El nombramiento de Josep Borrell como Alto Representante de la Política Exterior de la Unión Europea pende de un hilo, según ha sabido Vozpópuli de fuentes diplomáticas. Así lo percibe en el Gobierno y el propio Borrell, que teme que la Eurocámara tumbe su nominación en otoño.
Los motivos que amenazan el cargo de Borrell son variados. El todavía ministro de Asuntos Exteriores se enfrenta a la división de la familia socialdemócrata europea, el rechazo de los grupos separatistas y sus aliados y a casos como el de la venta de acciones de Abengoa; que complican su futuro como responsable de la diplomacia europea.
Borrell fue elegido Alto Representante en virtud del acuerdo alcanzado por los 27 para el reparto de poder de la Comisión y el Consejo. Pero todos los comisarios, incluido Borrell, deben recibir el visto bueno de la Eurocámara en las audiencias para evaluar la idoneidad de los candidatos propuestos. Las audiencias comenzarán a celebrarse a finales de octubre.
Parlamento vs. Comisión
Borrell y la diplomacia española trabajan para que supere el trámite. Y confían en que la sangre no llegue al río. Pero los que mejor conocen Bruselas han advertido a Moncloa que la Eurocámara tiene que tumbar a alguno de los nominados para evidenciar que hay un equilibrio de fuerzas real en las instituciones de la Unión. Y Borrell ha reunido bastantes papeletas para ser uno de las posibles víctimas.
El ministro español ha intensificado su agenda en Bruselas para intentar tapar las posibles vías de agua, que son muchas. Lo primero es el malestar de la familia socialdemócrata europea con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Los socialistas no quedaron satisfechos de la negociación que en su nombre realizó Sánchez con los cabezas del Partido Popular europeo, la canciller alemana Angela Merkel, y los liberales, el presidente francés Emmanuel Macron.
Se calcula que al menos ocho delegaciones socialistas, incluidas la alemana o la holandesa, votaron en contra de Ursula von der Leyen como nueva presidenta de la Comisión. La consigna era votar a favor. A los socialistas europeos les molestó que Sánchez apenas sacara de la negociación el cargo de Borrell –que se considera un premio para España más que otra cosa- y medio mandato de presidencia del Parlamento. La presidencia del Consejo cayó del lado liberal.
Borrell teme que esta división le pase factura cuando necesita a los socialistas más unidos que nunca. El ministro español se enfrenta además al rechazo inequívoco de los partidos separatistas catalanes y sus aliados en Estrasburgo. Así que ni siquiera tiene asegurada la totalidad de los 54 eurodiputados españoles electos el pasado 26 de mayo.
El PSOE votó en contra de Cañete
En 2014, por ejemplo, los parlamentarios del PSOE votaron en contra del popular Miguel Arias Cañete como comisario. Y el precedente también amenaza con pasarle factura con el PP o Ciudadanos, con mucho peso en el nuevo grupo liberal Renew Europe.
Los eurodiputados pro Rusia, que los hay, amenazan también a Borrell. El ministro se ha granjeado la animadversión del Kremlin por una entrevista en la que dijo que “nuestro viejo enemigo Rusia vuelve a ser una amenaza”. El Ministerio de Exteriores ruso citó al embajador español en Moscú a finales de mayo para hacer constar su malestar por estas palabras.
Por si los intereses partidistas o geopolíticos no fueran suficiente enemigo, Borrell tiene un problema añadido por la caso de la venta de acciones de Abengoa. Sus detractores no dudarán en utilizarlo y este tipo de sanciones por uso de información privilegiada están muy mal vistas en algunos países de Europa.
La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) multó a Borrell con 30.000 euros por usar información privilegiada al vender acciones de Abengoa. El ministro de Asuntos Exteriores se deshizo en 2015 de títulos de la compañía, de la que era consejero, un día antes de que suspendiera pagos y se desplomara en Bolsa.
El organismo regulador tipificó lo ocurrido como una “infracción muy grave”. La multa se publicó en el Boletín Oficial del Estado (BOE) en noviembre del 2018. Borrell admitió que la venta no había sido adecuada, pero que vendió una parte muy pequeña de su cartera.