Armamento ligero y un esquife. No hace falta más medios para que los piratas siembren el terror en aguas que bañan las costas de Somalia. Su estrategia pasa por asaltar un pesquero y emplearlo como nave nodriza para profundizar en el Índico en busca de un botín. La inestabilidad, el terrorismo y crisis de seguridad que se vive en tierra alimenta sus ansias criminales. Y ese es el escenario al que se enfrentan los miembros de la Armada española que integran la Operación Atalanta de la Unión Europea contra la piratería.
En este caso, la fragata Victoria. A ellos les ha tocado enfrentarse a dos episodios consecutivos de amenaza real, después de que los piratas hayan asaltado en apenas tres semanas un barco de bandera iraní y otro de Malta. "En ese momento activamos el procedimiento para el que nos preparamos", detalla el capitán de fragata José María de la Puente Mora-Figueroa, comandante del buque de la Armada española.
El militar narra en primera persona el episodio al que se enfrentaron en la primera de estas intervenciones. Las víctimas eran una veintena de personas a bordo del Al Meraj 1, un pesquero de bandera iraní. No sólo estaba en riesgo su seguridad, también la del tráfico marítimo que había por la región. Era imprescindible actuar y hacerlo rápido. En caso contrario, se corría el riesgo de perder el rumbo de los criminales.
No se había registrado un episodio similar desde el año 2019, pero la amenaza pirata permanece durmiente debido al despliegue militar que la Unión Europea mantiene en aguas del Índico con la Operación Atalanta: bastaría una retirada momentánea para que los delincuentes se echaran de nuevo a la mar en busca de nuevas víctimas. Los atuneros españoles Playa de Bakio y Alakrana ya lo sufrieron en el pasado.
Vozpópuli habla con el comandante de la Victoria, quien relata la cadena de acontecimientos que se desataron a partir del 22 de noviembre. Y cómo su intervención propició la interceptación del barco pirata y la neutralización de una nueva amenaza. A continuación, su relato:
El relato del capitán de fragata De la Puente
Estábamos saliendo de Mombasa. Participábamos en patrullas conjuntas con la Marina de Kenia y, al terminar, teníamos unos encuentros frente a Mogadiscio. Embarcaron en la Victoria el contralmirante italiano que manda la Operación y el jefe de la Policía de Mogadiscio para mejorar el intercambio de información. Al día siguiente, el force commander de la operación recibió información, no sé exactamente de si esta Policía de Mogadiscio o de las autoridades de Somalia, sobre un buque que había sido pirateado. Nos lo trasladaron y destacaron para intentar localizar y comprobar su actividad.
En el momento en que salta la alarma activamos el procedimiento para el que nos preparamos, en todo el espectro. Nos ponemos en la peor de las situaciones, la más demandante, que supone que el barco esté pirateado, que haya secuestrados a bordo y que los piratas tengan armamento que nos ponga en dificultades ante un abordaje. Activamos todos los medios disponibles: el dron Scan Eagle, el helicóptero Augusta Bell 212, el equipo de operaciones especiales… trabajamos con ellos mano a mano para planear la situación más exigente. Ellos preparan a su vez todo el material que podrían llegar a requerir.
También disponemos el Role 2 embarcado, un hospital para abordar cualquier incidencia y que cuenta con un cirujano, un anestesista, un traumatólogo y un enfermero de quirófano, por si hubiera que atender cualquier herido de consideración grave.
A todo eso hay que sumar la propia dotación, que refuerza las labores de force protection. Se llega a adaptar la parte de vida a bordo. Normalmente navegamos con condiciones de mejora de vida, como el gimnasio y demás. Pero esa parte pasa a un segundo plano. Hasta la comida: adaptamos los periodos para atender cualquier situación, incluso la más exigente.
La participación de la Armada
La descripción del barco que nos llega es la del típico barco pesquero de la zona, lo que se llama un dhow. La información que tenemos es que el asalto se produce en aguas territoriales de Somalia, donde no podemos entrar, y que los secuestrados están a bordo. Los primeros momentos son de sospechas, indicios. Desde Rota nos van posicionando acorde a lo que quieren.
Nuestra prioridad número uno es no poner en riesgo a los miembros de la dotación, los secuestrados. Hacemos un seguimiento encubierto, fuera de su alcance
No tenemos imágenes del barco. Sabemos la clase y demás, pero no tenemos la foto precisa del pesquero. Conseguirla y obtener su localización es el primer cometido. Es cierto que el pesquero hace algunas comunicaciones satelitales en determinados momentos y eso nos facilita algo de información. Haciendo una estimación de navegación y velocidad, conseguimos encontrarlo en menos de 20 horas.
En la zona hay dos o tres dhows, pero con el Scan Eagle podemos ir descartando pesqueros. Contamos con un intérprete de Yibuti embarcado, que nos facilita mucho las cosas. Viendo imágenes sabe determinar claramente cuál es el barco que buscamos, porque pone el nombre en árabe.
Entonces nuestra prioridad número uno pasa a no poner en riesgo a los miembros de la dotación, los secuestrados. Hacemos un seguimiento encubierto, fuera de su alcance, para que los piratas no nos vean y no se pongan nerviosos. En principio no sabemos los medios de los que disponen, pero con el dron obtenemos información muy importante.
El pesquero llevaba dos esquifes, pequeños botes remolcados. Entonces no sólo sospechamos que son piratas, sino que el pesquero actúa como madre nodriza y los esquifes son para asaltar otros barcos. En ese momento apreciamos que el dhow hace cambios de rumbo bruscos para dirigirse a buques que había cerca. Eso obliga a mantener una situación de seguridad marítima sobre todos los buques en las inmediaciones, impidiendo que se acerquen al barco sospechoso.
Gracias a las imágenes del dron detectamos que tienen armamento. El dhow es de unos 40 metros, con tres cubiertas grandes, más la cubierta principal por debajo, que no podemos ver con el dron, por lo que no tenemos claro el número exacto de personas que hay.
La información de la que disponemos es que hay entre siete y nueve piratas con armamento ligero y una veintena de secuestrados. Aunque el Scan Eagle no puede estar 24 horas encima del buque, sí que comprobamos que los datos que teníamos empiezan a coincidir con la realidad.
En medio de la tormenta
Hay dos días y medio en que la mar está bastante mal. De hecho, las embarcaciones que llevamos a bordo están en los límites para poder emplearlas. Son muy estables, pensando en el abordaje. Pero el pesquero, con el balance que tiene y olas de casi tres metros… termina perdiendo los dos esquifes.
Hasta ese momento estamos solos en la monitorización del barco pirata. Pero entonces llega el buque italiano [Durand de la Penne]. Como el mando estima que la misión se puede prolongar, nos destacan a hacer combustible al puerto de Salalah (Omán). La perfecta coordinación nos permite no estar ni 48 horas fuera de la zona de acción.
Cuando volvemos y estamos dos barcos, el italiano y nosotros, el almirante decide dar una muestra de que estamos presentes. Hacemos una demostración de fuerza aproximándonos, sacando el helicóptero, mostrando el armamento, todas las capacidades que tenemos. Para un pesquero de 40 metros ver acercarse así a una fragata…
Sostienen la coartada de que son pescadores y ocultan cualquier tipo de indicio sobre su actividad pirata
Nos comunicamos con ellos preguntándoles si tienen alguna necesidad: necesidades médicas, comida, agua… y si tienen algún problema en que acudamos dentro del barco. Responden que no, que están perfectamente y sin ninguna necesidad. También informan del personal que tienen a bordo y piden que no embarquemos. Sostienen la coartada de que son pescadores y ocultan cualquier tipo de indicio sobre su actividad pirata.
En ese momento percibimos que toman rumbo a Somalia. Nosotros volvemos a fase encubierta, acompañando desde la lejanía al barco pirata. El buque italiano se destaca a puerto por combustible. Acompañamos durante cuatro días sin manifestarnos, para evitar situaciones de riesgo sobre otros barcos, aunque sin los esquifes era muy difícil que intentasen cualquier asalto.
Una amenaza durmiente
Los tenemos localizados en todo momento hasta que por fin entran en aguas de Somalia y hacemos la transferencia a las autoridades locales para que lleven a cabo las acciones oportunas.
Para los piratas es muy sencillo llevar a cabo su actividad criminal. No necesitan mucha parafernalia ni mucho material para asaltar un pesquero en la zona y convertirlo en su nodriza. Además, la situación actual que se vive en el Golfo de Adén, que empuja a la comunidad internacional a focalizar sus tareas y cometidos sobre esta región, hace que los piratas se envalentonen y retomen su actividad. No ha habido incidentes similares desde 2019, pero sabemos que es una amenaza durmiente. Tenemos que mantener la postura y estar preparados para jugar nuestra final, si llega el momento. Para eso nos hemos preparado toda la vida.