Una escena insólita se desarrolla en el muelle número 5 de Navantia en el puerto de Cádiz. Una enorme estructura de madera húmeda es escrutada al milímetro por arqueólogos marinos que no paran de hacerles preguntas a la pieza. Poco a poco, los restos de un enorme pecio hundido en el siglo XVII van revelando sus secretos.
Mediante una compleja operación se extrajo del fondo marino lo que queda de un buque hundido. Ahora, mediante los últimos análisis de observación, los arqueólogos del Centro de Arqueología Subacuática de Cádiz (CAS) van sacando conclusiones. Es la primera vez que una operación de este calibre se lleva a cabo en superficie y ya podemos concluir que se trataba de un buque enorme, construido para largas travesías transoceánicas y que era de construcción atlántica, aunque eso no implica que sea una embarcación española.
La pieza de 20 metros de eslora por casi 7 de manga pertenece a la base de la embarcación, la estructura en las bodegas. El equipo del CAS, perteneciente al Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, calcula que el buque era más grande, 7 metros más en la proa y hasta 20 en la popa. La pregunta que todos se hacen es ¿cómo acabó una nave de estas dimensiones en el fondo del mar?
El pecio fue localizado en 2012 en las obras de ampliación del puerto de Cádiz. Bautizado como Delta 1, fue desplazado en el fondo marino. Para ello hubo que retirar 7 metros de sedimento marino que lo ocultaban. Ahora, unas nuevas obras llevaron a la Consejería de Cultura a sacarlo a la superficie.
“No fue nada fácil, creo que nunca se había hecho algo así”, comparte con Vozpópuli la jefa del CAS, Milagros Alzaga. Estamos ante pesca mayor en el puerto de Cádiz. El equipo de 20 investigadores que no paran de cuestionar al pecio, esperan saber qué buque era, con nombres y apellidos, dónde fue construido y para qué se usó, “nunca habíamos tenido la oportunidad de cuestionar a una pieza del siglo XVII con tantas expectativas respecto a sus respuestas”, explica Alzaga.
El primer trabajo en un pecio del siglo XVII en un estado de conservación destacable y fuera del mar implica un abordaje multidisciplinar. “Podremos saber cómo se construían los buques, hasta ahora sólo había documentación”, dice ilusionada la arqueóloga. Para empezar, han descubierto que en los astilleros y embarcaciones del siglo XVII las cosas no eran tan distintas.
Los hombres jugaban en los tiempos muertos. Eso revela un análisis superficial de unos tablones que estaban en la base del pecio. Tienen marcas hechas con cuchillos que indican que se jugó al tres en raya o a ese juego de demostrar hombría clavando un puñal entre la punta de los dedos cada vez más rápido. Cosas de hombres de mar que perduran siglos después.
Un océano de respuestas certeras
El equipo del CAS presume de estar realizando un trabajo que le coloca a la vanguardia. Sin embargo, la intención de este trabajo es la de todo historiador: conocer el pasado para entender el presente y el futuro. “En este proceso, la arqueología facilita un grado de certeza que es esencial”. Ahora, tendremos respuestas concretas de una época en que el mundo estaba definido por el tráfico marino y Cádiz y Sevilla eran capitales globales.
Las nuevas posibilidades de la arqueología permiten saber no solo que la embarcación se construyó con roble y con maderas traídas probablemente del Brasil. “Pero podremos también saber cuándo se cortaron los robles que se usaron para ensamblar la nave y de dónde provenía esa madera”, detalla Alzaga.
Las pesquisas también confirmarán qué tipo de vida había a bordo. Se han encontrado enseres de la época, además de balas de cañón, fragmentos de diez cañones, material que se usaba para el lastre. Cruzando todos estos restos con la documentación que, sin ir más lejos, acumula el Archivo de Indias de Sevilla y que reza exactamente hasta la última pieza que se subía a bordo, se podrán extraer infinitas conclusiones que hasta ahora no eran posibles.
“Por ejemplo, sabemos que en los navíos militares españoles la higiene era un factor diferencial con respecto a otras embarcaciones”, de hecho, hay constancia de lendreras por cada marino y restos de ropaje. También esperan poder responder a qué tipo de dieta tenían en alta mar.
El proceso que queda ahora es tan apasionante como laborioso. Van a proceder a desmontar el pecio pieza a pieza, escaneando y escrutando cada unidad de la estructura una a una para desarrollar un gemelo digital que permita prolongar la investigación. Mientras, las muestras del siglo XVII están expuestas a un ambiente que, tras siglos bajo el mar, las degrada.
La investigación del pecio se prolongará hasta diciembre, después continuarán las pesquisas en laboratorios y archivos. Pero se prevé que los restos del pecio sean devueltos al mar. La razón no es otra que posibilitar su conservación. “No estarán mejor salvaguardados en el exterior, por eso los devolvemos al fondo marino”, eso sí, los restos del Delta 1 serán referenciados y señalados con sensores que permitan detectarlos.
Otros casos similares en Reino Unido indican que, por raro que suene, devolver el barco al fondo marino es la opción más sostenible. Un buque inglés hundido en la batalla contra Francia en 1545, el Mary Rose también fue rescatado. Convertido en museo, la inversión para su exposición, pero sobre todo, mantenimiento ha sido millonaria. En ese sentido, los gemelos digitales emergen como una solución más convincente para los conservadores.