su llegada a la Generalitat. Desde entonces, el movimiento independentista ha pasado por diferentes etapas. Si en los inicios, el motor del movimiento era la "ilusión" ante la llegada de un nuevo país, con los acontecimientos que se produjeron --como la ruptura de la legalidad en el Parlament-- y sus consecuencias penales, la gran parte del movimiento ha girado a la indignación y también a la abnegación.
La independencia ahora se antoja lejos. Y los partidarios de la independencia se encuentran divididos. La vasta mayoría del movimiento ha adoptado el color amarillo como bandera y centrar su lucha en "los presos". Otros grupos, más minoritarios, han optado por radicalizarse a través de colectivos como los CDRs.