Cataluña

2025: los tribunales juzgarán a Pujol e Illa tratará de afianzarse como su sucesor

El 'neopujolismo' de Illa pasará su primera gran prueba con los presupuestos mientras Puigdemont disputará el favor de la Cataluña interior a Orriols

  • El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, el pasado diciembre. -

 

Oficialmente, el pasado 2024 fue el año en el que se produjo el cambio de ciclo político en Cataluña. Tras catorce años de gobiernos separatistas que condujeron a Cataluña al borde del conflicto civil —como ha recordado el novelista catalán Javier Cercas—, el primer Ejecutivo nominalmente no nacionalista y contrario a la secesión ocupó el Palau de la Generalitat. Con un discurso, además, centrado en la "normalización" política de la comunidad para que ésta, al fin, pudiera "pasar página". Pero, con independencia de si la llegada del PSC al Govern ha supuesto un verdadero punto y aparte en Cataluña, en 2025 asistiremos a otro hecho que podría representar el cierre simbólico al proceso separatista catalán: el juicio al 'expresident' Pujol.

 

Y es que la causa contra Pujol y su entorno familiar previsto para el 10 de noviembre de este año es mucho más que un proceso en el que se juzgarán delitos como la falsedad documental y el blanqueo de capitales. En él, se sentará en el banquillo —si la fragilidad de los 95 años que contará por entonces se lo permite— al líder que puso en marcha el Programa 2000, un ambicioso plan de ingeniería social que durante décadas fue borrando concienzudamente los nexos de toda clase que unen a Cataluña con el resto de España —sembrando los cimientos del posterior 'procés'—. Y que, además, ocultó una fortuna al fisco en Andorra durante treinta años después de haber sido el artífice del concepto 'España nos roba' —su formulación corresponde a Alfons López Tena—.

 

Pero Pujol también fue quién estableció las reglas de la relación política de la región con el Gobierno central, una dinámica en la que el segundo cede competencias cada vez de mayor calado a la primera en aras de la gobernabilidad. Y con la que Salvador Illa no se siente en absoluto incómodo. Tanto es así, que el grueso de sus principales proyectos para 2025 —materializar el traspaso de Cercanías o el concierto económico para Cataluña— responden a pactos suscritos con los partidos independentistas. Unos acuerdos que Illa ha prometido que se cumplirán a "rajatabla", consciente de que la aprobación de los presupuestos de 2025, su primera gran prueba, depende de mantener satisfechos a sus socios de investidura. 

 

En cualquier caso, el 'neopujolismo' de Illa no es accidental. Recordemos que el líder del PSC no se ha limitado a rehabilitar la figura de Pujol recibiéndolo en el Palau de la Generalitat, sino que siempre ha vindicado el nacionalismo gradual practicado por el convergente.

 

La amenaza ultra de Orriols

Una herencia que no está dispuesto a asumir otro político que ha renovado su protagonismo en la palestra catalana gracias a los pactos con el socialismo: Carles Puigdemont. Éste —que no le hace ascos a negociar con el Estado pero sin renunciar al unilateralismo—, espera beneficiarse este 2025 de la ley de amnistía, lo que permitiría presenciar un acontecimiento de tanta trascendencia simbólica como su regreso a España tras ocho años fugado en Bélgica. A parte, seguirá bregando para arañar más concesiones a Sánchez mientras le disputa el trono del separatismo ultra a Aliança Catalana. Una formación que se encuentra en pleno auge —el CEO pronostica que pasará de 2 a 7 diputados de convocarse elecciones—, cuyo tirón entre el electorado independentista y hostil con la inmigración de la Cataluña interior representa una seria amenaza para los neoconvergentes. 

Paradójicamente, el sueño acariciado durante décadas por Pujol, el pacto fiscal, dará sus primeros pasos este 2025 en virtud de las negociaciones de su partido rival, Esquerra Republicana. Porque, aunque los de Junqueras acumulen derrotas electorales y se hallen aún convalecientes de sus guerras intestinas, sus pactos con el PSOE y el PSC los convierten en determinantes, tanto en el Congreso como en el Parlament. Y aún lo serán más si —como concertó la mano derecha de Junqueras, Elisenda Alamany— terminan integrándose en el Gobierno de Collboni en Barcelona.

 

Frente a este paisaje dominado por las iniciativas de índole catalanista o nacionalista, la oposición constitucionalista ejercida por el 'popular' Alejandro Fernández adquirirá mayor relieve. A ello contribuirá su manejo de la oratoria —que convierte muchas de sus intervenciones en virales— y su fortalecido papel dentro del PP catalán—pasó de 3 a 15 escaños en los pasados comicios—. Sin embargo, su rol de dique frente al separatismo de ERC y Junts y el pujolismo redivivo de Illa podría tambalearse por la reciente aproximación de Feijóo a Puigdemont en el Congreso, donde tumbaron juntos el impuesto a las energéticas. Y a la que no ha dudado en mostrar su oposición. "Todo el mundo que se acerca a Puigdemont, sale trasquilado. Es altamente tóxico", advirtió en una reciente entrevista en Europa Press.

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