En una de las historias más impactantes de maltrato infantil que se recuerdan en Reino Unido, una madre ha sido condenada a siete años y medio de prisión por mantener a su hija encerrada en un cajón durante los tres primeros años de su vida. La menor, que nunca había visto la luz del día ni conocido otro rostro humano, fue descubierta por la pareja de la mujer en febrero de 2023, en una vivienda del condado de Cheshire.
El caso fue calificado por el juez Steven Everett, del Tribunal de la Corona de Chester, como "uno de los peores" que había enfrentado en sus 46 años de carrera judicial. “Usted privó a esa niña de todo amor, atención e interacción humana. Las consecuencias físicas, psicológicas y sociales son catastróficas”, afirmó durante la lectura de la sentencia.
La existencia de la niña, cuya identidad permanece protegida por razones legales, salió a la luz de manera fortuita. La pareja de la madre regresó a la casa para usar el baño después de que ella saliera. Al escuchar ruidos procedentes del dormitorio principal, ingresó a una habitación que normalmente estaba cerrada con llave. Allí encontró a la niña escondida en un cajón bajo el somier de la cama. Según los informes, presentaba un estado alarmante: cabello enmarañado, piel pálida y evidentes signos de desnutrición.
Impactado por el hallazgo, el hombre abandonó la casa y alertó a miembros de su familia, quienes a su vez informaron a las autoridades. Los agentes de policía y los servicios sociales acudieron al domicilio, donde constataron las condiciones inhumanas en las que había vivido la niña.
Desnutrición y abandono extremo
Al momento del rescate, la menor estaba gravemente desnutrida y presentaba un desarrollo físico equivalente al de un bebé de apenas siete meses. Según el testimonio de una trabajadora social, la niña vivía encerrada en el cajón, donde permanecía durante horas mientras su madre atendía a otras actividades, como llevar a sus otros hijos al colegio o celebrar festividades familiares.
Alimentada únicamente con cereal mezclado con leche administrado por una jeringa, la pequeña sufría deformidades físicas, erupciones cutáneas y un paladar hendido que jamás fue tratado. Cuando fue llevada al hospital, no respondía a su propio nombre y mostraba signos de aislamiento extremo. “Esta niña nunca ha tenido un regalo de cumpleaños ni de Navidad. No ha conocido la luz del día ni el aire fresco”, declaró la fiscal Rachel Worthington durante el juicio.
"Por miedo al padre del bebé"
En su declaración, la madre argumentó que desconocía su embarazo cuando dio a luz y que ocultó a la niña por temor a su pareja, a quien describió como un hombre violento. Según la acusada, su comportamiento también se vio influido por problemas de salud mental y por las restricciones del confinamiento durante la pandemia de COVID-19.
Sin embargo, el juez Everett desestimó estas explicaciones. “Sus actos fueron deliberados y egoístas”, afirmó, señalando que la madre no mostró arrepentimiento ni emoción al ser interrogada. En palabras de una trabajadora social que la entrevistó tras el rescate, la mujer confesó con total naturalidad que guardaba a la niña en el cajón, sin evidenciar preocupación por su estado.
Actualmente, la menor recibe atención médica y psicológica especializada para tratar las secuelas físicas y emocionales del abuso. Aunque el pronóstico es reservado, los expertos advierten que las cicatrices del aislamiento extremo podrían acompañarla toda su vida.