Si la pandemia fuera un combate de boxeo entre el hombre y el virus, a la covid-19 le tocaría el papel de Rocky. Recibe por todos lados, un jab de izquierda (vacunas), un uppercut de derecha (terceras dosis), combinación de golpes (mascarillas), pero no hay manera de doblegar a un enemigo que a pesar de los hematomas, la nariz ensangrentada y el chichón en el ojo sigue en pie. En 2021 todo apuntaba a que habíamos dejado KO al coronavirus, al menos en nuestro país, con la amplia vacunación de la población.
CoronaRocky besó la lona con la inoculación masiva de vacunas, pero se ha levantado y sigue plantando cara a un púgil cada vez más agotado. Fatiga pandémica, lo llaman. Desde el Gobierno vaticinaron la derrota del virus ya en 2020. Aquellas palabras de Pedro Sánchez después de los meses de confinamiento: “Hemos vencido al virus”.
Luego se pensó que la derrota definitiva llegaría con la inmunidad de rebaño, es decir, cuando el 70% de la población estuviera vacunada con la pauta completa. Después, se aseguró que el KO llegaría con una vacunación del 90%. Pues bien, en España hemos alcanzado ese porcentaje y el virus sigue en pie lanzando sus puños, si bien no con tanta virulencia, pero haciendo un daño constante que va dejando mella en la paciencia de todos.
Nos acercamos, otra vez, a las 12 uvas, el descorcho del champán y los villancicos atronadores y, lo que empieza a convertirse en rutina, con una ola de contagios que se agranda cada vez más y más. ¿Hay motivos para el hartazgo y la desmoralización? Sí. Pero también hay motivos para el júbilo si se echa la vista atrás.
A principios de 2021, la pandemia parecía mucho más lejos de terminar. Dentro de siete días se cumplirá un año desde que la primera vacuna se inoculó a Araceli, que hoy ya tiene 97 años sin conocer lo que es estar contagiada de covid-19. Fue el 27 de diciembre de 2020, cuando morían semanalmente por covid 408 personas, el doble que ahora.
Parecía un milagro que la vacuna, fabricada por Pfizer, estuviera disponible en tan poco tiempo (apenas nueve meses después de que estallase la pandemia). Sin embargo, los comienzos fueron complicados. Las vacunas llegaban a nuestro país a cuentagotas y nuestra velocidad de inoculación era todavía más lenta. A principios de 2021, de las 718.575 dosis disponibles solo se habían puesto 82.000. Las comunidades autónomas tuvieron que ponerse las pilas y reforzar los equipos de vacunación para alcanzar la tan cacareada "velocidad de crucero", que el por entonces ministro de Sanidad, Salvador Illa, mencionaba en repetidas ocasiones.
Sin embargo, esta se alcanzó verdaderamente hasta abril, cuando en los prolegómenos de las elecciones madrileñas anunció los hitos de la vacunación que España alcanzaría. El más importante, que el 75% de la población estuviera vacunada con la pauta completa a finales de agosto.
Lío con las vacunas
En los inicios de la campaña de vacunación, la contabilidad de las vacunas adolecía de falta de transparencia y de errores de registro, como adelantó en primicia Vozpópuli. Los primeros informes del Ministerio de Sanidad mostraban un número de dosis que no cuadraban con el que las farmacéuticas habían enviado. AstraZeneca fue la primera en denunciar este problema.
No ayudó mucho a mitigar la incertidumbre el silencio que rezumaba el Ministerio de Sanidad. Ni una explicación al respecto a lo largo de varios días. Finalmente, se explicó que tales dosis habían ido a parar a las Fuerzas Armadas, pero para la ciudadanía era imposible saberlo al no reflejarse esta información en los documentos oficiales. También se silenció en los informes los constantes retrasos en los envíos de empresas como Moderna. Tras varias denuncias en los medios, el Ministerio de Sanidad modificó su informe de vacunas para que resultase más completo.
A vueltas con la Estrategia de Vacunación
Este 2021 también estará marcado a nivel sanitario por las idas y venidas de la Estrategia de Vacunación. Sus modificaciones fueron constantes y a medida que iban llegando nuevas vacunas a nuestro país. Janssen, cuya vacuna unidosis estaba llamada a dar el cambio definitivo al ritmo de vacunación, resultó tener menos impacto por la escasez de dosis y su menor efectividad en comparación con las vacunas de ARN mensajero (Pfizer y Moderna).
Las principales polémicas relacionadas con la Estrategia tuvieron que ver con la priorización de ciertos grupos frente a otros (militares y deportistas olímpicos frente a pacientes vulnerables) y con el tratamiento de la vacuna de AstraZeneca. Con millones de personas ya vacunadas con AstraZeneca, el Ministerio de Sanidad puso en marcha el estudio Combivacs para posteriormente defender en la Comisión de Salud Pública que se combinase la primera dosis de AstraZeneca con una segunda de Pfizer, algo a lo que diferentes inmunólogos y la Comunidad de Madrid se opusieron.
Vacunódromos, Zendal y restricciones
Uno de los motores de la vacunación masiva fueron los vacunódromos. Las comunidades autónomas habilitaron enormes espacios en los que vacunar. En Madrid se habilitó el Zendal y estadios deportivos como el Wanda Metropolitano o el Wizink Center.
Nadie duda de que la vacunación en España ha sido un triunfo. No hay más que ver la situación en otros países del entorno europeo como Bélgica, Países Bajos o Alemania. Sin embargo, 2021 fue el año también de la pugna entre dos modelos de combatir la pandemia: uno que aboga por imponer restricciones solo si es estrictamente necesario (modelo Ayuso) y otro que opta por medidas preventivas de más dureza para evitar males mayores a posteriori.
Madrid ha tenido peores datos de mortalidad que otras comunidades autónomas, pero regiones como Castilla y León, donde se han aprobado medidas más restrictivas, muestra peores cifras que la capital. En cualquier caso, las CCAA parecen haber guardado en un cajón todo lo relativo a restricciones de cara a estas Navidades y lo apuestan todo a una carta, en consonancia con el hartazgo ciudadano: vacunas, mascarillas y, si se tercia, pasaporte covid. Se acerca 2022, y el virus se ha levantado de la lona. Veremos cuánto aguanta.